AQUEL REFRÁN MARCA –como suelen hacer tantos dichos populares- una elemental y profunda verdad: “para ser marquesa hay que saber mover el abanico”, es decir, hay que tener conocimiento de lo que se dice, hay que acumular experiencia en lo que se hace para que luego se pueda ostentar, hay que tener perspectiva clara y real si es que algo se emprende responsable y públicamente…
QUIEN ECHA MANO de una herramienta especializada o un concepto peculiar sin tener conocimiento cierto de lo que aborda, ya no peca de ingenuo sino de imprudente y hasta de tonto, y se expone –tal como se ha visto- a ser objeto de escarnios bien ganados; eso es lo que ha sucedido cuando se habla de “pobreza franciscana” aplicado a supuestas estrategias de ahorro o austeridad…
SIN MÁS RODEOS envío un saludo fraterno a los pocos religiosos franciscanos que conozco, pero en ellos veo a tantos y tantos que a lo largo de los siglos han querido seguir al “Pobrecillo de Asís” que –a su vez- asumió del Evangelio una actitud de uso correcto de los bienes materiales de modo que no fueran obstáculo para conseguir los bienes eternos…
EL HIJO DE PEDRO Berdardone devolvió a su padre los bienes materiales que con trabajo le había prodigado pero no fue para evitar un gasto, o para que las arcas de su progenitor no mermaran, ni como rechazo al cuidado y cariño que como progenitor le procuró en su infancia y juventud según su ambiente y su cultura; la acción de Francisco fue motivada por una convicción profunda en orden a seguir a Cristo Pobre y Obediente, lo hizo movido por una “mística”…
SE EQUIVOCA QUIEN enarbola el concepto de “pobreza franciscana” como tema administrativo público o privado, como política de gobierno o programa social, como estrategia de Estado o como paso siguiente a una austeridad sobre la mesa que esconde un gasto desmedido, infructuoso y derrochador bajo la misma mesa…
LOS FRAILES FRANCISCANOS que conozco –y los que no, también- así como tantas comunidades religiosas femeninas o masculinas que hay, asumen la vivencia de la pobreza pero luego de profundizar en la adquisición, uso y aprovechamiento de los recursos materiales, culturales, institucionales y humanos; tales comunidades religiosas optan por la pobreza luego de muy seria y profunda meditación de una decisión trascendental y para seguir más libremente a Cristo en una vocación que les marca para toda la vida…
DICHO EN CORTO: la auténtica pobreza franciscana no es para gastar menos (a eso se le puede llamar tacañería) sino para no aferrarte a lo pasajero y caduco; la pobreza querida por Cristo –raíz de la pobreza franciscana- no consiste en que estires la mano y te den limosna periódica u ocasional provocando una dependencia económica y una pauperización existencial, sino en que evites aferrarte a lo que se come el gusano o se roba el ladrón (Mt 6,19)…
SI TE ENCUENTRAS un abanico y quieres moverlo ¡muévelo!, así evitarás el calor o los olores desagradables, pero no vayas a pensar que por tenerlo y moverlo ya eres marquesa, y menos pretendas presumir moviéndolo frente a sinnúmero de compatriotas tuyos que tiritan de frío o tal vez huelen tantito peor que tú, que sin merecerlo acaso vivas en un inmerecido palacio que no se mantiene de austeridad alguna…
MULTITUD DE INDÍGENAS y campesinos, gente de costa o montaña, sin conocimientos de economía pública o de teología franciscana, viven una constante pobreza que va más allá de la falta de recursos u oportunidades, incluso puedo decir que no les duele sobrellevar la vida con tantas carencias porque las asumen compartiendo generosamente lo poco que la tierra o la lluvia les da, abriendo primero su corazón para luego abrir también su mano ofreciendo un taco de quelites; ellos viven una pobreza más franciscana que la cacareada como estrategia pública…
SEÑALÉ LA PALABRA “mística” y quiero decir algo más: quien asume motivaciones religiosas y trascendentales buscando cumplir la voluntad de Dios en el servicio a los demás posee una mística real, quien asume libremente ideales y valores intangibles buscando que su paso por este mundo sea más humano y fraterno tiene ya una mística auténtica; pero quien manosea conceptos religiosos o evangélicos para justificar incapacidades de trabajo, de eficacia, de crecimiento social justo o para enmascarar ahorros ficticios, sencillamente se queda en mero merolico, en profeta de falsedades, en inepto y cínico, tal como si un padre de familia desobligado y haragán (gastalón en lo oscurito), les dijera a sus hijos que hoy no habrá ni leche ni huevo por mera pobreza franciscana…
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