Columna invitada

¿Cómo es trabajar con el Papa Francisco?

Jamás me lo esperé. Un día llegó una carta firmada por el cardenal Marc Ouellet invitándome a trabajar con él y con el Santo Padre en el Dicasterio para los obispos como secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, en la Santa Sede.

Al volver la vista atrás, veo cómo lentamente la Providencia fue preparando las cosas. Dios actúa de maneras misteriosas. La vida parece ser el resultado de la interacción de una gran cantidad de fuerzas humanas, de libertades que se encuentran y que despliegan sus consecuencias a través del tiempo. Sin embargo, la libertad de Dios también está en juego. Dios no se aparta de la Historia. Siempre está involucrado tejiendo situaciones, “coincidencias”, motivando los mundos interiores con sus mociones. Todo de manera sutil, silenciosa, pero real.

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Muchas veces nuestro propio pecado es permitido por Dios para que toquemos fondo. A veces es necesario que el dolor, la soledad y la debilidad más extrema nos muestren la verdad de lo que somos. El que aquí escribe no ha sido la excepción en este camino. No lo detallo más porque no viene al caso en este espacio. Simplemente apunto: sin ningún mérito y con consciencia de la propia miseria, habiendo vivido en el desierto un largo tiempo, un día, el Papa Francisco me llamó a trabajar en el singular mundo del Vaticano.

Mi esposa y yo llegamos a Roma a finales de septiembre de 2021. Nuestra “bienvenida” fueron diez días de reclusión en un pequeño cuarto por motivo de la pandemia. Rezábamos ella y yo preguntándonos constantemente: “¿qué hacemos aquí?”. Con las semanas y los meses fuimos descubriendo que colaborar con el Sucesor de Pedro y con los cardenales de la curia romana, desde la querida Pontificia Comisión para América Latina, consiste principalmente en “discernir”.

“Discernir” es una palabra breve que expresa una forma de mirar. Pienso en algunas situaciones difíciles que se viven en tal o cual país de América Latina. ¿Qué cosa hay que comentar con el Cardenal Robert Prevost, actual Prefecto del Dicasterio en el que trabajo? ¿Qué cosa hay que informar al Santo Padre? ¿Cómo intentar ayudar a las conferencias episcopales para que tal o cual acento del Magisterio del Papa sea bien entendido y acogido? ¿Cómo hacer que nuestra pequeña Comisión vaticana no sea un estorbo sino una ayuda para los latinoamericanos en su relación con la Santa Sede y con el Papa?

Trabajar con el Papa Francisco fácilmente puede parecer un ejercicio profesional, una actividad burocrático-eclesial, una puesta en práctica de ciertos conocimientos y habilidades. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, me parece que todo esto que puede tener alguna importancia, no es ni por mucho lo más decisivo y fundamental. El cierto “mirar” que implica el “discernir”, no proviene de aplicar ciertas mediaciones socioanalíticas o ciertos conocimientos, que por mi dedicación académica, he tenido que utilizar a través de los años. El “mirar” al que me refiero creo que surge principalmente de descubrirse “mirados”.

Al menos para mí, y para mi esposa que pacientemente me acompaña, colaborar con el Santo Padre y con la Iglesia, no es otra cosa que levantar los ojos cada día y dejarnos mirar por la imagen de Santa María de Guadalupe y de Jesús, clavado en la cruz. No sé si lograré comunicar con estas palabras algo de la experiencia de trabajar con el Santo Padre. Estoy consciente que pueden ser malinterpretadas o consideradas una mera exaltación piadosa.

Sin embargo, al saber que en estos momentos en que escribo, el Papa Francisco está en un cuarto de hospital, intentando recuperar su salud, viviendo la experiencia de la enfermedad y de la limitación física, no me atrevo más que a abrir el corazón y a dejar salir esto que llevo dentro. Un poco cómo una confesión, un poco como un respiro.

Trabajar con el Papa Francisco, está siendo para mí, un camino educativo y correctivo. Cuantas tonterías habitan en lo secreto de la vida. Cuantas basuras pueblan nuestras habitaciones interiores. ¡Cuánto bien hace meditar todos los días las palabras y gestos de Francisco como mensaje para la propia vida! ¡Si el Papa se predicara a sí mismo, por supuesto, esto sería una pérdida de tiempo! Pero él, me consta, no hace otra cosa que seguir a Jesús y a su evangelio, de la manera más desnuda, más esencial, posible.

El Papa Francisco no hace otra cosa que dar testimonio del misterio de amor que ha encontrado en Jesucristo: Dios encarnado que vive en la carne concreta de todos, en especial, de los más heridos, humillados y excluídos de la Historia. 

Vivo con agradecimiento la oportunidad de servir a la Iglesia en este tiempo tan peculiar. Tiempo de reforma eclesial y de crisis social. Tiempo, también de Esperanza real porque Dios no deja de actuar y de darnos sopresas. Pido a Dios su gracia para que, a pesar de mis enormes resistencias y limitaciones, El sea el que haga todo. Y pido, con todo el corazón, que el Papa Francisco, sea valorado y acogido, como lo que es: Pastor universal que entrega cada instante de su vida por el Pueblo que el Señor le ha confiado.

Rodrigo Guerra

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