Padre Matus, el amigo de la ‘banda’ y los rockanroleros
El padre Matus ha dedicado su vida a la atención de los jóvenes en situaciones críticas.
Cuando era joven, en una ocasión en que fue a visitar a los jóvenes de uno de los barrios más conflictivos de la Ciudad de México, a Luis Manuel lo recibieron los disparos de una ametralladora.
“Cuando llegué, me encontré a dos chavos que estaban peleando. Uno fue a su casa, sacó una metralleta y lanzó dos ‘rafagazos’, el otro salió corriendo y no le pasó nada. Después, con el arma en la mano me volteó a ver y me preguntó: ¿tú qué haces aquí?”, recuerda entre risas a Desde la fe.
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Ahora lo cuenta como una anécdota divertida, pero en ese momento pasó miedo. Con el tiempo, aquel joven dejó las drogas e incluso fundó un equipo de béisbol para adolescentes en problemas.
En los barrios donde ha trabajado lo conocen como ‘El Matus’, una abreviatura de Matusalén, apodo que le pusieron los jóvenes a quienes tanto ha ayudado. Se llama Luis Manuel Acosta y es sacerdote, párroco de la iglesia de la Santísima Trinidad y responsable de la Pastoral de Atención a Jóvenes en Situación Crítica de la Diócesis de Nezahualcóyotl.
Vocación por los más pobres
Matus siempre ha sido un hombre de fe, gracias a la educación que le dieron sus padres. “Mi papá era muy creyente, y mi mamá muy derecha. Vengo de una familia pobre, pero rica en valores”.
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Desde joven estuvo cerca de la Iglesia y en su adolescencia comenzó a participar como catequista. Ahí tuvo su primer contacto con la marginación y la pobreza cruda, cuando dos de los niños dejaron la escuela y el catecismo porque su padre los había abandonado.
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Entonces comenzó a interesarse por los niños y adolescentes en situaciones críticas y de qué manera podría ayudarlos. Gracias al acompañamiento de una religiosa Hija de la Caridad, comenzó a visitarlos.
“Imagina un chavo desmadroso, hijo de alcohólico y de madre prostituta, qué se yo. ¿Qué culpa tuvo el chavo para haber nacido en esa familia? ¿y qué méritos hice yo para haber nacido en una familia pobre, pero funcional?”
Esa conciencia lo hizo darse cuenta desde la adolescencia, que dedicaría su vida al servicio, y por ello comenzó desde muy joven a dar clases, mientras estudiaba pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Pero el llamado al sacerdocio llegó de forma muy natural.
“Como laico le ‘zacateaba’ al seminario, yo quería ser profesor. Pero cuando fui profesor, me decían padre”.
“Fui con mi director espiritual, el padre Chucho Arriaga y él me animó a entrar un año al seminario. Me dijo ‘date el quemón’ (inténtalo). Le hice caso y vi que era mi vocación.
Por aquellos años conoció a la hermana Gloria de Anda, Hija de la Caridad, quien comenzó a mostrarle una forma distinta de hacer Iglesia, que ahora está bien establecida como la Pastoral Urbana.
Ella y los sacerdotes vicentinos afianzaron en él su vocación de servicio por los más pobres y desamparados. También conoció al padre Chinchachoma, con quien colaboró por un largo tiempo llevando jóvenes a sus Hogares Providencia.
“San Vicente de Paúl decía, ‘vayan a ver a los pobres y ellos te dirán que hacer’. Chinchachoma me decía algo similar: ‘si quieres aprender a nadar, aviéntate a la piscina, con la banda lánzate, ellos te van a llevar’, y yo sigo viendo a dónde me llevan”.
‘Revíveme en otros’
Durante todos estos años, varios jóvenes han muerto en sus brazos. Recuerda especialmente a Ernesto, a quien conoció en las barrancas en la década de los 70.
“Era contreras, era grosero. Siempre me llevaba la contraria”.
Tras entablar amistad, Matus logró que se apartara de las drogas, pero eso le acarreó problemas con su pandilla y uno de ellos lo mató de un navajazo en el estómago.
El padre alcanzó a llegar antes de que subieran al joven a la ambulancia, donde finalmente murió, de camino al hospital. Aún recuerda las últimas palabras que Ernesto le dijo: “¿Te pido un favor? Revíveme en otros”.
“A mí se me quedó grabada esa frase, y es lo que trato de hacer cada que recuerdo a este joven, cumplir esa promesa que yo le hice: ‘revíveme en otros’”.
Los otros son los fieles de su parroquia, los jóvenes de las pandillas, los niños de la calle, los limpiavidrios, pero también los chavos que pertenecen a las distintas tribus urbanas.
“Ahora, recorro esas barrancas en silencio y tengo viva la imagen de Ernesto y otros tantos jóvenes. Los recuerdo y les hago sentir que no murieron en vano”.
En el camino de esa relación con los jóvenes, Dios toca el corazón de muchos de ellos, a quienes ofrece una palabra, la confesión o la Eucaristía. Pero no como una autoridad, sino como uno más.
La pastoral del Rock
El padre Matus ha hecho una amistad especial con los rockeros de la Diócesis de Nezahualcóyotl, tanto así que cada año realiza la Caminata de la Familia Rockanrolera, a la que acuden cientos de personas, entre ellos integrantes distintas bandas de rock y otros géneros.
“Eso me alienta a seguir siendo pastor de los jóvenes. Platicar, fraternizar con ellos, yo acepto a todos: creyentes, no creyentes, darketos, punketos, anarcos, los acepto a todos, es amistad”.
“En el trato con la ‘banda’, con las tribus urbanas, soy parejo, pluralista, como mi madre me enseñó. En el trato personal, lo que busco es acercarlos a Dios”.
“Algunos de ellos se han acercado a los sacramentos y varios hijos de ellos han recibido la Comunión”, dice contento.