Es muy de lamentar que muchos católicos hayan perdido el sentido de lo Sagrado de la Santa Eucaristía. Se les ha olvidado que comulgar no consiste simplemente en ir a recibir una hostia como para cumplir un ritual que sucede en la Misa, como cuando en una conferencia se levanta la gente a comer galletitas a la hora del café.
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No se trata de recibir cualquier cosa, se trata de recibir a Cristo, a Dios mismo, en la Hostia Consagrada. Y para recibir a este Huésped Divino hay que tener el alma debidamente preparada. San Pablo advierte duramente del riesgo de condenarse por comulgar indignamente (ver 1Cor 11, 29).
Para poder comulgar se requiere:
1. Ser católico bautizado y haber hecho la Primera Comunión.
2. No tener conciencia de pecado grave. En caso de haber cometido un pecado grave es requisito indispensable confesarse antes de comulgar. A menos que una razón gravísima lo impida (una enfermedad, un peligro de muerte), en cuyo caso hay que hacer un acto de contrición y proponerse confesarse a la primera oportunidad.
3. No estar en situación irregular (como vivir en unión libre).
4. Haber guardado el ayuno eucarístico: no haber comido, bebido o mascado nada una hora antes de comulgar (enfermos y quienes reciben la Comunión en casa u hospital están exentos de esta norma).
5. Recibir la Comunión devota y respetuosamente: sin estar bajo el influjo del alcohol o la droga y sin dar lugar a escándalo.