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COLUMNA

La voz del Obispo

Acapulco ápice de una realidad

Acapulco ha dejado ver la dificultad que existe entre la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales, iglesias y autoridades para responder con mayor eficacia.

15 noviembre, 2023
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Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. 

La devastación del huracán Otis de categoría 5 en Acapulco, en la víspera de la conmemoración de los fieles difuntos y por lo tanto con un incremento en el número de personas por la visita de turistas y familiares a la ciudad turística, ha dado como resultado cifras de muertos y desaparecidos que no son sólo números sino historias trágicas.

Acapulco, junto con la escases de comida y agua, junto con la inseguridad que ahí se esta viviendo por los saqueos, junto con los damnificados, nos deja ver un huracán mayor que el que ha dejado cerca de cincuenta muertos y otro más de desaparecidos. ¿Cuál es este huracán mayor?

Acapulco nos deja ver en esta catástrofe efectos concretos del cambio climático. Los fuertes vientos de más de 250 kilómetros por hora han causado una tragedia nunca antes vista. Los efectos del cambio climático son evidentes en esta tragedia. Es necesario despertar la conciencia de los daños que estamos causando a la naturaleza contaminándola y explotándola ocasionando así pesadillas de las que muchos no despertará.

Acapulco ha revelado una sociedad desigual, pues aunque todo fue devastado, no se recuperarán al mismo tiempo los que perdieron prácticamente todo su patrimonio que quienes perdieron un mínimo porcentaje de sus propiedades. Aunque para la muerte no hubo distinciones.

Acapulco ha dejado ver la dificultad que existe entre la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales, iglesias y autoridades para responder con mayor eficacia ante las emergencias, dificultad que ha de ser superada porque hay muchos asuntos que requieren de la comunión para ser afrontados de modo eficaz.

Ante este fenómeno la Iglesia ha de ser luz que ilumina, fuego que calienta, y no una hoguera ficticia. Los miembros de la Iglesia no hemos de mirar el fenómeno como un acontecimiento trágico sin más, sino en toda su complejidad e incertidumbre, es decir, mirar como quien se coloca frente a un misterio que se puede profundizar.  Los miembros de la Iglesia hemos de mirar este acontecimiento como un ecosistema donde todo está interrelacionado, no generando actitudes positivas o negativas, sino tendiendo a generar la decisión de involucrarse en un camino común que afecta a todos.

Esta tragedia pide un cántico nuevo, “cantad al Señor un cántico nuevo”, un cántico para ser tocado no por un solista, ni por un cuarteto, sino por una orquesta. Cada uno, desde su personaje (vocación), mirando fijamente la partitura del evangelio, estando muy atentos a las indicaciones del director que es el Espíritu Santo puede “cantar al Señor un cántico nuevo”, ¿Cómo?

Desde la comunión poniendo los puntos de vista en común, “poniéndose de acuerdo” sería la versión más corta de esta pretensión.

Desde una mayor participación, creando un concierto de voluntades, “concordia” (corazón con corazón), unir las voluntades para “jalar para el mismo lado” sería una expresión que todos entendemos.

Desde la misión caminando hacia las necesidades más apremiantes para dar una respuesta que se pueda considerar una verdadera obra de arte como verdaderos artesanos, o para dar respuestas arquitectónicas que puedan volver a restaurar y poner en pie no solo a Acapulco, sino a la sociedad mexicana. Por ahora, tenemos la oportunidad de realizar un ensayo, pero un ensayo en vivo, un ensayo que nos capacitará para responder a la gran realidad que se ha revelado en Acapulco.

Mons. Carlos Enrique Samaniego López, es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México.


Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.