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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa del 23 de junio 2024 y comentario al Evangelio

“Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos”

16 mayo, 2024
Lecturas de la Misa del 23 de junio 2024 y comentario al Evangelio
Él les dijo: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Lecturas misa 23 de junio de 2024. Foto Especial

Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 23 de junio 2024. ¡Conócelas!

Lecturas y Evangelio del 23 de junio de 2024.

  • Primera Lectura: del libro de Job 38, 1. 8-11.
  • Salmo: Salmo 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31.
  • Segunda Lectura: de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5, 14-17.
  • Evangelio del día: Evangelio según San Marcos 4, 35-41.

Primera Lectura

Lectura del Libro de Job 38, 1. 8-11

El Señor habló a Job desde la tormenta:

¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: ‘Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas’?”.

Palabra de Dios.

Salmo

Salmo 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31

R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Entraron en naves por el mar,

comerciando por las aguas inmensas.

Contemplaron las obras de Dios,

sus maravillas en el océano. R.

Él habló y levantó un viento tormentoso,

que alzaba las olas a lo alto;

subían al cielo, bajaban al abismo,

el estómago revuelto por el mareo. R.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

Apaciguó la tormenta en suave brisa,

y enmudecieron las olas del mar. R.

Se alegraron de aquella bonanza,

y él los condujo al ansiado puerto.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres. R.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5, 14-17.

Hermanos:

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.



Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.

Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

Palabra de Dios.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

“Vamos a la otra orilla”.

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal.

Lo despertaron, diciéndole:

“Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”.

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:

“¡Silencio, enmudece!”.

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo:

“¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”.

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:

“¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!”.

Palabra de Dios.

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Comentario al Evangelio: La fe y las tormentas

Este domingo tenemos un acontecimiento íntimo vivido entre Jesús y sus discípulos ¿Cuántas veces a lo largo del ministerio de Nuestro Señor Jesucristo habrán cruzado juntos el lago? Seguramente muchas veces, pero esta ocasión será muy diferente.

En primer lugar Jesús duerme, está en cierto modo ausente. Los discípulos eran en esta materia mucho más diestros que Jesús pues la mayoría de ellos eran pescadores de profesión. Pero la tormenta arrecia y llegan a temer por su vida.

Entonces ocurre algo inesperado, deslizan la responsabilidad del peligro en Jesús “¿no te importa que nos hundamos?” Más que una pregunta parece un reproche. Puede suceder a todo mundo que lleguemos a pensar que Dios duerme, sin importarle que nos hundamos.

Pero esto de ningún modo es verdad. La verdad radica en la falta de fe de nosotros los discípulos. Jesús se levantó, primero calmó la tormenta y luego reprochó a los discípulos su falta de fe. El trato con el Señor es la fuente de la verdadera fe que permite a la comunidad cristiana afrontar las tormentas de este mundo.




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