Esta nota sobre la Virgen de Guadalupe y las peticiones para que acabe la pandemia se actualizó por última vez el 18 de julio de 2021.
Durante este tiempo de pandemia, los fieles católicos no hemos dejado de suplicar a la Virgen de Guadalupe su intercesión para que acabe este mal que aqueja a la humanidad. Sin embargo, la pregunta obligada parece ser: ¿por qué los millones de devotos de la Virgen de Guadalupe insisten en la misma súplica después de tanto haberlo hecho, acaso sin ver los resultados que desde un inicio esperaban?
El Rector de la Basílica de Guadalupe, monseñor Salvador Martínez, señala que hay varias razones que hacen que el pueblo de México siga confiando en que tiene en nuestra Madre del Cielo una gran intercesora, una Madre comprometida con su pueblo, que obra a favor de aquellos que la invocan.
“La primera razón es que la Virgen de Guadalupe, a lo largo de la historia, ha respondido y ha librado al pueblo de verdaderas catástrofes: epidemias, pandemias, inundaciones y otros acontecimientos que han provocado muchas muertes, y que por consecuencia han hecho que el pueblo se una en oración bajo una súplica común”.
Sin embargo -aclara-, Dios es libre y soberano, de manera que no está obligado a actuar en el tiempo y en la forma solicitada por el ser humano; pero, a través de la historia, los hechos han demostrado que Dios actúa a su tiempo -que no es el del hombre- y según su infinito amor y sabiduría.
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“Pero lo más importante para que los devotos guadalupanos conserven esa seguridad de que Dios y la Virgen los cuidan, es la conciencia de que la fe no está basada en un pensamiento mágico o providencialista, sino en una actitud de súplica basada en el ejemplo de Jesús, quien dijo al Padre: ‘Yo sé que tú lo puedes todo; si quieres, líbrame de este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiera, sino lo que tú quieras’”.
El pueblo guadalupano -señala-, y en general todo fiel cristiano, sabe que la fe no está basada en conjuros, pócimas, hechicería o frases especiales que, sustentadas en un toque mágico, pretenden dominar los poderes que recaen sobre la humanidad. “La actitud del verdadero cristiano es de humildad y de súplica, de total abandono en quien sabemos que nos ama”.
“Entonces -explica monseñor Salvador Martínez-, el fiel que ha crecido realmente en la fe, entiende que puede pedir una vez y ver que no sucede nada; puede acercarse de nuevo, y tal vez ver que no vuelva a suceder nada; una vez más y lo mismo. Sin embargo, como es un verdadero cristiano, sabe que la Virgen lo escucha, que intercede por él, y que Dios está obrando para su bien, aunque no pueda sospechar la forma en que lo hace”.
En este sentido, explica que ser un cristiano verdadero, no es tener ese impulso de querer “castigar” a Dios con su indiferencia por no haber cumplido su petición tal como se la hizo, sino comprometerse con la sociedad en la búsqueda de soluciones a nivel humano, y al mismo tiempo tomar el ejemplo de Jesús, de dejar al Padre intervenir cuando Él quiera y como Él quiera.
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