La Arquidiócesis de México tiene un nuevo vicario episcopal de Laicos en el mundo, se trata del sacerdote Ángel Luis Lorente Gutiérrez, quien este domingo recibió el nombramiento en la Basílica de Guadalupe.
“Dada la complejidad y magnitud de nuestra Arquidiócesis y la necesidad de responder a las exigencias de la Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, considero oportuno proveer la nomina de un Vicario de laicos en el mundo”, señala el nombramiento firmado por el Arzobispo Carlos Aguiar Retes.
La misión de esta Vicaría, en las palabras del Arzobispo, es “suscitar en todos los fieles laicos de esta Arquidiócesis el ejercicio propio de su vocación y llamada, para que, en y desde sus diferentes realidades, edifiquen el Reino de Dios con los valores del Evangelio”.
La lectura del nombramiento la realizó la Vicecanciller de la curia del Arzobispado, María Magdalena Ibarrola.
El padre Ángel Luis Lorente lleva 31 años como misionero. El sacerdote de origen español ha servido en Cuba, Estados Unidos, Perú y en México donde ya colaboraba previamente en la Vicaría del Laicos en el mundo en la Arquidiócesis Primada.
“Gracias por la oportunidad”, señaló el sacerdote en entrevista con Desde la fe posterior a su nombramiento. “Mi agradecimiento al Cardenal por la confianza que ha depositado en mí y a los obispos auxiliares, de manera especial a monseñor Héctor Mario con quien trabajo directamente”.
“Recibo esto como una gracia de Dios, una confirmación de la vocación a la que fui llamado hace 31 años con mi sacerdocio y de manera particular se concreta con este nuevo itinerario esta nueva misión”.
Durante los meses más álgidos de la pandemia de covid-19, y ya como miembro de la vicaría, el padre Lorente junto con miembros del territorio arquidiocesano repartió despensas quincenalmente para sacerdotes y religiosas que vieron mermados sus recursos.
En entrevista previa, en septiembre de 2020, el sacerdote explicó que la emergencia sanitaria por Covid-19 lo ayudó a redescubrir su vocación: entregarse a los demás, la cual definió por primera vez a los ocho años.
“En tercero de primaria tuve mi vocación muy clara, pues llegó a mi escuela un misionero europeo, que estuvo de servicio en África. Nos explicó cómo ayudaban a evangelizar a las personas y que nos pedían nuestra colaboración para dar alimento y educación a niños de ese continente”.
Así, sin más, llegó a su casa para romper su “cochinito” y le pidió a su madre retirar los ahorros que tenía para él y que estaban en el banco, pues quería dar todas sus posesiones a los misioneros y ayudar a esas personas, que no conocía, pero que estaban necesitadas. Su madre no le creyó hasta que el pequeño Ángel Luis Lorente entregó el dinero al misionero.
“Creo que ese gesto fue determinante en mi vocación: ese darlo todo. Si estás dispuesto a renunciar a todo por Dios, entonces Dios nunca se deja vencer en generosidad. Cuando tú más le das, Él te da aún más, y cuando le das todo a Él, Él te lo da todo”.
“A los tres meses me llegó una carta del padre al que le había dado todos mis ahorros, acompañada de la foto de un niño africano al que había bautizado con mi nombre. En ese momento decidí que iba a ser sacerdote“.
Entró a muy corta edad al seminario y, al ordenarse diácono, lo enviaron de misión a América. Ahí tuvo que esperar a cumplir 24 años, edad en la que le permitían ordenarse como sacerdote.
Su entrega a los demás lo llevó a convertirse en director de Cáritas de las Selvas del Amazonas y miembro del Consejo Nacional de Cáritas en Perú.
Sin embargo, por cuestiones de salud regresó a España; ahí el obispo de Toledo lo envió a estudiar a Roma. Más tarde fue enviado en misión a Cuba, país que -supuestamente- se abriría al mundo, pero al poco tiempo de llegar, un grupo sacerdotes y misioneros donde él estaba incluido, fue expulsados del país castrista.
Nuevamente fue enviado a Roma y se convirtió en académico. Posteriormente fue trasladado al servicio de la Arquidiócesis de México, donde ha podido compartir su experiencia de misión y de servicio.
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