Papa Francisco: Las conclusiones del Sínodo deben aplicarse en toda la Iglesia

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COLUMNA

Columna invitada

Recursos espirituales ante la pandemia

Quien no tiene fe, sólo valora lo que tiene frente a su nariz, lo que palpa, mide y pesa. Nosotros tenemos además otra visión, que trasciende lo material, lo inmediato.

25 marzo, 2020

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Ante la descontrolada pandemia del COVID-19, con cientos de miles infectados y defunciones que aumentan por millares, con tantas restricciones que han impuesto las autoridades civiles en muchos países; teniendo en cuenta, por otra parte, las medidas sanitarias que se han aconsejado y que nos esforzamos por poner en práctica, dando al problema su real dimensión, ¿qué recursos espirituales tenemos? ¿Qué está haciendo la Iglesia para no sólo consolar a los creyentes, sino también para ayudar a solucionar el mal? En muchas partes se han cerrado los templos para evitar que la gente acuda a orar y de esta forma se propaguen los contagios; en otras, permanecen abiertos para que se pueda orar ante el Sagrario y ante las imágenes devocionales, teniendo los debidos cuidados de limpieza y no aglomeración. La oración es un recurso de una fuerza y eficacia increíbles, cuando se hace con fe y perseverancia. Leer: Coronavirus, o nuestra fragilidad En todo el mundo, los sacerdotes y obispos seguimos celebrando diariamente la Santa Misa por las intenciones y necesidades de los fieles, aunque sea sin su presencia física, muchos de ellos siguiendo en casa su transmisión por distintos medios electrónicos. No se puede recibir físicamente la comunión eucarística, pero siempre hay el recurso de recibirla en forma espiritual, es decir con el deseo de que el Señor venga realmente a nuestra vida. El sacramento es un signo eficaz de la presencia del Resucitado, pero el Señor ve tu corazón y puede hacerse presente en tu vida, si no puedes recibirlo físicamente. Dios no tiene restricciones y trasciende muros y fronteras. Hay quienes menosprecian la oración y las celebraciones sacramentales ante la pandemia, incluso se burlan de nosotros, como si fuéramos unos ignorantes y atrasados, diciendo que esto es cosa de la ciencia, de la salud, de la tecnología, y que nada tiene que ver lo religioso. Los respetamos, pero esperamos que nos respeten. Quien no tiene fe, sólo valora lo que tiene frente a su nariz, lo que palpa, mide y pesa. Nosotros tenemos además otra visión, que trasciende lo material, lo inmediato, y nos conecta con lo trascendente e invisible, pero que es real y efectivo, con la Realidad de las realidades, con la Verdad de las verdades, que es Dios y todo su plan de salvación en Cristo.

