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COLUMNA

La voz del Obispo

En la cercanía del Día de la Mujer

El reconocimiento de la necesidad del “genio femenino”, vuelve a poner de manifiesto que el “ser humano” completo se manifiesta desde su concreción hombre y mujer.

29 febrero, 2024
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Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. 

En los últimos años recordamos que los primeros días del mes de marzo se celebra el día de la mujer, tristemente porque hay sendas manifestaciones en las que vemos todo tipo de actitudes violentas y destructivas en muchas plazas de nuestro país. Y no es para menos si tenemos en cuenta la gran cantidad de actos violentos en contra de las mujeres, situaciones que no hemos visto cambien, o que exista una voluntad política para escuchar, atender y buscar caminos de solución para todas estas situaciones que sufre la mujer en un México de tanta guerra.

Queriendo celebrar este día con una nota positiva me gustaría referirme al documento del pontificado del Papa Francisco, que es como la guía de ruta de este ministerio que ejerce el Santo Padre en bien de la Iglesia y en su servicio a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, me refiero a Evangelii gaudium en sus números 103 y 104, cuando habla de Otros desafíos eclesiales en el apartado de las Tentaciones de los agentes de pastoral.

En estos numerales del documento Papa Francisco se refiere a algunos aspectos del papel de la mujer en la Iglesia, de tal manera que recordarlo nos ayuda a no dejar de lado el hacer posible que sea una realidad y no solo un aspecto a considerar o a estudiar.

A continuación, cito y hago comentario de los enunciados de estos números:

«La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones». En esta expresión me llama la atención “indispensable aporte”, sin ese aporte de las mujeres en la Iglesia nos perderíamos de algo muy necesario para enriquecer nuestra vida de familia, estaría faltando algo importantísimo para la realidad eclesial. El Papa pone de relieve las características que son propias de la mujer y que vienen a complementar y dar vigor a lo que se realiza en al Comunidad.

«Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica». Con esto el Santo Padre nos está permitiendo ver que hay ya una participación de la mujer en la vida de la Iglesia, que para muchos de nosotros es más que evidente, basta asomarnos a las comunidades parroquiales, a las oficinas administrativas de las curias, y a las plantillas docentes en la Universidades Católicas o de inspiración cristiana, para darnos cuentas de la participación en buen número de grandes mujeres.

«Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia». Es decir, que, aunque es evidente y en realidad hay ya un trabajo de la mujer en la Iglesia, no es suficiente y tenemos que lograr que su presencia se convierta en una incidencia fuerte para la vida de la comunidad eclesial.

Y la razón es: «Porque el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales». El reconocimiento de la necesidad del “genio femenino”, vuelve a poner de manifiesto que el “ser humano” completo se manifiesta desde su concreción hombre y mujer.

Felicitamos a todas las mujeres, agradecemos todo lo que nos dan, reconocemos como legitima su manifestación para exigir sus derechos y por supuesto nos unimos a esa exigencia, pedimos a la autoridad de cualquier tipo civil o eclesial que escuchemos su voz y pongamos manos a la obra para poder abrir el espacio a la mujer, espacio que le corresponde, reconozcamos su gran valor y riqueza para el mundo y la sociedad.


Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.