Ojos de Dios y mirada de Rita
La pandemia dejó evidencia de fe, resiliencia, capacidad para sobreponernos a la incertidumbre
Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).
En la pared, la mirada de Dios. En el testimonio de esa visión, en la víspera del fallecimiento de su marido y de su hijo, Rita encontró fuerza para seguir adelante.
Si la percepción es realidad como arrogantemente lo sostienen algunos científicos sociales quienes se dicen ateos, ¿por qué no lo sería la percibida imagen descrita por la maestra Rita en el hospital durante aquella epidemia que desmanteló familias y comunidades? ¿No es la inabarcable realidad de la fe más trascendentemente concreta que el poder temporal?
Hace 69 años, nació Rita Morales Vera en la Ciudad de México. Desde los 15 su deseo fue ser catequista, aunque siempre se dedicó a la docencia. Trabajó con niñas y niños con discapacidad auditiva. Con su hija abrió una escuela preescolar y, más tarde, dio clases en la Normal de Iztapalapa.
La felicidad se apagó en marzo de 2020. Ella, su esposo Jorge y su hijo se contagiaron de Covid19. El joven ingresó al Hospital de Zumpango; ella y su esposo al de Guadalupe Tepeyac.
La pandemia dejó evidencia de fe, resiliencia, capacidad para sobreponernos a la incertidumbre relacionada con la salud propia y de los seres queridos. Rita recuerda el 5 de abril de 2020, cuando desde la cama del hospital vio a una enfermera de cabello platinado acercarse a Jorge. Le pidió agradeciera a Dios por la vida. Luego, lo inexplicable: en la pared vio los ojos del Señor de la Misericordia. Para ella fue una señal en medio de su dolor.
Cinco días después recibió la terrible noticia del deceso de su hijo. Aún en su luto, Rita decidió tener un nuevo propósito.
Con el apoyo de Monseñor Canónigo Efraín Hernández Díaz, en tanto Rector de la Basílica de Guadalupe y alentador de la solidaridad entre los fieles de cualquier espacio de la Ciudad de México, así como del Padre Gilberto López Franco, se preparó como catequista en un diplomado a convertirse próximamente en su nueva licenciatura.
Después de dos años y tres meses de formación alcanzó el objetivo de su juventud. Ofrece desde hace tres años compañía espiritual a quienes más lo necesitan ahora en su nuevo domicilio, en Aragón.
Interpretó y actuó sobre señales recibidas mientras estaba hospitalizada. Halló en inspiración para llevar tranquilidad a las personas más vulnerables.
Como Rita, cada una de nosotras y nosotros podemos atender las señales para acompañar a quienes atraviesan por dificultades emocionales, hacerles sentir que hay alguien para escucharles sin juzgar ni cuestionar y acercarles apoyo especializado, como el de la Línea de Seguridad o Chat de Confianza, 55 5533 55533, del Consejo Ciudadano de la Ciudad de México.
La voluntad espiritual de Rita es un testimonio del valor de la fe religiosa: aun ante las pérdidas más dolorosas, la vida ofrece una oportunidad para servir, creer y convertir la muerte en quintaesencia señal de vida.
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