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COLUMNA

Historias ciudadanas

Champagnat: derecho a la educación

Su propuesta fue más allá de la enseñanza religiosa. Levantó escuelas rurales en la Francia postrevolucionaria y promovió la formación de docentes con vocación de servicio

5 junio, 2025
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Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX). 

La vida y obra de Marcelino Champagnat invitan a reflexionar sobre el sentido profundo de educar y a mirar su trayectoria como una respuesta comprometida ante las y los más vulnerables.

El sacerdote francés del siglo XIX, canonizado en 1999, fundó el Instituto de los Hermanos Maristas en 1817 con el propósito de acercar la educación a quienes carecían de todo, en especial niñas y niños.e

Su propuesta fue más allá de la enseñanza religiosa. Levantó escuelas rurales en la Francia postrevolucionaria, promovió la formación de docentes con vocación de servicio y diseñó espacios donde el aprendizaje ocurriera dentro de un entorno digno, afectivo y estructurado.

Para él, educar implicaba comprender el contexto y herramientas para construir un futuro diferente. La frase “para educar hay que amar” revela una realidad vigente: ningún modelo educativo tiene sentido si no parte del reconocimiento de la dignidad de cada persona.

Esa visión se refleja en iniciativas como el programa ALDEA Juvenil, implementado por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. Se trata de una estrategia social orientada a jóvenes de entre 15 y 29 años que viven en contextos de exclusión, violencia o alta vulnerabilidad.

Según datos de la Unicef, más de 4 millones de niñas, niños y adolescentes en México no van a la escuela y unos 600 mil están en riesgo de abandonarla. Aunque las “Aldeas” no sustituyen a las escuelas tradicionales, sí ofrecen una alternativa para quienes han quedado fuera de ellas.

Son espacios comunitarios transitorios donde las y los jóvenes reciben capacitación, atención médica, acompañamiento psicológico, actividades culturales y deportivas.

Así como Champagnat entendió que no existía educación sin comunidad, colocar a la juventud al centro de las decisiones públicas permite pensar una política educativa con enfoque social. El objetivo es garantizar el acceso a la escuela y construir entornos donde niñas, niños y adolescentes puedan aprender con estabilidad, apoyo y sentido de pertenencia.

Educar va más allá de la transmisión de conocimientos, es una lección vigente sobre cómo responder ante la desigualdad. Al priorizar la inclusión se honra esa visión y se reafirma un principio básico de Champagnat —de quien se conmemora su muerte este 6 de junio—: la educación es un derecho primordial que debe alcanzar a quienes más lo necesitan.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.


Autor

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).