Consuelo Mendoza
Hay imágenes que tocan el corazón, nutren el espíritu y nos llenan de esperanza. Así, cuando en la Iglesia vi cómo una joven mamá enseñaba a su pequeñita a persignarse; con devoción, sin prisas, haciendo la señal de la cruz correctamente y esperando paciente a que su hija repitiera cada palabra, de inmediato vinieron a mi mente los recuerdos de mi niñez y las lecciones del catecismo del Padre Ripalda, “¿Cuál es la señal del cristiano?: la señal del cristiano es la señal de la Cruz” repetíamos a coro; y luego nos persignábamos intentando hacerlo bien.
Desde entonces, como muchos otros cristianos, he hecho la señal de la cruz infinidad de veces; al despertarme, al pasar por una iglesia, en un momento difícil, pero ¿cuántas de esas veces hemos tenido consciencia de lo que significa?
Los cristianos nos preocupamos, y con toda la razón, de preservarnos y preservar a nuestras familias de las ideologías que intentan destruirlas. Hoy en día, los padres de familia enfrentan grandes retos para lograr una buena educación de sus hijos; su tarea es cada vez más difícil, porque el mal parece avanzar con pasos agigantados en una sociedad confundida y decadente, que obliga a “navegar contra corriente”. Todos nuestros esfuerzos valen la pena, pero es necesario recordar siempre, que la redención empieza en la Cruz, “y la Cruz es el distintivo que manifiesta quiénes somos: “nuestro hablar, pensar, mirar, obrar está bajo el signo de la Cruz, es decir, del amor de Jesús hasta el fin”. (Papa Francisco).
Persignarnos o santiguarnos, es saludar a Dios, es invocarlo y tenerlo presente en cada momento de nuestra vida, con la certeza de que la Cruz nos fortalece y protege en nuestro caminar diario, en las dificultades, en las tentaciones y en las incertidumbres.
Dice el Santo Padre Francisco, que: “cada vez que hacemos la señal de la Cruz, como al despertarnos, antes de las comidas, ante un peligro o antes de dormir, expresamos nuestra pertenencia a Cristo. Y la Cruz es el distintivo que manifiesta quien somos: nuestro hablar, pensar, mirar, obrar está bajo el signo de la Cruz, es decir, del amor de Jesús hasta el fin”.
Y el teólogo Romano Guardini nos aconseja “Considera estas cosas antes que hicieres la señal de la Cruz. Es el más sagrado de todos los signos. Hazlo bien: pausado, amplio, con esmero. Entonces abrazará él plenamente tu ser, cuerpo y alma, pensamiento y voluntad, sentido y sentimientos, actos y ocupaciones; y todo quedará en él fortalecido, signado y consagrado por virtud de Cristo y en nombre de Dios uno y trino”.
En los difíciles momentos que estamos viviendo y ante el mal que parece rodearnos, hagamos siempre la señal de la Cruz que nos protege, nos llena de esperanza y nos distingue como hijos de Dios.
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