En las últimas semanas nos hemos enterado de la aprobación del aborto libre hasta la semana doce de gestación, en un par de estados del país. En ambos casos se han dado irregularidades en el proceso legislativo, ya sea por la forma en que se desarrollaron los procesos, o porque violentan la protección de la vida desde la concepción o fecundación establecida en la Constitución Política del Estado.
A los católicos, por supuesto que nos corresponde, como ciudadanos, exigir a los representantes populares que realmente nos representen, con las leyes que son discutidas y en su momento aprobadas; pero no es lo único que nos corresponde hacer, y más aún cuando se trata de la defensa de la vida de cualquier ser humano.
El trabajo tiene muchas tareas permanentes: puede ser en la evangelización, enseñando el amor al prójimo, a toda la creación de Dios, y el amor a la vida que Dios nos envía como don; puede ser a través del estudio de las distintas disciplinas que nos ayudan a entender mejor nuestra realidad y a tomar decisiones cada vez más apegadas a la dignidad humana, ya sea a través de la biología, la medicina, la física y cualquier otra ciencia que nos demuestra la verdad sobre la vida y su dignidad.
El trabajo del católico también puede ser a través de la acción social, apoyando a los más vulnerables, mujeres embarazadas, personas en situación de calle o adictas a algún estupefaciente, con alguna enfermedad incurable, en situación terminal, con la tentación del suicidio ante los problemas presentes y en varias otras situaciones que pueden poner en peligro su salud o su vida.
Además puede ser, por supuesto, orando siempre para la conversión de corazones que se pueden haber endurecido ante las circunstancias actuales de la sociedad; o en el activismo por los derechos humanos, buscando concientizar a la sociedad y a las autoridades en la mejora de las leyes. Todo esto, sólo por mencionar algunos ejemplos de actividad permanente.
La defensa de la vida, de parte de los católicos, tiene mucho campo de trabajo, no solamente en la lucha importantísima por la no aprobación de leyes injustas. Es necesario que los católicos no tomen en cuenta este tipo de leyes, y podamos ser ejemplo para la sociedad entera, sobre el cuidado de toda vida, sobre el amor entre seres humanos, y sobre civismo y conocimiento, mediante los cuales podemos exigir a los representantes populares, de manera más coherente y real, la corrección de leyes.
El amor es el motor de toda sociedad; simplemente tenemos que poner en el centro del amor al ser humano, antes que cualquier logro material; tenemos que volver a “humanizar” a la sociedad post moderna. En el terreno político, respecto a las recientes aprobaciones de leyes injustas como la del aborto, corresponde a los ciudadanos de esos estados evaluar en las urnas, cuando llegue el momento, a sus representantes populares.
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