Solemnidad de Pentecostés: La armonía en la pluralidad
Este día celebramos la gran solemnidad con la que coronamos el tiempo pascual: Pentecostés. Actualizamos la venida del Paráclito para toda la comunidad de los discípulos del Señor Resucitado, y por supuesto lo que destaca de este Acontecimiento, además de la fuerza con la que se manifiesta el Espíritu Divino es lo que produce: la […]
Este día celebramos la gran solemnidad con la que coronamos el tiempo pascual: Pentecostés. Actualizamos la venida del Paráclito para toda la comunidad de los discípulos del Señor Resucitado, y por supuesto lo que destaca de este Acontecimiento, además de la fuerza con la que se manifiesta el Espíritu Divino es lo que produce: la armonía.
Y es que el Espíritu Santo, no sólo es el autor de la unidad en la vida de la comunidad eclesial, sino también aquel que provoca la armonía.
En el campo musical la armonía se entiende como “la unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes pero acordes”.
Es por eso que, en sentido analógico, podemos emplear este término para referirnos a un estado de paz, concordia y acuerdo, tanto entre las personas entre sí como entre Dios y el hombre. Una vida en unidad, compasión y amor, buscando evitar la discordia y la rivalidad. Es claro que esto indicado para las relaciones interpersonales, se pone el acento en la vida de familia, de las comunidades y de los grupos eclesiales, así como en la relación con Dios mismo.
En un sentido religioso la armonía puede entenderse como unidad en el espíritu, es decir, tener un mismo sentir, un mismo espíritu, ser compasivos y fraternales unos con otros. También implica la concordancia y el acuerdo, esto es llegar a la convergencia por el acuerdo en pensamientos, acciones y sentimientos, buscando siempre el bien común. Además, la armonía trae consigo paz y equilibrio, lo que implica vivir en paz con Dios, con los demás y con uno mismo, experimentando el bien que nos permite afrontar las situaciones con paciencia y sabiduría. Por supuesto esto conlleva relaciones adecuadas, pues a nivel de las comunidades, de la familia, entre creyentes o incluso en la diferencia de credos se busca la unidad, la paciencia y la condescendencia para con todos.
Cuánto necesitamos en nuestros días de esta armonía que nos trae el Espíritu Santo; no sólo entre los discípulos del Señor que tantas veces “sonamos” sin armonía por pensar y sentir que ser diferentes es un problema, una amenaza y se vive nuestra vida cristiana en un conflicto permanente; sino también las relaciones entre los miembros de nuestra Ciudad, del País y del Mundo entero. Hay un anhelo porque podamos vivir, gracias a la armonía del Espíritu, una mayor unidad, concordia, paz y unas relaciones para una verdadera fraternidad.
Pidamos como fruto de la celebración de esta Solemnidad particularmente el don de la armonía para todas las relaciones entre las personas y las comunidades.
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