Ellos son los 10 nuevos sacerdotes de la Arquidiócesis de México
Conoce la historia de los 10 nuevos presbíteros que estarán al servicio de Dios y de la Iglesia.
Este jueves 6 de agosto, 10 diáconos transitorios serán ordenados presbíteros frente a la Virgen Morena, en la Basílica de Guadalupe, convirtiéndose así en los nuevos sacerdotes de la Arquidiócesis Primada de México.
Estas son sus historias de vida, fe y vocación, que contemplan más de diez años de formación antes de este momento, en que iniciarán su ministerio sacerdotal.
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José Guillermo Ortiz Hernández
Para el poblano José Guillermo Ortiz Hernández, de 35 años, descubrir su vocación consistió en seguir las pistas que Jesús le dejaba, pues aunque ya era contador público, sentía un vacío en su vida.
De adolescente formó parte del grupo católico juvenil Éxodo, donde surgió su inquietud por el servicio, y pudo desarrollar el liderazgo cristiano gracias a las diversas actividades que organizaban. El lema de este grupo, “Unidos con Cristo”, comenzó a introducirse en su vida.
“Continuaba en el grupo de jóvenes, pero ya como líder; tenía novia y además estudiaba la carrera de contaduría. Aún me encontraba con muchas dudas con respecto a mi futuro, pero poco a poco Dios me fue poniendo las pautas para elegir qué era lo que me hacía feliz.
“Mi hermana, que estudiaba en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, conocía a los Cruzados de Cristo Rey, y me invitó a una Hora Santa; ahí conocí a los sacerdotes y seminaristas. El padre Roberto Funes, que ahora acompaña a enfermos COVID-19, me acompañó hasta que decidí integrarme al seminario”.
Asegura José Guillermo que poco a poco fue descubriendo que Jesús pide mucho, pero da mucho más de lo que uno le entrega, y ese fue el factor decisivo para continuar hasta la ordenación. “Ser sacerdote no es sacrificar la vida, sino descubrir que no se sacrifican ni sueños ni ilusiones; al contrario, se vive en Cristo y eso es vivir en plenitud”.
“Cuando llegue a cumplir 25 años de ministerio sacerdotal, me imagino muy activo en la Comunidad de Cristo Rey, y como el padre José Guadalupe Godínez, mi referente, me gustaría verme como él, con la ilusión de compartir mi ministerio y también ser un buen ejemplo para los futuros sacerdotes”.
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Giovanni Gangi
Giovanni Gangi, de 30 años, ve realizado este jueves su sueño de ser sacerdote luego de 11 años de formación. Su vocación no fue fácil de encontrar, él sólo pudo escuchar ‘el llamado’ a través de una crisis existencial.
“Crecí en el seno de una familia católica siciliana, como buenos italianos. Soy el tercero de siete hijos. De niño fui monaguillo y tuve un sevicio muy activo en la Iglesia. Sin embargo, en ese tiempo no sentí ninguna inquietud vocacional”, comenta a Desde la fe, el egresado del Seminario Misionero Arquidiocesano Redemptoris Mater, en la Ciudad de México.
El gran sueño de Giovanni era estudiar medicina, pero no contaba con que Dios lo quería también como médico, pero de almas.
“Antes de entrar a la universidad tuve una crisis existencial, no sabía qué camino seguir. Me sentía solo y abandonado; ahí empecé a abrir la puerta a una posibilidad en mi vida: el sacerdocio. Gracias al acompañamiento de mi párroco pude hacer un discernimiento vocacional, lo cual me llevó al seminario internacional”, asegura Gangi.
A pregunta expresa de cómo vislumbra a la Arquidiócesis Primada de México a futuro, comenta que es buen momento de poner manos a la obra y sembrar la semilla de la fe en las jóvenes generaciones.
“Estamos viviendo un contexto histórico en medio de una pandemia, todos vivimos un tiempo de fragilidad, y también lo experimenta la Arquidiócesis. En 25 años creo que enfrentaremos el reto cultural y el religioso, los cuales se van a poder resolver en la medida en que trabajemos ahora“, afirma.
