Como adultos mayores se puede, es más, se debe servir a la comunidad, este fue el llamado que el Papa Francisco hizo este miércoles en la Audiencia General.
“Está bien que los ancianos cultiven todavía la responsabilidad de servir, venciendo a la tentación de ponerse a un lado. El Señor no los descarta, al contrario, les dona de nuevo la fuerza para servir”, agregó.
La fuerza que tienen para servir es distinta a la de la juventud, por supuesto, pero la tienen, explicó.
“Cuando eres anciano, ya no mandas sobre tu cuerpo. Es necesario aprender a elegir qué hacer y qué no hacer. El vigor del cuerpo falla y nos abandona, aunque nuestro corazón no deja de desear. Por eso es necesario aprender a purificar el deseo: tener paciencia, elegir qué pedir al cuerpo y a la vida. Cuando somos viejos no podemos hacer lo mismo que hacíamos cuando éramos jóvenes: el cuerpo tiene otro ritmo, y debemos escuchar el cuerpo y aceptar los límites. Todos los tenemos. También yo tengo que ir ahora con el bastón”.
Pero los adultos mayores tienen mucho que dar, entre ello la sabiduría de la vida.
Tienen “mucho que enseñarnos: por esto nosotros debemos enseñar también a los niños que cuiden a los abuelos y vayan donde ellos. El diálogo jóvenes-abuelos, niños-abuelos es fundamental para la sociedad, es fundamental para la Iglesia, es fundamental para la sanidad de la vida. Donde no hay diálogo entre jóvenes y viejos falta algo y crece una generación sin pasado, es decir sin raíces”.
Si los ancianos, en vez de ser descartados y apartados de la escena de los eventos que marcan la vida de la comunidad, fueran puestos en el centro de la atención colectiva, se verían animados a ejercer el valioso ministerio de la gratitud hacia Dios, que no se olvida de nadie, aseguró el Papa Francisco en su catequesis.
“La gratitud de las personas ancianas por los dones recibidos de Dios en su vida, así como nos enseña la suegra de Pedro, devuelve a la comunidad la alegría de la convivencia, y confiere a la fe de los discípulos el rasgo esencial de su destino”.
El espíritu de la intercesión y del servicio, Jesús lo prescribió a todos sus discípulos, aunque el mundo lo que ha querido hacer ver ‘como una cosa de mujeres’ y no es así, agregó el Santo Padre. “En las palabras y en los gestos de Jesús no hay ni rastro de esta limitación”.
“Por favor, hagamos que los viejos, que los abuelos, las abuelas estén cerca de los niños, de los jóvenes, para transmitir esta memoria de la vida, para transmitir esta experiencia de la vida, esta sabiduría de la vida. En la medida en que nosotros hacemos que los jóvenes y los viejos se conecten, en esta medida habrá más esperanza para el futuro de nuestra sociedad”.
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