Unidad
Los síntomas de una verdadera conversión pastoral es un calendario lleno de acompañamientos más que eventos
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 18 de noviembre de 2022. En 1993 se consagra como religioso agustino recoleto y realiza sus estudios de filosofía y teología; ordenado sacerdote el 31 de julio de 1999.
“En Aquel Uno, somos uno”, s. Agustín, Serm. 127.
En este cambio de época hay dos situaciones que logran adentrarse en la familia y en todo tipo de comunidades: la cultura de la fragmentación y la polarización. Nuestra sociedad de riesgo ya no aglutina las desigualdades en clases, sino que éstas son tan intensas, tan evidentes, que todos estamos sujetos a ellas.
La angustia, la no certeza, la inseguridad y la desigualdad es vivida de forma individual y de manera permanente y cotidiana. Hemos hecho algo normal lo que es anormal: la violencia verbal, física y psicológica ha permeado en la familia, el trabajo y la calle. Hemos cometido el error de abrir las puertas a la indiferencia globalizada que nos hace ánonimos encerrados en un número o en un código.
La construcción del tejido social inicia cuando los mecanismos democráticos funcionan y se crean para mantener los vínculos sociales o reparar aquellos que han sido cortados o son precarios, en consecuencia, su propósito es destacar las normas o las instituciones que pueden permitir la vinculación de los individuos con la sociedad o los mecanismos sistémicos que permiten desarrollar acciones colectivas y que articulan al conjunto de la sociedad.
Como Iglesia católica debemos desenmascarar las viejas y nuevas esclavitudes que hieren al hombre y mujer especialmente hoy que vemos rebrotar discursos xenófobos y promueven una cultura basada en la indiferencia, el encierro, así como en el individualismo y la expulsión.
La llamada a la unidad del papa León XIV a todos los miembros del Pueblo de Dios es para desarollar el “sensus ecclesiae” -el sentido de comunión- desde un rostro pluriforme de la Iglesia. Como Iglesia arquidiocesana estamos llamados a evitar la separación del entero cuerpo eclesial, para que no aparezcan los síntomas de debilidad, desánimo e indiferencia entre los miembros activos de nuestra arquidióceisis.
Nuestra atención debe estar puesta en no caer en la tentación del padre de la mentira y la división, el maestro de la separación para que no sea fragmentado de hecho el cuerpo del santo Pueblo fiel de Dios.
La sinodalidad es más que una reunión en círculo con una especie de lectio divina en donde hay “consenso” con una imagen externa diferenciada. Es un estilo de trabajo que promueve la unidad evitando el clericalismo externo y el formalismo interno.
El gran desafío para la conversión pastoral es intensificar el diálogo sincero y la mutua colaboración entre todas las vicarías funcionales y comisiones, sin clericalizar a los laicos, ni secularizar a los clérigos, escuchando activamente sin la fabricación de respuestas, ni establecer juicos preestablecidos.
Mucho se llena nuestra boca de “sinodalidad” cuando nuestros gestos pueden sumar más órdenes que servicio.
Cuando nuestro lenguaje y nuestros gestos son directivos y asociales más que miembros de la Iglesia que servimos a las personas que viven en situaciones de pobreza y vulnerabilidad. La sinodalidad se vive desde el proceso misionero de la Iglesia, no es algo aparte, un evento de moda, un instrumento para solucionar diferencias y mostrar nuestros egos.
Los síntomas de una verdadera conversión pastoral es un calendario lleno de acompañamientos más que eventos; una experencia y percepción de armonía con toda la Iglesia para poder caminar juntos en donde la escucha se convierte en algo más que una consulta y en donde la novedad y el cambio son elementos necesarios para seguir construyendo una Iglesia creíble y misionera.
Cuando vivimos este proceso de conversión pastoral en lo cotidiano, fuera de la Semana Santa y la Navidad, aprendemos a cultivar el valor de lo sencillo, a escuchar el clamor del Pueblo de Dios y a crear unidad en aquellos lugares donde se especula y divide con la boca y los gestos.
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