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Dario Micieli
Darío Micieli, también originario de Sicilia, Italia, encontró a Dios en medio de la tribulación, y aunque tuvo una formación católica, en algún momento de su juventud decidió alejarse de Dios.
“Mi vida era estar en la calle con los amigos; tuve problemas con la drogadicción y el alcohol, pertenecí a varias pandillas, y la gente me tenía miedo. Hubo un momento en el que me sentía perdido, no amado. Me invitaron a una catequesis del Camino Neocatecumenal, y ahí me volví a reencontrar con Jesucristo”, comenta en entrevista.
Añade que cuando sintió el llamado para ingresar el seminario, se sintió indigno, pero debido al acompañamiento de su párroco, en Italia, siguió su vocación, la cual llega a su culmen este 6 de agosto, con el ‘sí’ definitivo a Dios.
“Si Dios me permite llegar a 25 años en mi ministerio sacerdotal, me gustaría haber contribuido en que la gente sepa que el Señor es tan misericordioso y amoroso, que puede transformar vidas, así como lo hizo en la mía. Él ha hecho maravillas en mi vida, y me siento muy agradecido porque he comprobado que Dios no se ha equivocado y ha elegido una persona como yo para continuar Su obra”.
Joel Iván Solórzano Arroyo
Para Joel Iván, de 34 años, ser sacerdote es experimentar la plenitud, pues aunque en su juventud tuvo dinero, éxito y placeres, nunca se sintió satisfecho, hasta que pudo sentir el amor incondicional de Dios.
Asegura que para su generación vienen muchso retos, entre ellos, mucho trabajo debido a un menor número de vocaciones sacerdotales.
“Sin duda nos enfrentaremos a este panorama, pero la mejor manera de afrontarlo es con el proyecto del Cardenal Carlos Aguiar Retes, de las Unidades Pastorales que fomentan la vida sacerdotal en comunidades, repartirse el trabajo y las obligaciones, además de crear una verdadera hermandad”, asegura.
La historia de su vocación la resume en el Salmo 113: “Dios levanta del polvo, saca de la basura al pobre para hacerlo sentar entre los príncipes de su pueblo”.
“Esa es la experiencia que he tenido para encontrar mi vocación. Él me buscó en la realidad existencial en la que estaba. Viví por muchos años alejado de la Iglesia, buscando realizarme como todo ser humano; encontré éxito, dinero, placeres y mucho más. Experimenté el sinsentido de la vida, como muchos jóvenes. Mi plan de vida era casarme, tener hijos. Nunca me pasó por la cabeza entrar al seminario, y menos ser cura”.
Con el tiempo, Iván se fue acercando a la Iglesia, y descubrió que Dios tenía un gran amor incondicional por él.
“Me di cuenta que Dios me estaba llamando y me lancé con mucho miedo, con muchas preguntas y dudas. Lo único que puedo decir es que todo este tiempo de formación como seminarista ha sido una hermosa aventura que jamás me hubiera imaginado realizar en este tiempo en el que he ido detrás del Señor”.
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Eduardo Javier Torres Colín
Eduardo Javier Torres, de 32 años, es consciente de que pertenecer a la generación de sacerdotes ordenados durante la pandemia de COVID-19 no será nada sencillo; sin embargo, este tiempo le ha dejado tres importantes enseñanzas y herramientas.
“La humanidad se ha unido aún más, aunque sea de manera virtual. Hemos estado pendientes de la familia, e incluso, de personas que ni siquiera conocemos. De hecho, Jesús nos enseña en el Evangelio, como pastores, que no podemos dejar de tener una mirada compasiva, una mirada siempre interesada en lo que la gente vive”.
Asegura que en medio de las tribulaciones que vivió, como una enfermedad renal y la separación de sus padres, pudo encontrar su vocación.
“Crecí en el seno de una familia católica practicante, estudié en un colegio de religiosas, fui monaguillo y tuve la oportunidad de convivir y ver la labor de un sacerdote. Siento que ese fue mi primer acercamiento”, asegura Eduardo.
