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COLUMNA

Ángelus Dominical

Porcelanas hechas de vil tierra

Somos como un árbol que ha crecido tanto y tanto, que el más alto de sus retoños ahora está lejísimos de su indispensable raíz

14 julio, 2024


AYER: Aunque Juan Caramuel Lobkowitz (español nacido en 1606) fue vasto en su afán astronómico, literario, teológico, arquitectónico y filosófico, quiero citarlo porque una de sus aportaciones fue base para los procesos de cómputo actuales, basados en el sistema binario, es decir, en la expresión de cualquier número o letra a partir del cero y el uno, que en términos eléctricos se traduce en “encendido y apagado”, o en términos filosóficos en “ser y no ser”. Y menciono a Caramuel para afirmar que desde la simplicidad más elemental se llega a la complejidad más extensa. Por cierto, Juan Caramuel fue monje cisterciense a la edad de 16 años y obispo desde 1657 hasta 1682.

HOY: Nos parece de lo más sencillo utilizar un teléfono celular (o cualquier otro artilugio de la tecnología) sin detenernos a pensar que su complejidad está basada en el estudio, la creatividad, el ingenio, la investigación, la fantasía y hasta la casualidad, de tantos que han hecho posible nuestro siglo XXI. Me atrevo a decirlo con esta evocadora imagen: somos como un árbol que ha crecido tanto y tanto, que el más alto de sus retoños ahora está lejísimos de su indispensable raíz. Creo que el cuarto mandamiento del decálogo –honrarás a tu padre y a tu madre- nos invita a conocer y valorar el pasado, los ancestros, los que nos han precedido y sobre cuya experiencia hoy fundamos nuestro progreso.

SIEMPRE: Y muy a tono con la honra a los antepasados, sabiendo que no siempre acertaron en sus propósitos (Caramuel llegó a tener numerosos enemigos debido a estrategias políticas de su tiempo), no nos corresponde querer borrar los diversos hilos que han tejido lo que hoy somos. La Europa de hoy es fruto de muchas migraciones, nuestro México fue resultado de amplio mestizaje, la ciencia ha cabalgado en burro y en portaaviones, en nuestros genes hay herencia de asesinos y de santos, somos finísima porcelana hecha de vil tierra y habrá quien está recubierto de oro, pero no deja de ser bacinica. Estamos hechos de cero y uno: Caramuel lo sabía.