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COLUMNA

Ángelus Dominical

El Evangelio en la persona de Eliot

El porte de Eliot es propio de un indigente, pero su comportamiento no parece tal. Tiene presencia que alimenta y palabra que anima.

2 mayo, 2021
El Evangelio en la persona de Eliot
La estatua 'Jesús sin hogar' en la Catedral Metropolitana de México; es una de las 100 que hay en el mundo. Foto: Alejandro García/DLF.

A DECIR VERDAD poco conozco a Eliot, pero es suficiente para compartir contigo algunos rasgos que me han enriquecido y que seguramente también aprovecharás; de antemano te digo que su nombre es real (así se llama pero no sé, ni diría su apellido), que su persona es real (no estoy inventando personaje alguno), y que su dignidad es real (aunque su porte es propio de un indigente, se comporta como rey)…

TENGO EL 70% de certeza que Eliot será uno de los que me esperarán a las puertas del cielo, y pecaré de indiscreto si digo las 3 razones que tengo, y las diré porque -en cualquier caso- sería un pecado muy leve mi indiscreción: 1) quien ha sido bueno en este mundo, ciertamente lo será todavía más en la eternidad, 2) aunque las puertas del cielo se abren desde afuera, siempre hay alguien adentro que te recibe y Eliot se adelantará porque ya está preparado, y 3) así de pecador como yo soy, necesitaré de la intercesión de la Virgen María, de todos los santos y de Eliot, que me ha conocido en vivo y a todo color…

SEGUIRÉ DE INDISCRETO y abundaré en rasgos más temporales de Eliot, porque sospecho que algún otro clérigo que lee estás líneas y habita estos rumbos lo va a conocer y entonces recordará lo dicho aquí, y corroborará que estamos hablando de la misma persona; ¡y que valgan mis indiscreciones para que Eliot no quede en el anonimato total, pues su mínima acción sin duda aporta clara luz en medio de esta desvalijada ciudad!…

ENTRE CHILANGOS y sus vecinos no es común bautizar a quién con el nombre de Eliot, y digo sin más que es centroamericano, en donde la influencia gringa se ha proyectado desde décadas atrás en llamar a las criaturas como Spencer, Corvin, Douglas, Donald y hasta Eliot; así pues, su condición de migrante hace de mi referido alguien doblemente especial…

BUSQUÉ Y RÁPIDO encontré que el profeta Elías es el antecedente más directo de Eliot, aunque tal vez resuene en la memoria de alguno de ustedes el apellido Ness, y de ahí a la serie de televisión a la que mi papá le tenía mucha afición allá por los años ’70: Los Intocables (bueno, el mismo Eliot hizo referencia a tal personaje, cuya historia se basa en hechos reales)…

DE LAS SIETE U OCHO veces que he visto a Eliot, confieso que siempre ha llegado cuando la Santa Misa ha terminado y estamos cerrando las puertas del atrio; no sé si lo hace a propósito pero poco me importa, ya que lo central es que siempre cruzamos palabra prácticamente con la reja de por medio y con una tónica singular: él sonríe y sonríe y sonríe…

AL INICIO IMAGINÉ que era uno más de los numerosos indigentes que no tienen horario porque suyo es todo el día y toda la noche para hacer y no hacer lo que deban y puedan hacer; por el contrario, los que proyectamos la jornada y establecemos programas, objetivos y metas, los que nos regimos por el reloj y valoramos cada minuto, los que observamos hora de entrada y salida, los que comemos a nuestras horas para luego poder perder el tiempo, creo que somos más indigentes que ellos…

ENTRE SUS SONRISAS Eliot afirma que ve mucha gente triste, que por más que vayan en sus autos o hagan sus compras, que aunque vistan bonito y disfruten helados y golosinas, o se distraigan con su perro, o se metan en sus “aparatitos”, de todos modos andan tristes y angustiados; “y también en donde yo ando, con los compañeros que me encuentro bajo los puentes o en los edificios abandonados, veo que muchos están desesperados, pero yo los animo, les digo que Dios no nos abandona, que tenemos vida y eso ya es mucho”…

RECUERDO QUE FUE el Pobrecillo de Asís quien dijo: “Ten cuidado con tu vida, porque tal vez tú seas el único Evangelio que tus hermanos puedan leer”, y estoy seguro que Eliot es un Evangelio viviente, que aunque no llegue a tiempo a la Santa Misa, llega muy oportuno a dar una palabra de aliento y esperanza: “Padre -me dijo- me he encontrado con hermanos que andan pensando en arrojarse a las vías del metro, pero yo los animo a seguir adelante y veo que me hacen caso”…

NADA MÁS POR PURA morbosidad me pregunté para mis adentros que dónde carambas Eliot habría recibido clases de desarrollo humano, que dónde diantres habrá recibido clases de psicología, que qué bato le habrá dado un curso de pastoral social o urbana, que quién le habrá propinado tremenda catequesis para ponerlo al servicio de los demás, que qué cosa bebió y qué menjurje se untó para sacar fuerza a pesar de la adversidad…

LEO EL EVANGELIO en la persona de Eliot cada vez que él llega a las rejas de mi atrio: su presencia me alimenta y su palabra me anima, su ejemplo me cuestiona y su sonrisa me ilumina, su respeto constituye un examen de conciencia y su afabilidad me hace volver sobre mis pasos para revisar lo que yo estoy haciendo mal y lo que puedo hacer mejor…

LA ÚLTIMA VEZ que vi a Eliot me dijo que le dolía una muela, que andaba buscando donde ir al dentista y me dijo que le ayudará con cinco pesitos para completar para su medicina (ketorolaco); yo revisé en mi botiquín y ahí estaba el medicamento, además le preparé un pequeño itacate que agradeció. Le doy muy poco a cambio de su enorme testimonio honesto y sencillo, por eso estoy cierto que él no me dejará al otro lado de la puerta, ¡la del cielo!…

 

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El padre Eduardo Lozano es sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México. 

 

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