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Columna invitada

Una palabra tuya y algunas acciones mías bastarán

Dios lo puede todo. Una sola de sus palabras bastaría para sanar nuestra alma, pero son nuestras acciones las que lo invitan a quedarse en nuestro corazón.

30 noviembre, 2021
Una palabra tuya y algunas acciones mías bastarán
Marcela Hernández
POR:
Autor

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México y está certificada como Coach Ontológico por parte del Tecnológico de Monterrey CEM. También tiene una especialidad en Logoterapia por parte del Instituto Mexicano de Tanatología. Instructor y facilitador en temas de desarrollo humano y empresarial, tales como: Sentido de Vida y Trabajo, Inteligencia emocional, Liderazgo, Coaching, Comunicación Asertiva, entre otros. Actualmente es Socia Fundadora de Sensum, empresa especializada en estrategias de sentido para empresas y personas. 

¿Cómo podemos ser dignos de que Dios entre en nuestra casa? Entiéndase por casa no sólo a nuestro hogar, sino también a nuestra familia, trabajo, proyectos, relaciones, en fin, todo lo que concierne a nuestra vida, incluso nuestro cuerpo que aloja a nuestro único e irrepetible corazón, aquel que Dios creó con tanto cuidado y amor, y que ha ido corrompiéndose con el tiempo.

Cada año, llega diciembre y con éste nuestros planes e intenciones de cambiar lo malo por lo bueno y lo bueno por lo mejor. Desde los primeros días empezamos con las listas, tratando de implementar cualquier tipo de ritual que nos promete la posibilidad de por fin llenar nuestros vacíos.

Es también un momento típico de depuración de nuestros closets y cajones para sacar todo aquello que nos sobra y así poder dar la entrada a “nuevas energías”. Sacamos de todo sin cuestionarnos si realmente lo que necesitamos dejar fuera de nuestra casa y de nosotros mismos son muchas otras cosas que hemos seguido cargando – incluso acumulando más – año tras año.

¿Cómo podríamos disponernos a nosotros mismos para ser la morada de Jesús? ¿Qué remodelaciones necesitaríamos llevar a cabo para hacernos dignos del huésped más importante de nuestra vida?

Dios lo puede todo. En verdad una sola de sus palabras bastarían para sanar nuestra alma, como le dijo el centurión a Jesús, pero recordemos que el don más grande que Él nos dio es la libertad y que serán nuestras acciones las que lo inviten a pasar y a quedarse en nuestro corazón.

“No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad”. San Agustín

5 acciones para reconstruirnos y ser una morada digna para Dios

1. Humildad

Derrumbarnos ante los ojos de Dios, aceptando que hemos fallado una y mil veces, reconociendo nuestro dolor por haberlo ofendido y proponiéndonos con firmeza enmendar dichas fallas. Soltar la falsa creencia de que nos bastamos a nosotros mismos y abrazar la certeza de que lo necesitamos en nuestro camino.

2. Valor

Comenzar tirando los viejos miedos a vivir por Él y para Él, sin importar los adjetivos que otras personas nos vayan a dar. Enfocar nuestra mirada en el servicio a Dios y en la retribución de sus dones y no en la “popularidad” que viene de la opinión de los demás.

3. Apertura

Demoler los muros que hemos levantado con nuestros juicios y que nos separan de los demás. Entendamos que somos capaces de cometer sus mismos errores, e incluso peores, y que señalarlos con tanta insistencia sólo es una forma de evadir nuestras propias carencias y debilidades.

4. Entrega y servicio

Abrir las persianas del egoísmo, aquellas que dan un efecto “blackout” y nos mantienen encerrados en nosotros mismos, sin poder ver la luz, pero sobre todo sin poder ser luz para los demás, mirar hacia afuera y observar las necesidades ajenas, asumiendo la responsabilidad de brindar nuestros dones y talentos en pro de la humanidad.

5. Prudencia

Cambiar la chapa de la puerta para cuidar lo que entra por ella, pero sobre todo lo que sale. Cerrarla cuando se trate de evitar que de nosotros emanen palabras hirientes, acciones ofensivas, críticas, quejas estériles que sólo dañan a quienes nos rodean y que al mismo tiempo empolvan nuestra mente y nos impiden pensar y actuar con mayor claridad.

Jesús no irrumpe en ningún lugar. Él ha puesto la decisión en nuestras manos. Remodelemos nuestra vida, abramos las puertas para dejarlo entrar, o más bien abramos los ojos para ser capaces de ver que Dios ya está ahí, esperándonos. No nos neguemos la dicha de observarlo cada día, en cada instante y en cada persona. Veamos a nuestro alrededor todas las posibilidades que la vida nos regala para hacer el bien por los demás y así no sólo dejarlo entrar en Navidad, sino invitarlo a que se quede a vivir para siempre en nuestro corazón.

¿Quién es Marcela Hernández?

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México y está certificada como Coach Ontológico por parte del Tecnológico de Monterrey CEM. También tiene una especialidad en Logoterapia por parte del Instituto Mexicano de Tanatología. Instructor y facilitador en temas de desarrollo humano y empresarial, tales como: Sentido de Vida y Trabajo, Inteligencia emocional, Liderazgo, Coaching, Comunicación Asertiva, entre otros. Actualmente es Socia Fundadora de Sensum, empresa especializada en estrategias de sentido para empresas y personas.

Nota: Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad única del autor y no representan necesariamente el punto de vista de Desde la fe.


Autor

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México y está certificada como Coach Ontológico por parte del Tecnológico de Monterrey CEM. También tiene una especialidad en Logoterapia por parte del Instituto Mexicano de Tanatología. Instructor y facilitador en temas de desarrollo humano y empresarial, tales como: Sentido de Vida y Trabajo, Inteligencia emocional, Liderazgo, Coaching, Comunicación Asertiva, entre otros. Actualmente es Socia Fundadora de Sensum, empresa especializada en estrategias de sentido para empresas y personas.