¿Inclusive?
La inclusión va más allá de la neutralidad en el género de la palabra, que por cierto, “El Perro” Bermúdez desarrolló con su ¡Vamos muchaches!
Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.
Algunos pensarán que el nombre de esta reflexión tiene que ver con un tratamiento de inclusión lingüística o de neutralidad en el género de la palabra, que magistralmente, desde hace décadas, Enrique “El Perro” Bermúdez ha desarrollado en los partidos de la Selección Mexicana con su famosa arenga: ¡Vamos muchaches!
Otros, tal vez, relacionarán el término del inglés, que se traduce como inclusivo, es decir, que a un elemento lo incluye, lo incorpora; dicha entidad es parte esencial de ese sistema; una persona de un equipo o de una comunidad.
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Estar incluido en una lista puede ser benéfico o perjudicial, porque depende si es una lista “negra” o una lista de ganadores de un premio.
Por otra parte, el tema de inclusión no se reduce a unos cuantos aspectos de la compleja realidad social, porque vivir de manera inclusiva, como sujetos en esta sociedad, implica reconocer que no a todos les debe gustar el programa de moda o la vestimenta de moda, que acaba uniformando a todo un segmento, a una tribu.
Por ejemplo, la cultura de la fiesta infantil en México dicta que si es celebración debe haber por norma: refresco o agüitas saborizadas. Inclusión implica contemplar aquello que podría ser común y universalmente aceptado: agua.
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No obstante, si un niño en la fiesta toma agua, no faltarán aquellos que lo miren con un dejo de lástima, de conmiseración: ‘pobrecito, no toman lo que yo, lo que todos nosotros’.
Ahora bien, ¿cuál es el criterio de relación con los demás, la exclusión o la inclusión?
El Maestro es muy claro en sus acciones y actitudes, todos son sujetos de su atención, de su mirada, de su palabra y acción. ¿Cuál es el tamiz de la inclusión? La dignidad de la persona, independientemente de sus pensamientos, palabras obras y omisiones: ‘¡Come con pecadores y prostitutas!’ ‘¡Tocó a un leproso!’ ‘¡Está hablando con una mujer, además es samaritana!’
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Por tanto, es vital entrenarnos a la luz del Espíritu para mirar, actuar y dialogar desde la inclusión, con entrañas de misericordia para acoger al otro, al que es y piensa diferente, inclusive…