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COLUMNA

Ángelus Dominical

Angelus dominical: El buen banquete

Jesús comparó el reino de los cielos a un banquete, y fue en mesa abundante (Mateo) y en mesa de ricos (Zaqueo) cuando sucedieron cosas bellas.

24 agosto, 2019
Angelus dominical: El buen banquete
Angelus Dominical.

QUE SI EL CAMBIO climático, que si habrá recesión mundial y está ya muy cerca, que si la colonización de Marte, que la vacuna contra el ébola está dando resultado, que si hay o no hay persecución política (¿en serio lo dudan?); tales y muchos otros tópicos los dejamos por hoy a un lado para abordar conversación más doméstica…

¿Y QUÉ HABRÁ MÁS familiar y cálido a cada corazón humano que una buena comida o cena aunque no sea de cumpleaños ni de fiesta especial?; ¿qué elemento de la vida cotidiana habrá que nos llene de tanto gusto y satisfacción como comer en paz, en familia, y sabroso?…

EN OCASIONES SERÁN chiles en nogada (como los ofrecidos por Herlinda y José Luis), o una gallina en barbacoa con tamales de quelites (¡de plano Juanita se “discutió” como suele hacerlo), o acaso unos frijolitos negros con epazote y queso fresco (¡ah!, mi tía Nieves –allá en el rancho- era experta en eso); lo poquito o mucho, lo especial o rutinario, o lo que sea, con tal de que se comparta en ambiente de familia…

BIBLISTAS Y TEÓLOGOS, historiadores y reporteros, así como la inmensa gama de autopinólatras (¡¿eso-que-es?!) o la retahíla infinita de todólogos, estarán de acuerdo con este discreto comentador, en que tantas cosas bellas y útiles suceden en torno a una mesa de amigos, de familiares, y hasta de cuatachos fortuitos y forasteros voluntariosos…

MUY CIERTO QUE siempre será preferible una mesa de conocidos, pero será suficiente –como la sal- un poco de buena voluntad para que los extraños inicien un diálogo, o los que ya se conocen profundicen su trato alrededor de la mesa cordialmente servida…

MÁS DE UNA VEZ me he visto super-recontra-archi-requete-halagado con la gentileza de un discreto fogón de albañiles que almuerzan quesadillas tatemadas con salsa de molcajete, o de unos vigilantes que comparten un vaso de canela calientita al filo de la medianoche, y no se diga la taza de leche fresca con galletas marías que me ofreció aquella anciana cuando yo era seminarista y andaba de colecta en su parroquia de la colonia Ramos Millán

PERO VUELVO a lo que quiero subrayar y Jesús comparó el reino de los cielos a un banquete, y fue en mesa abundante (de Mateo) y en mesa de ricos (Zaqueo) cuando sucedieron cosas bellas; la casa de Martha y María, o el pescado asado a la orilla del mar luego de la resurrección, o la improvisada mesa de los caminantes de Emaús, también fueron testigos de un amor incomparable: el de la cercanía y confianza de Jesús…

COMO SI FUERA un banquete que no se acaba, Dios me ha concedido -casi durante un año- poder convivir con el entrevistado en páginas 8 y 9 de este semanario (¡quiúbole, padre Darío!): su buen humor (a veces ligero y a veces no tanto), su experiencia y fantasía (¡Dios bendito!, ¡qué cosas se le ocurren!), su entrega sacerdotal y su perspicacia intuitiva (¡hey!, que lo digan quienes le conocen) también sus achaques y quejas habituales (como todos, no menos) equivalen a lo variopinto y sazonado de una cocina de pueblo o de una mesa de banquete, como tú lo quieras ver, que yo no lo he podido sino bien gustar…

LA VERDAD ES QUE nunca se me hubiera ocurrido convivir tan de cerca con el padre Darío Bragado, sacerdote ya por 65 de sus 90 años de edad; y no me cuesta nada de nada afirmar que sigue ensayando en esta vida lo que él espera en la eternidad; y no, no me refiero –solamente- a platillo suculento o a vinito sabrosón, sino a su capacidad para compartir su gusto por la vida, su fraternidad sacerdotal, su gentileza y bonhomía…

LA VERDAD ES QUE –también así sucede- luego nos carga la mano o anda viendo de qué modo nos hace la vida de cuadritos (como todos y no más, claro está), ¡pero hasta en eso muestra una caballerosidad del siglo pasado y muy adaptada a los tiempos de celular y lap-top!…

A RIESGO DE SER indiscreto, yo diré que disfruto sus quejumbres y reveses porque a las vistas está que no los hace con izquierda mordaz, sino con la derecha luminosa que le dan los años y, con ellos, la experiencia acumulada en tantos ministerios y aderezada con la amistad de sus muchos amigos que le aprecian desde ahora y hasta la eternidad, en donde Dios bendito nos habrá de colmar con su misericordia sin fin; y a riesgo de ser abusivo, te pediré –amable lector- que en la plegaria final de estas noches le des gracias a Dios por la gran entrega de este buen sacerdote: Pedro Darío Bragado Rodríguez…

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