Decenas de personas han muerto en brazos de este sacerdote, ¿quién es él?

La pandemia de COVID 19 que afectó a México, sobre todo en 2021 y 2022, representó para el padre Roberto Funes Díaz, de los Cruzados de Cristo, una gran batalla, ya que cada mes tuvo que atender espiritualmente a mil enfermos de coronavirus hospitalizados, muchos de los cuales murieron en sus brazos, incluidos varios sacerdotes.

“Fue una gran lucha porque vi cómo Dios llamó a muchas personas, literalmente de mis manos hasta las puertas del cielo. Se me murieron muchos dándoles prácticamente la Unción, les podría recordar, por ejemplo el padre Otto Francisco Galicia Soto, que estuvo en la capilla militar; y el padre Benjamín Bravo, que daba clases de pastoral; ellos se me murieron prácticamente en las manos”, recordó.

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Esta dura experiencia, recordó el párroco de Nuestra Señora de los Dolores en alcaldía de Iztacalco, ciudad de México, le permitió ver que si bien es cierto que se puede vivir de muchas maneras, a la hora de morir hay solo una religión. “El 99 por ciento de las personas con las que yo entraba en el hospital me decían ‘sí quiero recibir la Santa Unción’, el otro 1 por ciento eran de otras religiones o no lo aceptaban, pero sí querían orar”.

El sacerdote Funes indicó que en esa época en que las cifras de contagios y decesos subían de manera alarmante, se vio en la necesidad de atender a los enfermos graves que estaban internados en los hospitales que tenían el mayor número de ingresos.

“Principalmente en hospitales como el Hospital General de México, que durante una época junto con el INER (Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias), tuvo la mayor cantidad de enfermos, y algunos otros como el Hospital Militar, y en los que atendimos, más o menos, un promedio de 250 enfermos de COVID a la semana”, recordó.

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Al enfrentar la muerte el 99% son católicos

Debido a esta labor pastoral que realizó en esos momentos de gran emergencia sanitaria, y de incertidumbre generada por el comportamiento inestable de la enfermedad, el sacerdotes se contagió de COVID19 en la primera ola.

“Gracias a Dios, sin síntomas, y eso me preparó para poder seguir durante los dos años siguientes atendiendo a muchos pacientes”, recuerda ahora en que la incidencia de casos de coronavirus ha disminuido no solo en la Ciudad de México, sino en todo el país.

El sacerdote de la orden de los Cruzados de Cristo Rey, indicó que tuvieron que pasar dos años para que alguien le dijera que ya no quiere orar, y eso le impactó pues a pesar de que las estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI) señalen que el 70 por ciento de la población de México es católica, en el momento que se enfrenta la muerte esa cifra se eleva.

“Pero yo les diría, de los que están en peligro de muerte, el 99 por ciento, durante dos años, viendo a mil personas cada mes, me pedían la Santa Unción, me pedían la absolución y querían llegar al cielo como católicos. Esa fue una de las más grandes experiencias que tuve”, aseveró.

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La Virgen de Guadalupe su gran aliada

El sacerdote señaló que una gran aliada que siempre estuvo a su lado durante sus recorridos para atender a los pacientes COVID, fue la Santísima Virgen María de Guadalupe, a quien siempre encomendaba a los enfermos.

“Estuvo muy presente conmigo ahí en la capellanía del área COVID. Yo llevaba las imágenes de la Virgen de Guadalupe y ella fue la principal protagonista de esa compañía que tuve durante prácticamente dos años, casi tres. A todos los enfermos les decía que se encomendarán a ella y que acudieran a ella, porque siempre va a escucharles y a darles consuelo”, subrayó.

¿Quién es el padre Roberto Funes?

El padre Roberto Funes es el párroco de las parroquias de Nuestra Señora de los Dolores y del Sagrado Corazón de Jesús, ubicadas en la colonia Granjas México, de la Ciudad de México.

Su llamado vocacional, recordó, fue a los 7 años de edad, cuando lo llevaron al catecismo y vio al sacerdote con su casulla verde levantar el Cuerpo de Cristo y el Cáliz. “De una manera germinal ahí inició mi vocación”.

Ese llamado, añadió, se reforzó a los 14 años en un retiro vocacional cuando un seminarista les preguntó ¿qué es lo que les da más gusto y felicidad?

“Cuando descubrí que la mayor felicidad que tenía era hablar de Jesucristo todo estaba resuelto, sólo era buscar a dónde ir para servirle a Jesús. Así fue que entré al Seminario a la Comunidad de los Cruzados de Cristo Rey”, concluyó.

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