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Columna invitada

No todos los errores vienen de Rusia

Nuestra cultura occidental vive en el más grosero libertinaje y es víctima de las peores esclavitudes que ella misma ha creado.

1 abril, 2022
No todos los errores vienen de Rusia
Eduardo Hayen Cuarón

En la tercera de las apariciones de la Virgen María en Fátima a Jacinta, Francisco y Lucía en 1917, Nuestra Señora advirtió: “Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia”. Y añadió: “El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”.

Los errores a los que la Virgen se refería fueron, sin duda, la difusión del comunismo –doctrina basada en una visión materialista del hombre, de la sociedad y del sentido de la vida– doctrina que fue esparcida en el mundo por el siniestro imperio de la URSS, y que causó millones de muertos en los lugares en que se impuso. En el genocidio más grande de la historia, innumerables mártires cristianos dieron su vida abrazados a la Cruz de Cristo frente a los regímenes totalitarios del este europeo y soviético.

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Según datos del Proyecto Emaús, en 1989 sólo el 17 por ciento de los rusos profesaban la fe cristiana ortodoxa mientras que el 75 por ciento se declaraban ateos. Hoy en Rusia, donde el 70 por ciento se declara creyente, se construyen mil iglesias cada año, mientras que en Moscú existen más de 600 templos y el Patriarcado contempla la construcción de otros 200. ¿Podemos interpretar que con esta inversión de marcha del ateísmo ruso hacia la fe cristiana la profecía de la Madre de Dios se cumple? Sin duda alguna.

Mientras que en Rusia se levantan templos, en la Unión Europea se cierran iglesias y se convierten en antros y otros negocios. Por algo muchos la llaman Unión Euroatea. Hoy los errores no vienen de Rusia sino de Europa y Estados Unidos que imponen el aborto y la ideología de género. Recientemente la UE retuvo 45,000 millones de euros a Polonia y Hungría por sus políticas provida y contrarias a las políticas LGTBI.

En 1978 el filósofo ruso Alexander Solzhenitsyn fue invitado a dar un discurso en una graduación en la Universidad de Harvard, alocución que se hizo célebre por poner el dedo en la llaga. Entre otras cosas, esto fue lo que dijo:

“Si alguien me preguntara, en cambio, si yo propondría a Occidente, tal como es en la actualidad, como modelo para mi país, francamente respondería en forma negativa. No. No recomendaría nuestra sociedad como un ideal para la transformación de la nuestra. A través de profundos sufrimientos, las personas en nuestro país han tenido un desarrollo espiritual de tal intensidad que el sistema occidental, en su presente estado de agotamiento, ya no aparece como atractivo”.

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Y en su libro El error de Occidente escribió: “El mundo occidental llega a un momento decisivo. En los próximos años se va a jugar la existencia de la civilización que la creó. Pienso que no es consciente de ello. El tiempo ha erosionado su noción de libertad. Se han quedado con el nombre y fabricado una nueva noción. Han olvidado el significado de la libertad. Cuando Europa la conquistó en torno al siglo XVIII, era una noción sagrada. La libertad desembocaba en la virtud y el heroísmo. Y lo han olvidado. Esa libertad que para nosotros sigue siendo una llama que ilumina nuestra noche, se ha convertido para ustedes en una realidad mustia y a veces decepcionante porque está llena de oropeles, de abundancia y de vacío.

Ya no son capaces de sacrificarse ni de comprometerse apenas por ese fantasma de la antigua libertad. Tienen la impresión de que las democracias pueden durar siempre. Pero no es así. La voluntad interior es más importante que la política… la batalla no se libra entre ellos y ustedes, si no entre ustedes y ustedes mismos“.

Las palabras de Solzhenitsyn nos ponen frente al espejo para ver que nuestra cultura occidental, que se jacta orgullosamente de su libertad, en realidad vive en el más grosero libertinaje, en una degradación moral sin precedentes y es víctima de las peores esclavitudes que ella misma ha creado. La guerra en Ucrania no es otra cosa más que la guerra por expandir nuestra cultura, tan vacía y decadente, hacia las fronteras con Rusia.

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Si bien es condenable la invasión de Vladimir Putin a Ucrania, pido a nuestra Madre Santísima que fortalezca la fe cristiana de los rusos. Que el cristianismo los levante y su santo temor de Dios los convierta en una nación grande. Que ahora sean ellos los que nos estimulen a resistir espiritualmente y a recuperar nuestras raíces cristianas –y con ella la verdadera libertad– a quienes vivimos en Occidente.

El P. Eduardo Hayen es Director de Comunicación de la Diócesis de Ciudad Juárez.

Síguelo en Twitter como @padrehayen 




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