PENSAR

El Papa Francisco nos da ejemplo de tomar en serio el problema mundial del coronavirus. Ha suspendido muchos de sus compromisos y limitado otros. Nos comparte diariamente la Misa que celebra en Santa Marta, y que ofrece por todos, en especial por quienes más sufren. Ha invitado a todo el mundo, también de otras religiones, a unirnos este miércoles en la recitación del Padre nuestro a las 12 horas de Roma (cinco de la mañana en México), y que podemos rezar a las 12 de nuestro país, o en cualquier hora, pues Dios no depende de husos horarios. Además, el próximo viernes 27, a las 18 horas de Roma (once de la mañana en México), presidirá una como Hora Santa ante el Santísimo Sacramento, en el frente de la Plaza de San Pedro, que estará vacía, y al final dará la bendición Urbi et Orbi, a la ciudad de Roma y al mundo, con la posibilidad de obtener la Indulgencia Plenaria. Leer: Papa Francisco sobre el coronavirus: con Cristo nunca estamos solos ¿En qué consiste ésta? En beneficiarnos sin medida del tesoro de gracia que nos viene de Jesucristo Redentor y de la santidad de su Iglesia; sólo se pide que tengas fe, pues Dios no tiene medida para su misericordia. La autoridad suprema de la Iglesia puede administrar ese tesoro de gracia, porque Jesús confió a Pedro la llave para abrir las puertas del cielo. Si seguimos, por los medios de comunicación esa oración con el Papa, podemos obtener dicha indulgencia, siempre y cuando estemos en gracia de Dios, rechazando de corazón el pecado. De ordinario, se requiere la confesión sacramental, pero como ahora no se puede, se hace el compromiso de confesarse tan pronto sea posible. Esta oración equivale a una visita ante el Santísimo, ahora que no se puede hacer de otra forma. Si alguien no se puede sintonizar a esta hora, hágalo espiritualmente cuando pueda, y Dios ve su corazón. O si ve después el video, ya no en vivo, únase a esta intención y Dios le escucha. Lo importante es orar. La Penitenciaría Apostólica, por disposición del Papa, concede también la Indulgencia Plenaria a “aquellos fieles que ofrezcan la visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración Eucarística, o la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí”. La visita al Santísimo y la Adoración Eucarística se pueden hacer por internet, pues por ahora no se puede de otra forma. Así las pueden hacer tantos los enfermos, como médicos y enfermeras, personas que cuidan a los infectados y fieles en general. No hay restricción para obtener esa gracia, ese recurso espiritual. Lo demás, se puede hacer perfectamente en casa. La única condición para obtener la indulgencia es estar en gracia de Dios, como se dijo antes. Esto es algo de lo mucho que la Iglesia hace por la solución de la pandemia: su aporte espiritual, que tiene su eficacia, sólo visible para Dios y para quienes tenemos fe. Oramos por los agentes sanitarios, por los gobernantes y los científicos, para que el Señor los ilumine y fortalezca en su propio servicio.

ACTUAR

Pongamos todos los recursos de nuestra fe, sacramentos y oraciones, al servicio de la salud integral de todo el mundo. Con nuestras plegarias y sacrificios, podemos ayudar mucho.   *Monseñor Felipe Arizmendi es Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas y responsable de la Doctrina de la fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano. Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe. Este artículo se publicó originalmente en Zenit.

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Ante la descontrolada pandemia del COVID-19, con cientos de miles infectados y defunciones que aumentan por millares, con tantas restricciones que han impuesto las autoridades civiles en muchos países; teniendo en cuenta, por otra parte, las medidas sanitarias que se han aconsejado y que nos esforzamos por poner en práctica, dando al problema su real dimensión, ¿qué recursos espirituales tenemos? ¿Qué está haciendo la Iglesia para no sólo consolar a los creyentes, sino también para ayudar a solucionar el mal?

En muchas partes se han cerrado los templos para evitar que la gente acuda a orar y de esta forma se propaguen los contagios; en otras, permanecen abiertos para que se pueda orar ante el Sagrario y ante las imágenes devocionales, teniendo los debidos cuidados de limpieza y no aglomeración. La oración es un recurso de una fuerza y eficacia increíbles, cuando se hace con fe y perseverancia.

En todo el mundo, los sacerdotes y obispos seguimos celebrando diariamente la Santa Misa por las intenciones y necesidades de los fieles, aunque sea sin su presencia física, muchos de ellos siguiendo en casa su transmisión por distintos medios electrónicos. No se puede recibir físicamente la comunión eucarística, pero siempre hay el recurso de recibirla en forma espiritual, es decir con el deseo de que el Señor venga realmente a nuestra vida. El sacramento es un signo eficaz de la presencia del Resucitado, pero el Señor ve tu corazón y puede hacerse presente en tu vida, si no puedes recibirlo físicamente. Dios no tiene restricciones y trasciende muros y fronteras.

