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COLUMNA

La voz del Obispo

Ora, trabaja y lee, un programa para el Año Nuevo

En San Benito encontramos un referente que puede inspirarnos hoy, en una época en que vivimos, como en su tiempo una decadencia política, social y religiosa.

28 diciembre, 2023
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Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. 

En un rincón del mundo llamado Nurcia, en el año 480, en plena decadencia política, social y moral del Imperio Romano, nacieron Benito y Escolástica, hermanos gemelos. San Benito buscaba a Dios en la lectura de la espiritualidad de los Padres del desierto, fue a Roma a formarse, pero decepcionado por no encontrar respuestas a la pregunta fundamental sobre el sentido de su vida se retiró a Subiaco donde vivió como eremita 3 años, fue ahí donde Benito entró a una cueva, escuchó la Palabra de Dios y se convirtió en la Palabra que escuchó al traducir las enseñanzas de la Palabra de Dios en acciones concretas.

De esta manera San Benito se ejercitó para ser signo de la presencia viva y operante del Espíritu de Dios en el mundo. La cuestión que abarcaba toda su vida se sintetizaba en la búsqueda de Dios Quaerere Deum, buscar a Dios. Y lo comenzó a encontrar primeramente retirándose a un lugar apartado del bullicio pues decía “deseo servir a Dios en la soledad”, lo comenzó a encontrar en el trabajo, en la oración y en la lectura, y es así como Benito encontró la respuesta al sentido de su existencia al encontrar a Dios en estos medios; poco a poco vinieron a él personas que querían también encontrarse con Dios y él con un testimonio coherente les compartía el recorrido de su búsqueda: ora et labora et lege. San Gregorio Magno decía que “el santo no enseñó nada distinto de lo que vivió”. Unos monjes del monasterio de Vicóvaro, tras la muerte de su Abad, le pidieron a Benito que fuera su Abad, pero Benito aceptó solo con la condición de que prometieran volver a una vida verdaderamente religiosa.

Esta experiencia de Abad comenzó con un fracaso pues la promesa de los monjes no correspondía a su compromiso. Es así como Benito comprendió que para llevar a cabo su proyecto de vida monástica se requerirían de hombres nuevos, por ello regresó nuevamente a la soledad en Subiaco donde atrajo a muchos jóvenes y adultos que deseaban consagrar su vida a Dios y lo tomaban como padre y maestro. Construyó doce monasterios en Subiaco y sus alrededores con doce monjes cada uno dando inicio a la Orden Benedictina que se consolidaría en Montecasino hacia el año 525 poniendo así las bases para una nueva civilización, la civilización europea. Por ello San Benito es patrono de Europa.

En San Benito encontramos un referente que puede inspirarnos hoy, en una época en que vivimos, como en su tiempo una decadencia política, social y religiosa. La vida de San Benito nos invita a ponernos delante de la cuestión Quaerere Deum, Buscar a Dios, y a responder como él lo hizo: trabajando los campos con sus monjes, absorto en la lectura, pasando largas horas en la oración, gobernando y dirigiendo a sus hijos, evangelizando campesinos y paganos, aligerando el sufrimiento de los pobres en las carestías y pestes.

Un Obispo de Nursia, Mons. Ottorino decía que “Benito, hombre de oración, favorecido con singulares dones del Espíritu, fue un contemplativo que vivía como inmerso en lo divino, y sin embargo su alma permanecía siempre en lazo de amor con los débiles y miserables, sabía inclinarse sobre la pobreza de sus hijos con ternura y con una condescendencia paciente y afectuosa”.

Al inicio de este 2024, San Benito nuevamente nos enseña como a través de la oración, el trabajo y la lectura podemos encontrarnos con Dios fuente de todo desarrollo humano y espiritual. Nos enseña que así como en su tiempo se formaron monasterios y alrededor de los monasterios aldeas queriendo responder a la cuestión Quaerere Deum con la oración, el trabajo y la lectura, también hoy podemos iniciar el Año nuevo con este programa de vida personal, familiar y comunitario colocando lo más importante como primer propósito, es decir, la búsqueda de Dios.

En efecto “no hay que anteponer nada al amor de Dios”. Orar como si todo dependiera de Dios, trabajar como si todo dependiera del ser humano y la lectura razonada y orante que busca la verdad en la ciencia,  la filosofía y la teología pueden ser el inicio de la respuesta a la cuestión fundamental de la vida que es la búsqueda de Dios, orar, trabajar y leer pueden llevarnos a una reforma personal que, desde lo más profundo del alma, irradie y se difunda como principio fundamental de una nueva civilización: la civilización del amor anunciada y traída por Cristo nacido en el portal de Belén.


Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.