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COLUMNA

Columna invitada

Tercera ola del covid: Solidaridad en tiempos difíciles

La solidaridad hoy consiste en cuidados simples y en hacer vida el mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

3 agosto, 2021
Cuando en México sucedieron acontecimientos tan dolorosos como los sismos de 1985 o el más reciente del 2017, en que cientos de familias fueron afectadas y sufrieron grandes desgracias, la solidaridad de la gente fue inmediata y de tal magnitud que rebasó la efectividad del gobierno y captó la atención internacional. Muchos fuimos testigos de la generosidad y entereza de tantas personas, en su mayoría jóvenes, que sin más convocatoria que su conciencia ni más motivación que su corazón, salieron de inmediato a las calles en ayuda del prójimo para cumplir, muchas veces sin saberlo, con las obras de misericordia. Puedes leer: ¿Qué son las Obras de Misericordia? El Papa te lo explica Las imágenes de quienes trabajaban sin parar con la esperanza de rescatar a las personas atrapadas en los escombros, los imponentes y prolongados silencios que terminaban con aplausos y lágrimas porque se había encontrado a un sobreviviente, las escenas de gente repartiendo día y noche comida y café a damnificados y voluntarios, dieron la vuelta al mundo y nos hacían reconocer y valorar la gran capacidad de servicio del mexicano que se hermana en la desgracia y sabe darse y sacrificarse por los demás organizándose de manera espontánea y natural. La historia se ha repetido en otros eventos como huracanes, incendios, derrumbes, en los que gran parte de la comunidad siempre responde con generosidad a las necesidades apremiantes del prójimo. Hoy vivimos un desastre que no destruye edificios ni casas, pero ha cobrado más víctimas que todas las catástrofes naturales de los últimos tiempos en nuestro país. Durante más de un año el COVID ha permanecido amenazante entre nosotros destruyendo familias y acabando con nuestra manera habitual de vivir. Son muchas las personas y las organizaciones que desde el inicio de la pandemia han arriesgado su vida por ayudar a los enfermos y a sus familias. Personal médico, servidores públicos, sacerdotes, religiosas, grupos y organizaciones civiles intentando ahogar el mal en abundancia de bien; y sin embargo paradójicamente y a diferencia de nuestro comportamiento solidario en las anteriores desgracias vividas, muchos no seguimos los sencillos protocolos necesarios para evitar en un alto porcentaje, ser contagiados o contagiar a otras personas y poner en riesgo sus vidas. En esta tercera ola de contagios, ya sabemos que siguiendo las medidas que tanto hemos escuchado, podemos marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Ya no se trata de imposiciones del gobierno para quedarse en casa, se trata de protegernos unos a otros, para salvar nuestras vidas. Hoy que no necesitamos remover escombros pareciera más difícil la unidad; solo requerimos la conciencia de evitar salir si no es necesario, saber que aun estando vacunados es necesario el uso correcto del cubrebocas y la sana distancia en los lugares públicos, en los lugares que frecuentamos y en los templos que tanto añorábamos que abrieran. La solidaridad que nos ha hecho sentir orgullosos como mexicanos en otros momentos difíciles, hoy debe transformarse en cuidados simples y en hacer vida el mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo.   Puedes leer: 3 pasos de Jesús para alcanzar el Cielo, según el Papa Francisco     Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia  y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia. *Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
POR:
Autor

Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos. 

Cuando en México sucedieron acontecimientos tan dolorosos como los sismos de 1985 o el más reciente del 2017, en que cientos de familias fueron afectadas y sufrieron grandes desgracias, la solidaridad de la gente fue inmediata y de tal magnitud que rebasó la efectividad del gobierno y captó la atención internacional.

Muchos fuimos testigos de la generosidad y entereza de tantas personas, en su mayoría jóvenes, que sin más convocatoria que su conciencia ni más motivación que su corazón, salieron de inmediato a las calles en ayuda del prójimo para cumplir, muchas veces sin saberlo, con las obras de misericordia.

Las imágenes de quienes trabajaban sin parar con la esperanza de rescatar a las personas atrapadas en los escombros, los imponentes y prolongados silencios que terminaban con aplausos y lágrimas porque se había encontrado a un sobreviviente, las escenas de gente repartiendo día y noche comida y café a damnificados y voluntarios, dieron la vuelta al mundo y nos hacían reconocer y valorar la gran capacidad de servicio del mexicano que se hermana en la desgracia y sabe darse y sacrificarse por los demás organizándose de manera espontánea y natural.

La historia se ha repetido en otros eventos como huracanes, incendios, derrumbes, en los que gran parte de la comunidad siempre responde con generosidad a las necesidades apremiantes del prójimo.

Hoy vivimos un desastre que no destruye edificios ni casas, pero ha cobrado más víctimas que todas las catástrofes naturales de los últimos tiempos en nuestro país. Durante más de un año el COVID ha permanecido amenazante entre nosotros destruyendo familias y acabando con nuestra manera habitual de vivir.

Son muchas las personas y las organizaciones que desde el inicio de la pandemia han arriesgado su vida por ayudar a los enfermos y a sus familias. Personal médico, servidores públicos, sacerdotes, religiosas, grupos y organizaciones civiles intentando ahogar el mal en abundancia de bien; y sin embargo paradójicamente y a diferencia de nuestro comportamiento solidario en las anteriores desgracias vividas, muchos no seguimos los sencillos protocolos necesarios para evitar en un alto porcentaje, ser contagiados o contagiar a otras personas y poner en riesgo sus vidas.

En esta tercera ola de contagios, ya sabemos que siguiendo las medidas que tanto hemos escuchado, podemos marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Ya no se trata de imposiciones del gobierno para quedarse en casa, se trata de protegernos unos a otros, para salvar nuestras vidas.

Hoy que no necesitamos remover escombros pareciera más difícil la unidad; solo requerimos la conciencia de evitar salir si no es necesario, saber que aun estando vacunados es necesario el uso correcto del cubrebocas y la sana distancia en los lugares públicos, en los lugares que frecuentamos y en los templos que tanto añorábamos que abrieran.

La solidaridad que nos ha hecho sentir orgullosos como mexicanos en otros momentos difíciles, hoy debe transformarse en cuidados simples y en hacer vida el mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

 

 

 

Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia  y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.


Autor

Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.