Vamos a contracorriente
Desde nuestra fe, recordaremos siempre el sexto y noveno mandamientos de la Ley de Dios, que nos enseña respetar la sexualidad y el matrimonio.
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Varios han festejado que las legislaturas locales de los 32 Estados (Provincias) de nuestro país ya han aprobado lo que erróneamente llaman “matrimonio igualitario”, por el que dos personas de mismo sexo se comprometen a vivir unidos como si fueran esposos. No discriminamos ni ofendemos a quienes manifiestan esa tendencia, pero no se le puede llamar “matrimonio” a lo que contradice incluso el sentido de esta palabra, que tiene que ver en su origen con la maternidad, cosa que biológicamente no puede darse en este tipo de parejas.
Los creyentes en Cristo vamos en sentido contrario a lo legislado por nuestros diputados locales, conforme a lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad: “Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (Cf. Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357). Sin embargo, guiados por la actitud de Jesús, se nos indica con severidad: “Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición” (2358).
Cada día son más los Estados que reconocen lo que llaman “derecho al aborto”, como si asesinar a un inocente fuera totalmente legal. Aunque nuestros legisladores lo aprueben; aunque el Presidente de Estados Unidos lo promueva, en contradicción con su fe católica; aunque esto se aliente desde la ONU, nosotros siempre sostendremos que eso va en contra del quinto mandamiento de la Ley de Dios, que explícitamente ordena no matar. Comprendemos a las mujeres que se sienten presionadas para abortar, y porque lamentamos que tomen esa decisión, debemos ver la forma de estar cerca de su situación para apoyarles en otro tipo de ayudas. Nos deben importar ambas vidas: de la madre y de la criatura en gestación, que es un verdadero ser humano, con todos sus derechos.
Nos preocupa que cada vez más jóvenes no quieran comprometerse de por vida en un matrimonio; nos preocupa que los recién casados no quieran tener hijos, para seguir disfrutando de todo, sin el “estorbo” de unos hijos; nos preocupa que parejas bien constituidas, incluso sacramentalmente, se separen a las menores dificultades; nos preocupa la liberalidad en el uso de la sexualidad desde temprana edad, sin estar preparados física, psicológica y moralmente. Desde nuestra fe, recordaremos siempre el sexto y noveno mandamientos de la Ley de Dios, que nos enseña respetar la sexualidad y el matrimonio. En todo esto, vamos a contracorriente de las modas actuales, que presumen de libertad y progreso, dañando a las mismas personas en su ser más profundo.
Discernir
El Papa Francisco, en su mensaje de este 1 de noviembre, ha dicho claramente: “Las Bienaventuranzas de Jesús (cf. Mt 5,1-12), que son el carnet de identidad de los santos, ¡hablan de una vida a contracorriente, de una vida revolucionaria! Los santos son los verdaderos revolucionarios... Los que trabajan por la paz «serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y del predominio; en el Cielo serán los más cercanos a Dios, los más parecidos a Él”.
Y en su Exhortación Gaudete et Exultate, afirma: “Aunque las palabras de Jesús puedan parecernos poéticas, sin embargo van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad; y, si bien este mensaje de Jesús nos atrae, en realidad el mundo nos lleva hacia otro estilo de vida. Las bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; al contrario, ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo. Volvamos a escuchar a Jesús, con todo el amor y el respeto que merece el Maestro. Permitámosle que nos golpee con sus palabras, que nos desafíe, que nos interpele a un cambio real de vida. De otro modo, la santidad será solo palabras” (Nos. 65-66).
“Jesús mismo remarca que este camino va a contracorriente hasta el punto de convertirnos en seres que cuestionan a la sociedad con su vida, personas que molestan. Jesús recuerda cuánta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás. Si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad, no pretendamos una vida cómoda, porque «quien quiera salvar su vida la perderá» (No. 90).
Actuar
¿Tu criterio de vida es lo que hacen los demás, o te guía siempre la Palabra de Dios? ¿Tu forma de pensar y de vivir trata de discernir la vida actual a la luz de Jesucristo? Si quieres ser fiel a tu fe católica, analiza lo que se hace y se difunde, para ver si está de acuerdo con lo que Dios nos enseña, y decide tu camino de vida. Prepárate a las críticas e incomprensiones por la verdad del Evangelio.
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