Me imagino que habrá muchas tradiciones y explicaciones sobre el anillo de matrimonio. Las personas necesitan ver signos y señales: un templo, el agua en el Bautismo, el pan transformado después en Eucaristía, la imposición de las manos en la ordenación, unción de las manos, una fotografía.
Pero a mí me llaman mucho la atención estas palabras: “Recibe este anillo cómo símbolo de mi amor y de mi fidelidad, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
En el Matrimonio, como parte del rito, manifestamos una aceptación, hacemos unas promesas y nos entregamos unos anillos. ¿Cómo un objeto tan pequeño puede significar algo tan grande: amor y fidelidad? Reflexionando me di cuenta de cuánto se asemejan, el anillo y el Matrimonio.
Desde el momento en que te casaste por la Iglesia y Dios lo permitió, lo consintió, lo bendijo, es como una confirmación de que Dios los hizo el uno para el otro. Es incómodo al principio, ayer no tenías el anillo y se siente raro. Igual el matrimonio, casarse implica un cambio radical, aprender a vivir juntos, esto comporta roces, diferencias problemas, pero evidentemente es cuestión de tiempo, de amor, de ceder, de aprender, y pronto será parte de la vida.
El anillo es real, otras culturas y religiones hacen ritos diferentes: liberan palomas, arrojan una corona de flores al río o al fuego, nosotros lo llevamos puesto. Mi realidad es que estoy casado.
El anillo brilla: me siento orgulloso de que seas mi marido, mi mujer. “El que ama no posee, es un poseído”. Qué orgullo para la vida buscar la felicidad de alguien, vivir para alguien.
Es de metal precioso. ¡Oro! Tan precioso como tu Matrimonio, que es la empresa de tu vida. Hecho de material resistente, metal duro, es símbolo y señal de que tú debes estar hecho con la misma resistencia o más. Salvo raras excepciones, muchos matrimonios que se rompen, en el fondo, lo que faltó dureza, fortaleza, y la falta de amor fue haciendo cada vez más débil el vínculo, el compromiso.
Es circular. Cerrado. No es un espiral. No hay salidas alternas ni otras posibilidades. “Una sola carne, un sólo corazón”. Es tan cerrado ese vínculo que lo que te afecta a ti, me debe afectar a mí. Lo que me hace sufrir a mí, te debe hacer sufrir a ti. Ya es como una sola vida.
El anillo tiene fecha. Algunos quisieran que fuera de caducidad… (jajaja), pero más bien es la fecha en que todo termina y todo comienza. Termina tu soltería, tus planes personales, tu uso del tiempo en absoluta libertad. Comienza una vida a dos. Una melodía a cuatro manos. Con el tiempo ya no serán dos personas sino tres, o cuatro o cinco en una familia.
Está hecho con detalle: pulido, cromado, bañado, escrito, fechado, adornado, con el mismo detalle debes construir una vida que puede durar más de cincuenta años. Sin detalles de cariño diarios, no se llegará muy lejos.
El anillo es discreto, pequeño, callado, humilde. Símbolo y señal del respeto que deber haber en el Matrimonio. Llega un momento en que ya no sale, es imposible quitártelo, es parte de ti. ¿No es como símbolo de la fidelidad? ¿De la indisolubilidad? Fidelidad para con Dios, con el cónyuge, con los hijos.
El anillo se va desgastando con el tiempo, puede perder su brillo, pero adquiere otro diferente: el de la madurez, la constancia, la familia creada, la perseverancia, el compromiso mantenido.
Se vale darle al anillo una manita, un retoque, un ajuste, un baño de oro. Igual de importante en el Matrimonio es renovarse, dialogar, pedir ayuda y perdonar.
Y un último detalle: te lo dieron sin precio. Un hombre y una mujer que se aman, que crean una familia en donde crecen juntos, se protegen, se quieren y tienen todo un proyecto de vida, eso no tiene precio.
Amar a Dios y sentirse amado por Él. Amar a una persona y percibir su reciprocidad, formar una familia y vivir de ella y en ella… eso, simplemente, no tiene precio.
*El padre Ángel Espinosa de los Monteros es Legionario de Cristo. Durante más de 24 años ha dado conferencias en más de 20 países sobre los temas de desarrollo espiritual, matrimonio y familia.
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