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Homilía del Card. Rivera en la toma de posesión de Mons. Maximino como Obispo Auxiliar de Toluca

  • Este miércoles 6 de diciembre el Arzobispo Primado de México presidió en la Catedral de Toluca la toma de posesión de Mons. Maximino como Obispo Auxiliar de esa diócesis.

Muy querido Maximino: “El Evangelio se ha cumplido”: Se que has vivido en carne propia dos accidentes que te han llevado a vivir una experiencia de estar enfermo, de vivir los momentos en el hospital que te han marcado para entender el dolor de los enfermos, has vivido la pobreza de tu amada Diócesis de Cd. Altamirano y como consecuencia de esa pobreza, el hambre, junto con el temor, la angustia y la desolación en Tierra Caliente por los secuestros, los muertos y tanta violencia que ha obligado a muchos a emigrar.

Considero que todo esto te ha forjado como Obispo en el dolor y el silencio para comprender mejor al Pueblo Pobre que no tiene voz ni recursos. Con toda esta experiencia vienes ahora a enriquecer a esta tu Iglesia que peregrina en Toluca pastoreada por tu querido hermano Francisco Javier Chavolla, Obispo, al frente de un Presbiterio bien formado y entusiasmado por la Misión y con tantos laicos que ofrecen con generosidad y preparación sus panes y peces para que como Jesús y junto con él hagas maravillas de amor como acabamos de escuchar en el Evangelio de San Mateo.

Con toda razón puedes decir con el profeta Isaías: “El Señor me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados (Is. 61, 1). Este será tu trabajo en el campo de Dios, en el campo humano: llevar a los hombres la luz de la verdad, liberarlos de la pobreza de la verdad, que es la verdadera tristeza y la verdadera pobreza del hombre. Llevarles la buena noticia que no es solo palabra sino también acontecimiento. Nos toma de la mano, nos lleva hacia lo alto, hacia si mismo, y así cura el corazón desgarrado. Damos gracias al Señor porque te manda como obrero a la mies de la historia concreta de esta Iglesia Particular de Toluca.

Aunque pueda parecer que muchos de los hombres de hoy, dan las espaldas a Dios y consideran que la Fe es algo pasado, existe el anhelo de que finalmente se establezcan la justicia, el amor, la paz, de que se superen la pobreza y el sufrimiento, de que los hombres encuentren la alegría. Todo este anhelo esta presente en el mundo de hoy, el anhelo hacia lo que es grande, hacia lo que es bueno. Es la nostalgia del Redentor, de Dios mismo, incluso donde se lo niega. Precisamente en esta hora el trabajo en el campo de Dios es muy urgente y decisivo.

En la Iglesia Primitiva, como en la Iglesia de hoy, San Lucas nos señala los cuatro fundamentos de la Iglesia de Jesucristo: “Perseveraban en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hech. 2, 42). En estos cuatro elementos básicos del ser de la Iglesia está descrita también la tarea esencial de nosotros los pastores. Los cuatro elementos están unidos mediante la expresión “perseveraban”, la perseverancia, la asiduidad pertenece a la esencia de ser cristiano y es fundamental para la tarea de los Obispos, Presbíteros y de todos los obreros en la mies del Señor. El Pastor no debe ser una caña que se dobla según sopla el viento, un siervo del espíritu del tiempo. El ser intrépido, la valentía de oponerse a las corrientes del momento pertenece de modo esencial a la tarea del Pastor. No debe ser una caña, sino un árbol que tiene raíces profundas en las cuales permanece firme y bien fundamentado. Lo cual nada tiene que ver con la rigidez o la inflexibilidad. Solo donde hay estabilidad hay también crecimiento.



El segundo pilar de la existencia eclesial, San Lucas lo llama “Comunión”. Después del Vat. II, este término se convirtió en una palabra central de la teología y del anuncio del Evangelio, porque en él de hecho, se expresan todas las dimensiones del ser cristianos y de la vida eclesial.

Una primera gran definición de “Comunión la da San Juan al comienzo de su primera carta: “Lo que hemos visto y oído, lo que palparon nuestras manos se los hemos anunciado para que estén con nosotros” y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Entramos en esa comunión a través del creer y vivir juntamente con quienes lo han palpado. Al estar en comunión con los Apóstoles, al estar en su fe, nosotros mismos estamos en contacto con el Dios vivo. Querido Maximino para esto sirve el Ministerio Episcopal, cuida que esa cadena no se interrumpa. Nunca somos obispos solos, nos dice el Vat. II, sino siempre y solamente en el colegio de los obispos. Vivamos la comunión participando de su centro mas profundo en este momento sagrado, en el cual el Señor mismo se nos da en Santa Comunión.

Con esto hemos llegado al elemento fundamental de la existencia eclesial, “la fracción del Pan”. En este punto debemos dirigir nuestra mirada a los discípulos de Emaús, es cierto que su corazón ardía con la Palabra de Jesús pero es en la fracción del Pan en donde reconocen al Señor. De aquí necesariamente tenemos que dirigirnos a la Última Cena en donde Jesús se hizo pan para nosotros y nos anticipó su muerte y resurrección. Celebrar la Eucaristía es el centro de la Iglesia, de nuestro ser cristiano y por supuesto de nuestra vida Episcopal.

Como consecuencia lógica San Lucas menciona como pilar de la existencia cristiana “las oraciones”. Así pone de relieve algo fundamental. La oración por una parte, debe ser muy personal, un unirme en lo más profundo a Dios. Debe ser mi lucha con él, mi búsqueda con él, mi agradecimiento a él, mi alegría con él, mi fortaleza y valentía por él y para él. Sin embargo, la oración nunca es solamente algo privado sino siempre y esencialmente es un “nosotros” de los Hijos de Dios. Solo este “nosotros“ nos abre el acceso al Padre como Jesús nos enseñó “Padre nuestro”, si excluimos a alguien ya no es oración cristiana. Así orar, en última instancia no es una actividad entre otras para el Obispo. Recordemos que para los sucesores de los Apóstoles predicar y orar es lo esencial, para lo demás buscaron diáconos que tan indispensables son para la edificación de la Iglesia.





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