Al rezar, dialogamos con Dios, Nuestro Padre. Foto: Especial
En la Iglesia Católica, el acto de reparación es una expresión concreta del arrepentimiento y del deseo de restaurar el bien dañado por el pecado. Surge del reconocimiento de que el mal, además de ofender a Dios, hiere la comunión con los demás y desordena el corazón humano.
Por eso, reparar no es solo pedir perdón, sino también buscar restablecer la armonía y la justicia, tanto interior como exterior, que el pecado ha quebrantado.
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, el sacramento de la Penitencia o Reconciliación es llamado también “sacramento de conversión” porque realiza la llamada de Jesús a volver al Padre. En ese camino de retorno, la reparación ocupa un lugar esencial: implica hacer enmienda, es decir, asumir las consecuencias del mal cometido y procurar compensar, con obras de amor y penitencia, lo que fue dañado por el egoísmo o la injusticia.
Señor Jesús:
Te pedimos perdón por nuestras faltas y ofensas,
las cometidas por ignorancia, debilidad e imprudencias
y las graves: blasfemias, sacrilegios, profanaciones, herejías.
Te ofrecemos en reparación nuestro corazón,
que ponemos en las manos de nuestra Madre María:
Recibe nuestra fe por los que no creen en Ti,
nuestra esperanza por los que no esperan en Ti,
nuestro amor por lo que no te aman,
nuestra gratitud por los que no te agradecen,
nuestra adoración por los que no te adoran.
Nos acogemos confiados a Tu misericordia,
amor que más se necesita cuando menos se merece.
Rescátanos de las tinieblas, Tú que eres la Luz,
líbranos del pecado y regálanos Tu perdón. Amén.
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