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COLUMNA

Columna invitada

De todos depende el nuevo año

No podemos sólo exigirle a los gobernantes, debemos acompañarles con nuestra oración y, si es posible, con las luces de la Doctrina Social de la Iglesia.

5 enero, 2022
De todos depende el nuevo año
Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel

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Al inicio de este año, en el Estado de México, ha empezado el servicio de todos los nuevos ayuntamientos municipales.

En la cabecera de mi municipio, Coatepec Harinas, en el santuario El Cerrito, dedicado a la Virgen de Guadalupe, presidí una Misa para el nuevo presidente municipal y su Cabildo, pidiendo a Dios que les ilumine y les proteja en la responsabilidad que asumen, para que busquen siempre el bien de la comunidad.

Desde luego que no estoy comprometido con la alianza partidista que ahora gobierna, pues lo mismo hice con el Ayuntamiento de otro color hace tres años.

No estamos casados con un partido, sino intercesores ante Dios en favor de nuestros gobernantes; en favor, por tanto, de nuestro pueblo.

No podemos sólo exigirles un buen desempeño, criticarles y lamentar sus errores, sino que debemos acompañarles con nuestra oración y, si es posible, con las luces de la Doctrina Social de la Iglesia, inspirada en el Evangelio.

Hay que insistir en que no todo depende del gobierno, sino de que cada quien asumamos nuestra responsabilidad social.

Hay personas que se explayan sólo culpando a los gobiernos en turno, por todos los problemas que son innegables. Son incapaces de reconocer el trigo; es decir, las buenas obras, los programas exitosos, las decisiones acertadas, la lucha contra la corrupción, el anhelo de austeridad republicana.Están esperando el 10 de abril próximo, para votar que ya se vaya el gobernante supremo.

En contraparte, otras personas no advierten la cizaña mañanera, la inseguridad galopante, la violencia incontrolada, la polarización creciente, la migración incontenible, las desapariciones diarias, los asesinatos y las extorsiones a manos libres.

Están dispuestas a ratificar su apoyo a nuestra autoridad máxima, quizá cegados por los apoyos asistenciales que reciben y que se les han incrementado.

Yo admiro y aprecio mucho a tantas personas que luchan por salir adelante, trabajando arduamente por el pan de cada día para la familia, aunque sea en trabajos sencillos, sin calificación universitaria y laboral.

Con un puesto de comida en las calles, con la venta de artículos de toda índole, con su dedicación a la agricultura, con su trabajo diario en una fábrica, en una tienda comercial, en una empresa, o en cualquier otro centro de trabajo, van mejorando su casa, su alimentación, su vestido y cuidan la salud y los estudios de sus hijos.

Con limitaciones y sacrificios, son la base del progreso creciente en nuestro pueblo. No están dependiendo de apoyos gubernamentales, sino de su esfuerzo diario. Con esta gente, el país sale adelante.

Discernir

El Papa Francisco, en la última celebración del 31 de diciembre pasado, dijo:

Dios no ha abandonado a su pueblo, ha venido, está cerca, es Dios-con-nosotros. Los problemas no han desaparecido, las dificultades y las preocupaciones no faltan, pero no estamos solos: el Padre “ha enviado a su Hijo” (Gal 4,4) para rescatarnos de la esclavitud del pecado y restituirnos la dignidad de hijos. Él, el Unigénito, se ha hecho primogénito entre muchos hermanos, para reconducirnos a todos nosotros, perdidos y dispersos, a la Casa del Padre.

Hoy la Madre, la Madre María y la Madre Iglesia, nos muestra al Niño. Nos sonríe y nos dice: ‘Él es el camino. Síganlo, tengan confianza’. Sigámoslo en el camino cotidiano. Él da plenitud al tiempo, da sentido a las obras y a los días. Tengamos confianza, en los momentos alegres y en los dolorosos; la esperanza que Él nos da es la esperanza que no defrauda”.

En su homilía del 1 de enero reciente, expresó: “Necesitamos personas que sean capaces de tejer hilos de comunión, que contrarresten los alambres espinados de las divisiones, que son demasiados. Al inicio del nuevo año, pongámonos bajo la protección de esta mujer, la Madre de Dios que es nuestra madre. Que nos ayude a conservar y a meditar todas las cosas, sin tener miedo a las pruebas, con la alegre certeza de que el Señor es fiel y sabe transformar las cruces en resurrecciones”.

En su alocución antes del Angelus del 1 de enero de este nuevo año 2022, nos dice: “Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios. Mirando a María con su Hijo en brazos, pienso en las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las guerras y de las carestías, o que esperan en los campos de refugiados. Son muchos. Y contemplando a María que coloca a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que el mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen a hacerlo. Si nos convertimos en artesanos de la fraternidad, podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por guerras y violencias.

Hoy se celebra el Día Mundial de la Paz. La paz es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido. Don de lo alto: debe ser implorada por Jesús, porque solos no somos capaces de custodiarla. Sólo podemos construir verdaderamente la paz si la tenemos en nuestro corazón, sólo si la recibimos del Príncipe de la paz. Pero la paz es también nuestro compromiso: nos pide dar el primer paso, nos pide gestos concretos. Se construye con la atención a los últimos, con la promoción de la justicia, con el valor del perdón, que apaga el fuego del odio. Y también necesita una mirada positiva: que siempre se mire – en la Iglesia como en la sociedad – no el mal que nos divide, sino ¡el bien que puede unirnos! No sirve abatirse y quejarse, sino arremangarse para construir la paz”.

Actuar

¿Qué podemos hacer tú y yo, para que nuestro entorno sea mejor durante este año? En nuestra persona, ¿qué corregir y qué superar? En nuestra familia, ¿qué evitar y qué impulsar? En nuestra comunidad, ¿qué aportar para el bien común?