Cuando a un cristiano se le recuerda que debe tratar bien a los que le caen mal, puede llegar a pensar: pero, ¿no eso ser hipócrita?, ¿no es más honesto dejar ver lo que uno siente que pensar una cosa y hacer otra?
Ante esta disyuntiva, debemos recordar lo que nos dice san Pablo, en el sentido de que la mayor virtud de todas es la caridad (ver 1Cor 13).
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Es decir: tratar con amabilidad a los que nos caen mal no es hipocresía, es caridad, o sea, amarlos aunque no se lo merezcan, buscar su bien, cumplir la llamada ‘regla de oro’ de Jesús (ver Mt 7,12) y ser con ellos como nos gustaría que ellos fueran con nosotros.
Hay algo de razón en eso de que es más honesto dejar ver lo que uno siente, y desde luego conviene que haya congruencia entre lo que uno piensa, dice y hace, pero siempre y cuando ello no atente contra el respeto que nos deben los demás y la caridad a la que estamos llamados por encima de todo.
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El poner mala cara, ser déspotas y tratar mal a quienes no nos caen bien podrá ser muy ‘honesto’, pero debemos tener siempre presente que a la hora de entregar cuentas con Dios, seremos examinados, sobre todo, en el amor.
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