El trauma en el cuerpo

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COLUMNA

Ángelus Dominical

Las guerras, pleitos y conflictos los anula la oración

Las guerras son tremendas e inaceptables, pero quien le teme a los conflictos, seguramente no ha hecho ni lo mínimo por construir la paz.

19 enero, 2020
Las guerras, pleitos y conflictos los anula la oración
Angelus Dominical.

NADIE DUDA QUE las guerras son tremendas e inaceptables, pues hasta quienes las provocan toman medidas especiales para controlar sus consecuencias; es de suponer que quienes las generan anteponen sus intereses económicos y políticos, y por eso ponen más atención en que se realicen y concluyan como ellos mismos proyectan: ¡terrible realidad que nos hace estremecer!…

YO TE INVITARÍA a que no te pongas al borde del pánico con los conflictos de misiles y bombas que suceden al otro lado del mundo (¡ojo!, tampoco digo que las ignores), pero quiero advertir que hay otras guerras y pleitos que nos afectan más cercanamente, más inmediatamente, ¡más domésticamente!…

HAY GUERRAS SILENCIOSAS que duran años y años entre vecinos que se montan en su propia desconfianza, lo cotidiano para ellos no son ni los buenos días, ni la colaboración en soluciones necesarias, ni siquiera conocerse por su nombre propio; son guerras en donde todos pierden y no dejan la ilusión de estar ganando…

LOS CONFLICTOS EN ambientes de trabajo son el pan de cada día para una buena cantidad de los que pisamos nuestra ciudad; es muy curioso que pasamos buena parte de nuestra jornada ganando el sustento necesario, pero a la hora de facilitarnos la vida más bien (¿o más mal?) solemos ponernos trabas, meter chismes, inventar pretextos, cultivar sospechas, generar desconfianzas: ¡casi una guerra de proporciones catastróficas!…

MUY CIERTO QUE en el transporte público y en medio del tráfico vehicular hay enormes muestras de cortesía y civismo; sin embargo, poniéndonos unos anteojos que revelaran la auténtica intención de muchos, más nos valdría salir a la avenida en un tanque de guerra, subir al metrobús con chaleco antibalas y máscara antigás, abordar el metro con detector de bombas, cuchillos, manos-negras, ojos-locos, y toda serie de modos agresivos que no acaban…

TE COMPARTO UN SECRETO y te pediré que lo digas a quien puedas, que lo compartas con tus hijos y nietos, que lo comentes en público y privado, que lo subas a las redes y lo pongas en tu “feis”, si te duermes con tal secreto y al amanecer lo recuerdas también será de provecho: Quien le tiene tantísimo miedo a la guerra, seguramente no ha hecho ni lo mínimo por construir la paz…

UNA DE LAS FRASES que jamás se me borrarán de la cabeza -dicha por Jesús en el Monte de las Bienaventuranzas– me lleva a proyectar el compromiso de mi propio bautismo y a hacer visible mi tarea como ciudadano; además, me conecta a otros pueblos y naciones, a los diferentes y extraños, me pone en posición correcta ante quienes buscan pleito o pareciera que nacieron para el conflicto: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se les llamará “hijos de Dios” (Mt 5, 9)…

SI POR UNA PARTE constato que hay provocadores de guerras cuya táctica es la ambición y el despojo, por otra parte veo que hay muchos que saben compartir con generosidad; de un lado veo a los que esconden sus bélicas intenciones con argumentos de apertura y aceptación (les gusta hablar de tolerancia y vandalizan cuanto pueden), y por otro lado a muchos y muchos que saben respetar a quien sea porque aman la paz, porque se saben nacidos para el bien…

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BIEN PODRÍA DECIR que no hace mucho tiempo me provocaron una guerra (¡sí!, ¡en el fondo eso fue!) y aunque la maquillaron de cortesía y buena voluntad, y aunque no quise darme por agredido, y aunque ni busqué responder con misiles semejantes, y ni estuvo en mi decisión -aunque haya aparecido como sutil tentación- provocar un mal de iguales o parecidas proporciones, yo me mantuve en paz, en mi lugar, y en mi mejor intención, ¡y no me arrepiento!…

CON LO ANTERIOR no quiero dármelas de santo y pacifista, y menos de falso mártir o discreto quejumbroso, ¡no!; lo que pretendo es animarte para ver que la paz es posible en lo particular y cercano, en lo cotidiano y ante quien sea: la paz siempre es posible porque todos tenemos como mayor tesoro la vida y su correcta proyección, ¡estamos hechos para crecer, no para aplastarnos!…

LOS HECHOS DIFUNDIDOS en los primeros quince días del año bien bastarían para imaginar lo terrible y desastroso que nos esperan los 351 días restantes; de hecho, alguien comentó que este año sería peor que el anterior ¡porque es bisiesto!, ¡porque será un día más de calamidades! (¡újales y recontraújales!, ¡qué ganas de ver en tono gris nuestra realidad!)…

ENTRE TUS PROPÓSITOS de Año Nuevo seguramente incluiste algún modo de ejercitarte físicamente (yo espero que sí); y junto a esos ejercicios yo te propongo uno muy fácil: todas las mañanas o antes de acostarte, y si no es diario al menos cada tercer día, y si se te olvida pues al menos hazlo una vez, siempre lo importante es que lo hagas de un modo o de otro: Ponte en actitud de oración y dile a tu Padre del cielo: Si quiero la paz, defiendo la vida; si busco la paz, respeto el planeta; si anhelo la paz, genero confianza; si falta la paz, propicio el diálogo; si peligra la paz, trabajo con ganas; si crece la paz, yo gozo con ella; si estamos en paz, la vida es más bella; ¡gracias, Padre de todos, porque nos has hecho para ti!…