Todo lo que tenía para vivir
En este domingo en Cultura Bíblica nos preguntaremos si las ofrendas que se llevaban al templo de Jerusalén eran voluntarias u obligatorias.
Lectura del santo Evangelio
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa”.
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: “Les aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. (Mc 12, 38-44).
Reflexión
En este domingo nos preguntaremos si las ofrendas que se llevaban al templo de Jerusalén eran voluntarias u obligatorias y la gran sabiduría de la ofrenda de la anciana que entregó todo lo que tenía que comer para aquel día.
Nuestro Señor Jesucristo nació siendo judío y perteneciendo plenamente a su pueblo murió en la cruz. Pero es importante en este domingo detenernos a conocer la razón por la cual los judíos asistían al templo de Jerusalén a llevar sus ofrendas. Se ofrecen dones a Dios por medio de un santuario o de un sacerdote porque se agradece a Dios su intervención benévola.
Así lo vemos en el pasaje donde Abraham le llevó a Melkisedeq sacerdote y rey de Salem la décima parte de su botín después de vencer a sus enemigos (cfr. Gn 14,1-20). En otras ocasiones, alguna persona le promete a Dios una ofrenda si le permite llevar a cabo una empresa difícil. Así lo vemos en la historia de Jacob que prometió a Dios darle la décima parte de sus posesiones (Gn 28,20-22).
Al establecerse el culto en el templo de Jerusalén surgen las ofrendas anuales como un deber al presentarse ante Dios (Dt 14,22) en agradecimiento por los frutos recibidos de la tierra. También en el libro del Levítico se prescriben distintos tipos de ofrendas, la gran mayoría de las veces en especie, por distintos tipos de sacrificios ofrecidos en el templo de Jerusalén (cfr. Lv 27,30-32). El uso de dinero para realizar ofrendas en el templo fue común en la época greco romana (cfr. 2Mac 12,43-46).
Por tanto, notamos que las ofrendas monetarias suplieron o sirvieron de mediación para la realización de sacrificios o como entrega de los diezmos. Pero en el texto de hoy, Jesús critica a los que entregan lo que les sobra y alaba a quien entregó todo lo que tenía para vivir aquel día ¿Dónde está la sabiduría de esta acción? Aquella anciana era la demostración viviente de que la confianza plena en la Providencia de Dios no quedará jamás defraudada, porque la sabiduría no se justifica por las razones sino por los hechos (cfr. Lc 7,35). La mujer, a pesar de entregar todo lo que tenía, no murió de hambre o por enfermedad derivada de malnutrición y llegó a edad avanzada.