Un mundo abierto, principales puntos del 3er capítulo de Fratelli tutti
En este capítulo, el Papa expone que un ser humano sólo alcanza el desarrollo pleno en la entrega sincera a los demás
Participa cada lunes a las 21:00 horas (tiempo del centro de México) en La Voz del Obispo en Facebook Live. Este lunes 26 de octubre podrás conversar con el autor de este texto, Mons. Daniel Rivera, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, quien hablará sobre el tercer capítulo de Fratelli tutti, la encíclica del Papa.
Pensar y gestar un mundo abierto es el título del tercer capítulo de la encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social. El Papa Francisco escribe desde sus convicciones cristianas que lo alientan y lo nutren, pero abierto al diálogo con todas las personas de buena voluntad.
En este tercer capítulo, el Papa afirma que: “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros”. Ese es el secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión y fraternidad.
Desarrolla luego seis temas que describimos a continuación de manera sintética:
Más allá
El hombre tiene que llevar a cabo la empresa de: “salir de sí mismo” pues no puede reducir su vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a su propia familia, porque es imposible entenderse a sí mismo, sin un tejido más amplio de relaciones.
El valor único del amor
La grandeza de la vida humana está marcada por el amor. Es lo primero, lo que nunca debe estar en riesgo. Un amor que va más allá de las acciones benéficas, y que acoge al otro por ser quien es, buscando para él lo mejor para su vida.
La creciente apertura del amor
El amor, nos pone además en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. El amor no es geográfico, sino existencial.
El amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos “amistad social” que, cuando es genuina, es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal, en el respeto y la promoción de la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo.
Trascender un mundo de socios
No es posible ser prójimo sólo de quienes permitan asegurarnos beneficios personales.
Así la palabra “prójimo” pierde todo significado, y únicamente cobra sentido la palabra “socio”. Los que únicamente son capaces de ser socios, crean mundos cerrados. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad.
Amor universal que promueve a las personas
Nosotros hablamos de amistad social y de fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia. Este es un principio elemental de la vida social. Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por nadie.
Promover el bien moral
La promoción del bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, nos hace caminar hacia un crecimiento genuino e integral, sin él se difunden el egoísmo, la violencia, la corrupción, la indiferencia y, en definitiva, una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses individuales.
Conviene destacar el valor de la solidaridad que, como virtud moral y actitud social, exige el compromiso de todos. La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás.
Reproponer la función social de la propiedad
Finalmente, es necesario garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral.
El principio del uso común de los bienes creados para todos es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social, es un derecho natural, originario y prioritario. Nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades.
Podemos concluir diciendo que se trata de entrar en otra lógica que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Porque la paz real y duradera sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana
*Mons. Francisco Daniel Rivera Sánchez, M.Sp.S. es Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México.
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