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COLUMNA

Columna invitada

El asesinato del jesuita Juan Diego Ortiz de Foronda

Los indios levantados queman la choza en la que el padre se alojaba, sale de la misma y de inmediato recibe una andanada de flechas por las que muere.

31 octubre, 2022
POR:
Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

El padre jesuita Juan Diego Ortriz de Foronda nació en Guadalupe, España, en 1655. En 1675, a los 20 años, entra a la Compañía de Jesús en la Provincia de Toledo.[1]

En ese mismo año viene a la Nueva España con otros 17 jesuitas europeos entre ellos Manuel Sánchez. Ese viaje lo hacen en compañía del padre Juan Bautista Zappa.

Los jesuitas hacen escala en Puerto Rico y en 1675 llegan al puerto de Varacruz y en octubre de ese mismo año a la Ciudad de México.  

En 1681 enseña en el colegio de los jesuitas en San Luis Potosí. En 1684 su superiores lo envían a la misionar entre los rarámuris.   

Se hace cargo de la recien fundada misión de san Luis Gonzaga.

El 2 de enero de 1687 hace profesión solemne de su votos en Parral, Chihuahua.

El 2 de abirl de 1690 estalla una rebelión de los indios janos, conchos y rarámuirs. El padre lo sabe, pero se niega abandonar a sus fieles.

En ese entonces estaba a cargo de la misión de Yepómera. Se encontraba de visita en la comunidad de Nahuasachi o Nahurachi cuando los rebeldes se hacen presentes.

Los indios levantados queman la choza en la que el padre se alojaba, sale de la misma y de inmediato recibe una andanada de flechas por las que muere. Es el 11 de abril de 1690.

Entre 1690 y 1691, el padre jesuita José María Salvatierra, visitador de las misiones, se reúne con los alzados, que dan muerte al padre Ortiz de Forona y al padre Sánchez, para que vuelvan a sus pueblos.

En 1695, cinco años después del asesinato, desde la Pimería Alta en Sonora, el jesuita Eusebio Francisco Kino escribe sobre la muerte del padre: “Con todas las previas noticias que tenían de la sublevación de los Tatahumares, él no podía resolverse a desamparar su rebaño. Los apóstatas, luego que acometireron Tepómera, pusieron fuego a la pobre choza del misionero. Salió el padre a la puerta a inquerir las causas de aquella desacostumbrada algazara; pero apenas, quiso comenzar a exhortarlos, cuando, cubierto de una nube de flechas envenenadas, cayó en el mismo umbral, pidiendo a Dios perdón por los que tan indigna y sacrílegamente le herían”.

[1] Los datos del artículo han sido tomados de: Zambrano S.J., Francisco, Diccionario Biobiblográfico de la Compañía de Jesús en México, Tomo X, Siglo XVII (1600-1699), Editroial Jus, México, 1970.

 

 


Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.