El pasado 5 de julio la Provincia de México convocó a los jóvenes que viven en la Ciudad de México para tener la experiencia de encuentro con Dios y entre coetáneos. Ha sido un momento muy significativo para la Iglesia que peregrina en esta gran urbe, pues hemos sido testigos de la fuerza y la vitalidad de una Comunidad cristiana que logra animar y entusiasmar a las nuevas generaciones.
Este momento de verdadero jubilo estuvo precedido por una Asamblea de Pastoral juvenil-vocacional, en ella se ha puesto a foco el momento crítico que vivimos como Iglesia ante la poca respuesta vocacional y se ha buscado escuchar a Dios y a los hermanos para descubrir caminos que permitan revertir lo que ya desde hace varios años se esta viviendo y empieza a poner en riesgo la posibilidad de atender en un futuro, no muy lejano, la tarea misionera y evangelizadora en esta gran Ciudad.
La respuesta ha sido extraordinaria, más de 6000 jóvenes que jugaron, convivieron, tuvieron experiencias a partir de las nuevas tecnologías, cantaron, bailaron, oraron, un día realmente bendecido que tuvo al centro la Eucaristía en donde los jóvenes participaron de manera muy activa, llena de fervor y entusiasmo, amén de sentirse orgullosamente hijos de la Iglesia al corear: “Esta es la juventud del Papa”.
Ahora toca el turno a la vivencia del Jubileo de los jóvenes en Roma, la esperanza de muchos de nuestros chicos se ha puesto en la posibilidad de hacer una experiencia junto a otros muchos jóvenes del mundo y por supuesto encontrarse con el Papa León XIV para ser confirmados en la fe y saberse siempre enviados a compartir la alegría del Evangelio.
En Roma los jóvenes serán recibidos celebrando la Eucaristía; participarán de diferentes eventos culturales, artísticos y espirituales; tendrán también la oportunidad de reconciliarse en medio de una gran jornada penitencial; además vivirán una jornada de oración junto al sucesor de san Pedro, así como la celebración de una magna Eucaristía en la que escucharán las palabras del Papa León XIV, quien seguramente los exhortará y animará a vivir y compartir su fe con entusiasmo y alegría.
Y todo esto sucede ante la realidad de un mundo, que pese a todo el confort que ofrece, “no llena”, no satisface la expectativa de plenitud y felicidad que todo ser humano lleva en su interior. Cuando vemos que los jóvenes son capaces de dejar otras actividades por dedicarse a conseguir todos los medios para poder hacer realidad momentos de encuentro con otros, con sus compañeros generacionales, con personas concretas que los dirigen y guían, con Dios mismo; no podemos sino admirarnos, agradecer y alabar a Aquel que es el origen y la meta, el animador y quien sostiene esta vitalidad que a muchos sorprende pero sobre todo infunde la virtud que en su pensamiento y corazón de pastor el querido Papa Francisco ha querido para este año jubilar: la certeza de que Cristo es nuestra esperanza.
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