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Lectio Divina: El Bautismo del Señor

Lectura del Santo Evangelio En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Por esos […]

Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre Él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”. Marcos (1,7-11)


“La correa de sus sandalias…”

P. Oscar Arias Bravo

Meditatio

En el texto que escuchamos este domingo, san Marcos nos habla de Juan Bautista quien proclamaba: “Detrás de mí, viene uno que es más fuerte que yo” (v. 7), dando el lugar primordial a quien lo debe de tener: Jesús. Añade además una referencia: “No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias”. Sergio Briglia (en: Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Navarra, 2007) menciona la afirmación del Bautista, haciendo una posible referencia a la ley del Levirato, expresada en el Deuteronomio (25,5-10) donde se describe el rito en el cual un hermano debía tomar como esposa a la cuñada si el hermano moría, y ponerle el nombre del hermano difunto al hijo primogénito que se concibiera de esa unión, de manera que el nombre del difunto no desapareciera de la faz de la tierra y muriera con su cuerpo, también su nombre.

Sin embargo, dado el caso que el cuñado no quisiera tomar a la viuda como esposa, existía la posibilidad, después de hablarlo con los ancianos, de que la mujer se acercara a su cuñado y le quitara la sandalia del pié, le escupiera en la cara y dijera: “Así se hace con el hombre que no edifica la casa de su hermano” (v. 9)

Realmente, aunque éste es un rito muy severo para la honra de cualquier judío, más que tomarlo como una ofensa, en el caso de Juan el Bautista se refiere más bien al lugar que le corresponde; él no es el esposo, no le corresponde ese privilegio, ni siquiera a la muerte del esposo; él bautiza con agua, pero no se compara con quien ha de llegar, Aquél que bautizará con el Espíritu Santo.

Contemplatio

Y ¿quién acepta hacerse a un lado?, más bien, estamos acostumbrados a que la gente se aferre al poder y a cada situación de privilegio que en la vida pueda encontrar, incluso, hay quien pueda renunciar a todos sus principios por adquirir ciertas ganancias o espacios o puestos a cualquier costo.

Es por esta razón que la figura del Bautista reviste un tinte de autenticidad cristiana: quien decida seguir a Jesús, no puede aferrarse a querer aparecer siempre él, a que primero se satisfaga su necesidad y luego la de los demás. ¡Cuántas peleas vemos en la sociedad actual por puestos o privilegios! ¡Ojalá que fueran las mismas peleas por servir como se debe a los demás! ¡Qué distinto sería nuestro México si las personas e instituciones se distinguieran por su atención a los demás, por su compromiso con quien más lo necesita y no por “sacarse la foto” con gente pobre, en tiempos en que necesitan su apoyo!

En alguna parroquia en la que estuve, me decía la gente: ‘Padre, no se vaya’; cuando el obispo me encomendó ir a otro lado, me sugerían: ‘vamos con el obispo y juntamos firmas para que no deje esta comunidad’. Lo que les respondí es más o menos lo que proclamaba Juan Bautista: ‘yo no soy a quien tienen que seguir, no soy el Esposo, hay alguien a quien no soy digno ni siquiera de desatar la correa de sus sandalias; Él es el Mesías, tienen que seguirle a Él, a Jesús, no a nosotros sacerdotes. Nosotros tan sólo vamos de paso en una u otra parroquia, vamos de paso por la vida misma, proclamando a la gente un bautismo de conversión, pero una vez que las personas se encuentren con Jesús, ya nosotros podemos hacernos a un lado y acompañar, no dirigir’.

Oratio

Amado Señor Jesús, permite que sepamos darte el lugar principal es cada una de nuestras acciones y predicaciones, que cada trabajo pastoral vaya presidido por Ti mismo, y nosotros sepamos hacernos a un lado, ocupando el lugar que en realidad nos corresponde.

Actio

En la actividad que nos desenvolvemos, cualquiera que ésta sea, dediquémonos especialmente esta semana a preparar a alguien que nos pueda suplir, que pueda quedar en lugar nuestro; para que el que quede siempre sea Jesús en medio de todo lo que hacemos, y nosotros sepamos que el Esposo, el Mesías: es Cristo Jesús.