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Cafarnaúm, la película que conmovió en Cannes, llega a México

6 febrero, 2019
Cafarnaúm, la película que conmovió en Cannes, llega a México
Foto: Sony Pictures/ Cortesía

La ovación de pie irrumpió en Cannes para una historia estremecedora, como hace mucho no sucedía, hizo pensar a la prensa y a los críticos que con  Cafarnaúm de Nadine Labaki, por fin una mujer, podría llevarse la codiciada Palma de Oro, como lo hizo Jane Campion por El Piano en 1993.

El jurado conmovido y una Cate Blanchett, la presidenta, bañada en lágrimas, alzada, con la sala abarrotada, aplaudieron quince minutos este prodigio cinematográfico. Labaki construyó desde su esencia de mujer una historia de miseria, dolor y coraje, con los mejores atributos del celuloide: los niños.

Hace mucho una película no me estremecía tanto (lo hizo Silencio y con creces), al punto de las lágrimas, que ni me avergonzaron ni me detuvieron para compartir parte de lo que esta cinta me produjo en el marco del Festival de Cine con Valores (FIC Valores).

Los Olvidados de Buñuel y otras obras maestras como Ladrón de Bicicletas, Milagro en Milán de Vittorio de Sica; La Strada de Fellini; los 400 Golpes de Truffaut; Estación Central de Walter Salles, Ciudad de Dios de Meirelles estuvieron ahí, vivas, revoloteando mi mente y mi corazón, perennes como un ser querido que nunca se va, o los brazos que nunca te sueltan.

Coincido con Cate Blanchett y con muchos otros: la mejor película del festival, del año y de varios años atrás. Hasta la fecha, cuando hablo de Cafarnaúm, mi corazón trepida y brotan las fuentes en mis lagrimales. No me avergüenza decirlo, la película te absorbe y te haces uno con los personajes: sufres, te conmueves, te indignas, te enterneces.

La propuesta de Nadine Labaki comienza con un largo flashback, al momento que un juez, en un tribunal de Beirut, pregunta a un niño llamado Zain, el por qué denuncia a sus padres. La respuesta del crío desconcierta: “Porque me dieron la vida”.

Se trata de una bofetada que grita por la dignidad y respeto por la infancia, pero a la vez nos entrega un gran héroe, Zain, que ante las dificultades muestra una actitud solidaria y misericordiosa.

La faz adusta, cargada de indignación, afronta a su manera y con chispeante ingenio las barricadas del desdén, nunca para beneficiarse a sí mismo, sino por lo contrario, siempre por alguien más. Así lo hace con su joven hermana al intentar impedir su matrimonio con un hombre mucho más mayor; así también una migrante keniana y su encantador bebé.

Todos parece que son absorbidos por la desgracia y la adversidad en la ciudad del pecado y la despersonalización (como lo era Cafarnaúm en tiempos de Jesús).

Cafarnaúm es un choque de trenes, no puedes no involucrarte. Los rostros de los niños son un océano de vida, de alma, donde parece que nadie se preocupa. Zain, sí.

Zain tira la infancia amenazada y la desgracia de este mundo con carrito armado de desperdicios sobre el cual carga al bebé de la madre migrante apresada.

Zain, cae al Andes de la oscuridad, a lo más profundo de la nada. Es un sin nombre, nadie, nada… Cuando parece que todos han caído inexorablemente: crimen, cárcel, tráfico de personas, muerte (todo esto se apelmaza en minutos), viene la luz, la revelación, la justificación. La irrenunciable dignidad de un niño explota hermosa.

Zain nos lleva a todos en ese carrito hecho de desperdicios. Es un Cristo que nos carga y nos arrastra con su inagotable misericordia y hermosa voluntad; ha descendido a los infiernos, nos ha llevado a todos con él y resurgimos en la Pascua de la identidad.



Cafarnaúm es una joya, un portento, indispensable para los amantes del cine y para los que parece ya nada les asombra. Absoluta ganadora de FIC Valores en el pasado noviembre, el jurado interreligioso la honró y resaltó sus altos valores humanos y espirituales; así mismo fue laureada en Cannes con el Premio del Jurado y el Jurado Ecuménico SIGNIS la distinguió en dicho festival.

La cinta de la directora libanesa podría merecer más en los palmarés.

Ha aparecido en todas las ternas junto con Roma de Alfonso Cuarón, pero no creo que Roma le haga sombra; las dos alumbran por su clarividencia y dignidad, sin embargo, a favor de Carfarnaúm está que se puede ver en las inmensas salas de cine y apreciar a detalle su belleza. Roma, multipremiada, pierde mucho en las pantallas minúsculas de Netflix.

Lee: Roma, los lazos que no buscamos. 

Desde el rostro de Scarlett en Lo que el Viento se Llevó, el de Juana de Arco de Dreyer, y el de Antoine en Los 400 Golpes de Truffaut, no me había impactado tanto una faz como la de Zain: Luz, Verdad, Vida.

Ahora comparto la justificación Premio del Jurado Ecuménico SIGNIS/INTERFILM en el 71 Festival Internacional de Cine de Cannes:

Capharnaüm de Nadine Labaki (Líbano), una película que narra la historia de  Zain, un joven de 12 años que demanda a sus padres ante los tribunales por haberle dado la vida.

Los miembros del jurado afirmaron que “sin complacencias, el director nos muestra la forma extrema en que niños intrépidos viven su humanidad”.

También concluyeron que “a lo largo de la competición son las mujeres, los niños, los inmigrantes y los marginados, quienes nos muestran la posibilidad de construcción de un espíritu humano, gracias a su resiliencia, ingenuidad, amor y valentía”.

El Jurado Ecuménico entregó también una Mención Especial a Blackkklansman (El Infiltrado del KKKlan) de Spike Lee (EE.UU), por ser “una llamada de alerta ante un continuo racismo que se aprecia no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero. A través de una mezcla de humor y drama, este filme condena el uso indebido de la religión para acrecentar el odio”.

El padre Joel Ascencio Casillas, autor de esta reseña, es el director del Festival Internacional de Cine Con Valores de Guadalajara.





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