“Me enfermé de los riñones y en ese mismo tiempo mis padres se separaron. Fue una época difícil. Tuve que trabajar y enfrentarme a la realidad de la vida. Me acerqué a pedir un consejo a un padre que se llama Alberto, y le platiqué mi situació. Me dijo que fuera al seminario porque creía que el Señor me estaba llamando”.
Posteriormente, Eduardo tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad Pontificia, tiempo que aprovechó para discernir sobre su vocación, y en la que Dios le dio luz para seguir sus pasos.
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Gabriel Juárez Hernández
Gabriel Juárez, de 31 años, nació en el seno de una familia católica, sus padres le inculcaron la fe y sobre todo le enseñaron a servir, pero no fueron las únicas personas por cuyo ejemplo este jueves se ordena sacerdote.
“La mía es una vocación que se da a través de ejemplos de vida y de testimonios: de mis padres, religiosas, religiosos, seminaristas y amigos de quienes se valió Cristo para enseñarme mi camino”, explicó.
Su llamado al sacerdocio comenzó por la educación que recibió en colegios católicos. “Ver a las religiosas y religiosos que educaban, me hacía cuestionarme, me preguntaba qué era lo que los motivaba a dejar incluso a sus familias, su patria, y todo para servir”. Sin embargo, la respuesta final llegó en la preparatoria, durante una semana vocacional, en la que escuchó a un seminarista hablar sobre su vida.
“Creció la idea de dar mi vida al sacerdocio, fue cuando sentí el llamado. Todo se fue dando, fui recibido en el seminario. No puedo pedir más. Es aquí donde Él me quiere”.
El neopresbítero Gabriel Juárez está agradecido con la formación que ha tenido en sus años como seminarista. “Yo creo que la formación me ha llevado a no estar aislado o indiferente ante la realidad, y a no olvidarme que, como se dice, “no todo es color de rosa”, pero como creyentes nosotros debemos llevar esperanza, ánimo y fortaleza a las personas”.
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Irving Hernández Salas
La vocación de Irving Hernández Salas, de 31 años, inició en su lugar de nacimiento, Puebla, con el ejemplo del párroco de su comunidad.
Su familia tomó con sorpresa su decisión de ingresar al seminario, pues pese a ser católicos no eran particularmente cercanos a la Iglesia. “Al inicio hubo un poco de resistencia y ahora muy contentos, pero siempre me han brindado su apoyo”, explica.
El neopresbítero resaltó en entrevista la importancia de la misión hoy en día, la esencia misma de la Iglesia Católica. “Todas las formas de evangelización, de misión, son importantes de acuerdo a las circunstancias de cada uno de nosotros. Como sacerdotes, como religiosos o como laicos, todos los bautizados estamos llamados a la evangelización, es un derecho y un deber que tenemos”.
Y por misión se debe entender “hacer que los otros conozcan a Cristo a través de nuestro testimonio personal, que se encuentren con Él, que descubran que Él es la respuesta al corazón del ser humano”.
Jesús Eleazar Muñoz Cruz
Jesús Elezar Muñoz, de 44 años, verá este jueves 6 de agosto culminado su sueño de ser sacerdote, un sueño que –considera- inició antes de tener conciencia de ello: “Era mi destino desde el vientre”, expresa.
“Antes de nacer yo estuve en peligro de muerte y mi madre prometió al Sagrado Corazón de Jesús que, si yo nacía bien, me iba a poner de nombre Jesús”, comenta. Ese sería su primer momento de cercanía con el Señor.
Tiempo después, a sus 18 años de vida, durante un retiro espiritual, sintió el llamado de Dios al sacerdocio, pero pasó más de una década resistiéndose a entrar al seminario, aunque permanecía cercano a la Iglesia. “Daba catecismo, estuve 12 años trabajando con los Misioneros de la Cruz en mi formación, y he trabajado con jóvenes”, comenta.
Fue en su proceso de trabajo con jóvenes cuando, al representar una obra de teatro, se dio cuenta de que Dios continuaba llamándolo al sacerdocio. Le dije: “Señor, soy tuyo, ya no puedo más”.