Hay quienes menosprecian la oración y las celebraciones sacramentales ante la pandemia, incluso se burlan de nosotros, como si fuéramos unos ignorantes y atrasados, diciendo que esto es cosa de la ciencia, de la salud, de la tecnología, y que nada tiene que ver lo religioso. Los respetamos, pero esperamos que nos respeten. Quien no tiene fe, sólo valora lo que tiene frente a su nariz, lo que palpa, mide y pesa. Nosotros tenemos además otra visión, que trasciende lo material, lo inmediato, y nos conecta con lo trascendente e invisible, pero que es real y efectivo, con la Realidad de las realidades, con la Verdad de las verdades, que es Dios y todo su plan de salvación en Cristo.

PENSAR

El Papa Francisco nos da ejemplo de tomar en serio el problema mundial del coronavirus. Ha suspendido muchos de sus compromisos y limitado otros. Nos comparte diariamente la Misa que celebra en Santa Marta, y que ofrece por todos, en especial por quienes más sufren. Ha invitado a todo el mundo, también de otras religiones, a unirnos este miércoles en la recitación del Padre nuestro a las 12 horas de Roma (cinco de la mañana en México), y que podemos rezar a las 12 de nuestro país, o en cualquier hora, pues Dios no depende de husos horarios. Además, el próximo viernes 27, a las 18 horas de Roma (once de la mañana en México), presidirá una como Hora Santa ante el Santísimo Sacramento, en el frente de la Plaza de San Pedro, que estará vacía, y al final dará la bendición Urbi et Orbi, a la ciudad de Roma y al mundo, con la posibilidad de obtener la Indulgencia Plenaria.

Leer: Papa Francisco sobre el coronavirus: con Cristo nunca estamos solos

¿En qué consiste ésta? En beneficiarnos sin medida del tesoro de gracia que nos viene de Jesucristo Redentor y de la santidad de su Iglesia; sólo se pide que tengas fe, pues Dios no tiene medida para su misericordia. La autoridad suprema de la Iglesia puede administrar ese tesoro de gracia, porque Jesús confió a Pedro la llave para abrir las puertas del cielo. Si seguimos, por los medios de comunicación esa oración con el Papa, podemos obtener dicha indulgencia, siempre y cuando estemos en gracia de Dios, rechazando de corazón el pecado. De ordinario, se requiere la confesión sacramental, pero como ahora no se puede, se hace el compromiso de confesarse tan pronto sea posible. Esta oración equivale a una visita ante el Santísimo, ahora que no se puede hacer de otra forma. Si alguien no se puede sintonizar a esta hora, hágalo espiritualmente cuando pueda, y Dios ve su corazón. O si ve después el video, ya no en vivo, únase a esta intención y Dios le escucha. Lo importante es orar.

La Penitenciaría Apostólica, por disposición del Papa, concede también la Indulgencia Plenaria a “aquellos fieles que ofrezcan la visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración Eucarística, o la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí”. La visita al Santísimo y la Adoración Eucarística se pueden hacer por internet, pues por ahora no se puede de otra forma. Así las pueden hacer tantos los enfermos, como médicos y enfermeras, personas que cuidan a los infectados y fieles en general. No hay restricción para obtener esa gracia, ese recurso espiritual. Lo demás, se puede hacer perfectamente en casa. La única condición para obtener la indulgencia es estar en gracia de Dios, como se dijo antes.

Esto es algo de lo mucho que la Iglesia hace por la solución de la pandemia: su aporte espiritual, que tiene su eficacia, sólo visible para Dios y para quienes tenemos fe. Oramos por los agentes sanitarios, por los gobernantes y los científicos, para que el Señor los ilumine y fortalezca en su propio servicio.

ACTUAR

Pongamos todos los recursos de nuestra fe, sacramentos y oraciones, al servicio de la salud integral de todo el mundo. Con nuestras plegarias y sacrificios, podemos ayudar mucho.

 

*Monseñor Felipe Arizmendi es Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas y responsable de la Doctrina de la fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Este artículo se publicó originalmente en Zenit.