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COLUMNA

Columna invitada

San Ignacio de Loyola y el desarme voluntario

El programa de "Desarme voluntario" a nivel nacional nos hace voltear hacia san Ignacio de Loyola, cuya vida es un claro ejemplo de conversión hacia la paz.

1 abril, 2021
San Ignacio de Loyola y el desarme voluntario
Doctor Salvador Guerrero Chiprés
POR:
Autor

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX). 

San Ignacio de Loyola es la imagen sagrada más representativa de que se puede transformar una vida entregada a la violencia hacia la construcción de la paz. Él mismo pasó de ser un soldado del ejército español a ser el fundador de una de las comunidades religiosas más importantes para fomentar la reconstrucción del tejido social: los jesuitas.

Tras la batalla de Pamplona, en 1521, y haber sido herido de bala en una pierna, San Ignacio de Loyola cambió su perspectiva y dejó la armadura por la lectura, el estudio de la biblia y las enseñanzas de San Francisco de Asís. Trabajó con misioneros para buscar lo divino en cada una de las acciones cotidianas; sentó las bases para uno los lemas jesuitas: la paz se construye desde lo local.

Sus enseñanzas perduran hasta nuestros tiempos y encarnaron, incluso, en las políticas actuales gubernamentales y ciudadanas de pacificación. Un ejemplo contundente es el programa “Sí al desarme, sí a la paz” en la Ciudad de México, encabezado por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y la actual Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez.

Esta iniciativa reunió desde 2019 a representantes de la iglesia, autoridades locales y federales y a la población para una ardua misión: recolectar y destruir objetos bélicos, y fomentar la cultura cívica en las 16 alcaldías para comenzar una etapa nueva de participación ciudadana por la seguridad de la ciudad.

Incluso, el éjercito se unió a las enseñanzas de Loyola: fueron soldados de la pacificación al destruir cada una de las armas cortas, granadas y municiones que los ciudadanos entregaron voluntariamente.

El logro: 4 mil 700 armas menos en sólo un año. Las reacciones: la felicidad de familias que se sumaron a esta labor.

El símbolo: la creación de una escultura —ganadora de un concurso convocado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX— llamada “Molino para la paz”, en la intersección de Manuel González y Reforma, recibida con aplausos por habitantes de colonias como La Maza o Morelos, e incluso las partes más complejas de Tepito.

Este tipo de iniciativas y enseñanzas se replicarán en cada uno de los estados del país, empezando por los más desafiantes: Guanajuato, Jalisco, Estado de México.

La labor no termina ahí. Es sólo una muestra de lo que podemos lograr para transformarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno. De abandonar lo que nos hiere y acercarnos a lo que nos convierte en emisarios de un mensaje sagrado: la paz es de todos y para todos.

*Salvador Guerrero Chiprés (@guerrerochipres) es Presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

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Autor

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).