El neopresbítero considera que los tiempos son difíciles, principalmente para los jóvenes que, pareciera, cada vez quieren saber menos de Jesús: “me viene mucho a la mente las primeras comunidades cristianas, que vivieron persecución, pero no dejaron de predicar. Soy de la idea de que las palabras se las lleva el viento, pero el testimonio es lo que arrastra”, afirma en entrevista.
“Yo trabajé con los salesianos, y Don Bosco decía: ‘dame almas y quédate con lo demás’, entonces yo digo ‘dame jóvenes para llevarlos a Jesús’, es una actitud que yo llevo”.
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José Vázquez Domínguez
José Vázquez Domínguez, de 30 años, es originario de El Cafetal, Veracruz. “Mi vocación empezó desde ahí, en la comunidad, con los animales, con la naturaleza”, comenta. El neopresbítero asegura que su familia jugó un papel muy importante en su camino hacia el sacerdocio, primero porque lo educaron en la fe, y segundo, porque les daban posada a los seminaristas que llegaban en misión al pueblo.
“Años después, uno de los seminaristas regresó como sacerdote y promotor vocacional; nos invitó a mi hermano y a mí a entrar al preseminario. Dedicí participar, y la experiencia fue un verdadero encuentro con Cristo”.
A partir de entonces tomó la decisión de iniciar su formación, que tiene su momento culmen este jueves con su ordenación sacerdotal.
Ante la pregunta de qué expectativas tiene sobre sus primeros años de ministerio, José Vázquez asegura que serán años de afianzar su amor por Cristo, de “tener conciencia del amor hacía el ministerio sacerdotal, que ha sido un regalo de Dios, un don, y como tal, conlleva una responsabilidad, conlleva estar al servicio de los demás”.
Sergio González Guerrero
Sergio González Guerrero, de 33 años, es originario de Pachuca, Hidalgo. A los 17 años se estaba preparando, junto con sus primos, para realizar la Primera Comunión, momento en que poco a poco se fue integrando más a la Iglesia y grupos parroquiales.
“Empezamos a visitar enfermos, una situación muy fuerte para mí. El grupo que me acompañaba me inició en la formación, y poco a poco fui haciendo mi camino”.
Su interés por la Iglesia continuó e ingresó al preseminario en la Diócesis de Pachuca, y posteriormente continuó su formación. Asegura que si bien su vocación ha sido un regalo hermoso, siente que Dios lo llevó de la mano para contagiar la fe a su propia familia, pues aunque eran católicos, no eran cercanos a la Iglesia.
Sus padres iniciaron un proceso de conversión y se casaron por la Iglesia. “Él me llevó a hacer misión a mi propia familia”.
El neopresbítero está convencido de la importancia de hablar de forma clara y sencilla con las personas sobre Dios. “Tenemos que desarrollar un lenguaje menos elevado y más explícito para que la gente pueda encarnar la Palabra de Dios en su vida”.
“Hoy lo que estamos viviendo nos ha permitido ser más expresivos, más creativos, no solamente tener comunicación con la gente en el templo, sino abrir nuestros horizontes, usar la tecnología, abrir nuevos espacios de comunicación”.
P. José Abel Tapia Suárez
El P. José Abel Tapia Suárez es el encargado de los Diáconos Transitorios de la Arquidiócesis Primada de México, y por lo tanto, quien acompañó a estos diez neo presbíteros durante el último año.
En entrevista, el sacerdote señaló que, pese al dolor por lo que se está viviendo en estos momentos de emergenciapor el COVID-19, estas ordenaciones en la Arquidiócesis de México son signo de alegría, pues “la alegría no es la fiesta o el ruido, sino en el gozo, la esperanza y la fe que hay en el corazón de estos nuevos sacerdotes que van a dar mucho a la Iglesia”, dijo.
Asimismo –explicó– “es un signo de confianza en Dios, pues se pudo haber dicho: ‘Vamos a suspender las celebraciones hasta que todo esté normal’, pero no la vida tiene que seguir”.
De manera particular, el padre Tapia Suárez compartió que está viviendo este momento con mucha alegría: “porque diez sacerdotes para nuestra ciudad sigue siendo un regalo maravilloso de Dios. Dios sigue bendiciéndonos, nos sigue dando vocaciones, es bueno con nosotros”.
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