Lectio Divina: Tu fe puede salvarte
En aquel tiempo, al salir jesús de jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego bartimeo, el hijo de timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era jesús nazareno, empezó a gritar: «hijo de david, jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él […]
En aquel tiempo, al salir jesús de jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego bartimeo, el hijo de timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era jesús nazareno, empezó a gritar: «hijo de david, jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: “hijo de david, ten compasión de mí”.
Jesús se detuvo y dijo: “llamadlo”. Llamaron al ciego, diciéndole: “ánimo, levántate, que te llama”. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a jesús. Jesús le dijo: “¿qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “anda, tu fe te ha curado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Mc 10, 46-52
Tu fe puede salvarte
Mons. Salvador Martínez
La sección del evangelio de Marcos que leemos ya desde hace seis domingos es la que corresponde a la subida a Jerusalén, se inició con la pregunta de Jesús: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. A lo largo de este trayecto el Señor anunció tres veces la cercanía de su pasión, muerte y resurrección como la forma de cumplir su misión mesiánica.
Hoy, Jesús es reconocido por el ciego Bartimeo como Hijo de David, es decir “el mesías” y gracias a su fe perseverante recibe la salvación, específicamente en su caso fue la sanación de su vista. Vale la pena preguntarnos este domingo qué tan identificados estamos con el Señor Jesús, porque el asunto de nuestra salvación no se reduce a actos internos o de oración mental.
Tampoco se puede reducir a la sanación de una enfermedad. Es una realidad más profunda de transformación y que involucra nuestro cuerpo, nuestro tiempo y, como le sucedió al ciego Bartimeo, no pocas veces nuestra adhesión de fe a Jesús se verá contradicha por los que están a nuestro alrededor. Sin embargo, esta situación no pretende causar en nosotros desaliento. Así como a Bartimeo su perseverancia le reportó la salud de su ceguera, así nosotros podemos estar ciertos de vencer las contrariedades y debilidades propias, para recibir de parte del Señor las palabras reconfortantes: “tu fe te ha salvado”.
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