El templo expiatorio de San Felipe en el Centro Histórico de la CDMX
Este templo expiatorio alojó a reconocidos frailes como Zumárraga, Pedro de Gante y Bernardino de Sahagún.
Cuando alguien mira de frente al Templo Expiatorio de San Felipe de Jesús, que se encuentra en la calle Madero del Centro Histórico, llama la atención que junto a él se ubica otra magnífica iglesia: San Francisco El Grande, la cuna de la Orden Franciscana en nuestro país.
La razón por la cual están pegados dos templos católicos se encuentra en la historia, y es una confirmación de la vocación religiosa en nuestro país, por encima de todas las corrientes anticlericales que se han vivido a lo largo de la historia.
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A raíz de las Leyes de Reforma, el templo de San Francisco El Grande, que alojó a reconocidos frailes como Zumárraga, Pedro de Gante y Bernardino de Sahagún, fue expropiado y fraccionado en lotes para su venta. Uno de ellos era el que albergaba la Capilla de Aránzazu, que construyeron navarros y vizcaínos que vivían en Nueva España. Le pusieron lote número tres, y la capilla fue demolida.
Este predio es donde actualmente está el templo expiatorio, antes sirvió para montar un circo, pero además fue establo y caballeriza. Ya en tiempos de Porfirio Díaz lo adquirieron Rafael Dondé y Carlos Moroña, quienes decidieron restablecer la sacralidad del lugar, y dispusieron que en ese sitio se debería construir una iglesia.
Así, en 1886 se puso la primera piedra. Monseñor José Antonio Plancarte y Labastida, entonces abad de la Basílica de Guadalupe, encabezó la construcción. El templo de San Felipe se construyó a pasos agigantados, con donaciones de la gente, siendo la presidenta del patronato Carmen Romero Rubio, esposa de Porfirio Díaz.
Una vez que la iglesia estuvo terminada la entregaron a los religiosos operarios diocesanos españoles en 1899, quienes promovieron la adoración perpetua del Santísimo Sacramento, la Expiación Nacional y la Adoración Nocturna.
Fue tal el interés que despertó que, a pesar de que en esa época la Ciudad de México contaba con unos 300 mil habitantes, el templo fue visitado en los primeros días de su apertura por una cifra aún mayor de fieles, de acuerdo con la historiadora Rita Valero.
Su actual administración depende de los Misioneros del Espíritu Santo, por ello, allí se encuentra la tumba del padre Félix de Jesús Rougier, quien junto con la beata Concepción Cabrera, fueron los fundadores de esta congregación sacerdotal.
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