El milagro de Magdala, un increíble descubrimiento en Tierra Santa
Tres lustros han pasado para que en esta ciudad se inaugure este noviembre un centro que alojará a peregrinos.
La mayoría de las ruinas arqueológicas en Tierra Santa guardan una historia incalculable de construcciones y destrucciones, producto de guerras, terremotos, inundaciones, plagas, etcétera. Hasta ahora, sólo en Magdala –ubicada entre la orilla occidental del Mar de Galilea y la base del Monte Arbel– las construcciones son del siglo I, de la época de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, aunque muchas de ellas todavía se encuentran ocultas bajo el polvo que se acumuló durante siglos.
Tres lustros han transcurrido desde que el sacerdote mexicano Juan María Solana recorría aquellas tierras a las orillas del Mar de Galilea en un viaje de esparcimiento, y se le vino a la mente la idea de colocar una barca en la playa para que la gente pudiera reunirse ahí a escuchar la Palabra de Dios.
Aquella idea primaria comenzó a tomar fuerza, y en poco tiempo, el sacerdote legionario ya no sólo soñaba con una barca a la orilla del también llamado Lago de Tiberíades o de Genesaret, sino en adquirir un terreno para construir un centro destinado a recibir a peregrinos de todo el mundo. Desde entonces –asegura en entrevista el padre Juan Solana– los milagros no han cesado.
Aquel centro de peregrinos que tanto añoró el padre Juan Solana finalmente será inaugurado este domingo 24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey. De acuerdo con el proyecto original éste debía haberse terminado años atrás, pero sufrió un retraso debido a que, bajo el terreno adquirido, se encontró toda una ciudad del siglo primero que, por su riqueza cultural e histórica, tanto para los judíos como para los cristianos, se ha convertido en uno de los principales atractivos de quienes ahora visitan Tierra Santa.
Entre los hallazgos más importantes está una sinagoga con impresionantes frescos y mosaicos, considerada la mejor conservada de las siete del siglo I que se han descubierto hasta el momento, y en la que Jesús habría predicado. También se han encontrado algunas otras estructuras de casas, mercados, baños de purificación y objetos relacionados con la industria pesquera que era radiante en esos tiempos.
Para el sacerdote, no sólo la adquisición del primer terreno –tres más posteriormente– y los hallazgos, han sido fruto de la Providencia Divina, sino también el “descubrir que Dios ha puesto todo un equipo de personas que han podido llevar adelante este proyecto: bienhechores, sacerdotes, consagradas, artistas, arquitectos y voluntarios. Dios pensó en todo, y eso es como escuchar una orquesta maravillosa donde cada quien tiene su parte”, dice a Desde la fe.
Al referirse a los bienhechores, recuerda con emoción una anécdota particular: hace algunos años llegó a Magdala un sacerdote de la Diócesis Toluca que llevaba consigo un donativo aproximado de 250 dólares, que había reunido entre sus parroquianos. En un cuadernillo –que aún guarda celosamente el padre Juan– llevaba escrito el nombre de cada una de las personas que colaboraron con algunos pesos, desde niños pequeños hasta la mujer que vendía flores fuera del templo.
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“A mí me conmovió muchísimo leer esas páginas y constatar que gente pobre, sencilla y humilde, había colaborado para Magdala”, dice, pues desde que inició el proyecto tenía clara una idea: “me encantaría que viniera un señor muy rico y me regalara todo en un día, pero me encantaría más que mucha gente de todo el mundo colaborara un poquito en este proyecto en la tierra de Jesús, como parte de la gran familia de hijos de Dios que somos”.
El centro de peregrinaciones que se inaugurará el próximo domingo 24 de noviembre tiene 160 habitaciones –la mayoría de éstas con balcones y vista al Mar de Galilea o a las ruinas de la antigua ciudad de Magdala–, además de espacios de oración, meditación y reflexión. También albergará al Instituto Magdalena, un proyecto que busca promover la dignidad de la mujer basado en las enseñanzas de la Biblia.
Si bien el centro de peregrinos es un paso importante del proyecto, aún falta mucho. De lo que el sacerdote ha proyectado para Magdala aún está por terminarse el restaurante definitivo, pues se cuenta con uno provisional. También falta un Centro de Visitantes interactivo para que la gente pueda entender mejor el significado de la Tierra Santa en general, y de Magdala en particular.
Pero su deseo va más allá. El padre Juan Solana quiere tener todo en perfecto funcionamiento para generar recursos y poder desarrollar programas espirituales: “En mis sueños y en lo que creo que Dios quiere para Magdala, tiene que haber retiros para mujeres, de matrimonios y de sanación; también peregrinaciones de jóvenes, cursos sobre liderazgo cristiano y de renovación espiritual para sacerdotes”, expresa.
Y es que en Magdala el encuentro con Dios es natural. “A veces ocurre a través de las personas, pero también de la naturaleza que es preciosa, y que aquí nos habla con características que menciona el Evangelio, y desde luego, de los Sacramentos. Los visitantes, que cada vez son más, nos cuentan que su experiencia aquí es muy singular. En este lugar se siente mucha paz, y yo creo que donde hay paz está Dios”.
-¿Qué cree que le diría el Señor si en este momento lo llamara a su presencia?
No lo sé –responde el sacerdote un poco extrañado–. Nunca lo he pensado. Pero si me llamara hoy, sí sé lo que yo le diría: ‘Misión cumplida’. Porque yo he tratado de darle siempre todo lo que Él me ha pedido. Yo espero que eso lo haga muy feliz. Él dice que quien lo ama, guardará su voluntad. Y aunque con muchas imperfecciones y limitaciones, eso es lo que he intentado hacer toda mi vida.
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