¿Puedo regresar a la Iglesia si vivo con mi pareja sin estar casado?
Aunque vivas con tu pareja sin estar casado, o estés divorciado y vuelto a casar, la Iglesia no te cierra sus puertas. Conoce cómo puedes participar de manera activa y acercarte de nuevo a la fe.
Vivir con tu pareja sin estar casado o haber formado una nueva unión después del divorcio son situaciones que muchas veces llevan a las personas a alejarse de la Iglesia, por temor o confusión, pero si en algún momento ellas quieres regresar, ¿pueden hacerlo?
Alejandro Méndez Alvarez, director de la Dimensión de Adultos y Familia de la Arquidiócesis Primada de México señala de de manera puntual: “La respuesta definitiva es sí: todos pueden regresar a la Iglesia. Sí, claro que sí. Eres bienvenido en la Iglesia, la Iglesia es tu casa, la Iglesia es tu madre y aquí transitamos, te llevamos y te acogemos”.
En entrevista con Desde la fe, Méndez Alvarez subrayó que quien viven con su pareja sin estar casado, ya sea en unión libre o divorciados y vueltos a casar sin que hayan solicitado la nulidad de su matrimonio católico, pueden regresar porque “la Iglesia es madre y acoge a todos sus hijos, especialmente a los que más necesitan de la misericordia de Dios”.
Tres casos comunes en los que las parejas se alejan de la Iglesia
El director de la Dimensión de Adultos y Familia identificó los tres escenarios frecuentes que pueden generar distancia entre las parejas de fieles que viven con su pareja sin estar casado y su comunidad eclesial:
- Parejas en unión libre o casadas solo por lo civil. Viven en lo que la Iglesia llama un “matrimonio natural”. Aunque existe amor y compromiso, la relación no está sacramentada y se mantiene en una situación irregular ante Dios.
- Divorciados vueltos a casar. Son personas que recibieron el sacramento del matrimonio, se separaron civilmente y formaron una nueva relación de pareja sin haber solicitado su nulidad eclesiástica.
- Casados con una relación extramatrimonial. Quienes, teniendo su matrimonio sacramentado vigente, mantienen una relación fuera de él, incurren en adulterio y se encuentran en una situación moral más grave.
“En los tres casos pueden volver a la Iglesia, pero los dos primeros requieren un camino de conversión y acompañamiento; el tercero debe romper con el adulterio para reconciliarse con su cónyuge y con Dios”, precisó Méndez Alvarez.
TE RECOMENDAMOS:
¿Cuáles son los signos del Sacramento del Matrimonio?
Sacramentos a los que no pueden acceder las parejas que no se han casado
Las personas que se encuentran en estas situaciones y que han decidido regresar a la Iglesia deben estar conscientes de que no pueden recibir dos sacramentos: la Penitencia (Confesión) y la Eucaristía (Comunión), debido a que no hay un arrepentimiento genuino del pecado, ya que la intención de no pecar no es firme al continuar en una relación irregular.
El motivo, explicó Alejandro Méndez, es que para poder confesarse se necesita de parte de la persona que vive con su pareja sin haberse casado un arrepentimiento real y la intención firme de no volver a pecar.
“Cuando alguien vive en unión libre o está divorciado sin nulidad y mantiene esa relación, no hay ese arrepentimiento efectivo, porque la persona continúa en la misma situación”, detalló.
¿Cómo acercarse a Dios si no puedes comulgar?
Sin embargo, aclaró el responsable de la Dimensión de Adultos y Familia, esta restricción no significa que esas parejas estén fuera de la Iglesia, ya que no solo pueden regresar a ella, sino que también pueden asistir a misa, recibir la comunión espiritual, participar en grupos parroquiales y realizar actos de caridad.
“Aunque no se esté en plena gracia sacramental, Dios actúa en el corazón del que se abre a Él. Nadie queda excluido del amor de Cristo”, subrayó y mencionó la manera en cómo dichas parejas que viven en situación irregular pueden reintegrarse a la vida de fe en la Iglesia:
- Acogida y participación: En los casos de unión civil estable y divorciado vuelto a casar, la iglesia los recibe y les da la bienvenida, por lo que pueden asistir a misa, adorar al Santísimo, participar en grupos parroquiales y en la vida activa de la iglesia. Que quede claro, ¡No se les puede negar el acceso!
- Misericordia y acompañamiento: La iglesia mira estas situaciones con ojos de misericordia, reconociendo que detrás de cada historia hay un camino y circunstancias que no siempre se conocen. Se enfatiza que no se debe juzgar a estas personas, ya que el juicio está reservado para Dios, por lo que la tarea de la iglesia es acogerlos y acompañarlos en un proceso de transformación.
- Formas de recibir la gracia: Aunque no puedan acceder a los dos sacramentos señalados, se les enseña que hay otras formas de recibir la gracia de Dios, como a través de actos de servicio, caridad y la comunión espiritual. Pueden participar activamente en la parroquia (estudiando teología o Biblia, dando catecismo) que también son vías para que el Señor actúe en sus vidas.
¿Cuál debe ser la actitud de la Iglesia ante las parejas que viven juntas sin haberse casado?
Méndez Alvarez sugirió que la Iglesia debe acercarse a las personas que regresan después de haberse alejado debido a su estado civil con una actitud de acogida y misericordia, sin juzgar, ya que este sitio sagrado es su casa y deben ser bienvenidos.
“Detrás de cada historia hay heridas, decisiones tomadas sin guía o contextos difíciles. A veces nadie les habló del valor del sacramento del matrimonio. No podemos juzgar sin conocer. El juicio le corresponde solo a Dios. Nosotros debemos acoger, evangelizar y acompañar, no rechazar”, recalcó
Para ilustrar lo anterior, mencionó dos ejemplos bíblicos:
- La mujer adúltera: Recordemos el pasaje donde Jesús salva a la mujer adúltera de ser apedreada, diciendo: “El que esté libre de culpa que le tire la primera piedra”. Esto subraya que el juicio está reservado para Dios y que nadie está libre de culpa, por lo que la comunidad no debe juzgar las parejas que viven en situación irregular.
- La samaritana en el pozo: Este pasaje es un modelo de cómo Jesús acoge, acompaña y evangeliza. Jesús se acerca a la samaritana, entabla una conversación con ella, la “enamora” y, una vez que ha llegado a su corazón, denuncia su pecado (“Has tenido cinco, ninguno ha sido tu marido. Vete y no vuelvas a pecar más”) con caridad y una invitación a la reflexión y al cambio de vida, sin rechazarla por su condición. Este ejemplo muestra que debemos acoger a las personas, acompañarlas en su proceso de transformación y, con caridad, invitarlas a poner en orden su vida.
En resumen, concluyó Alejandro Méndez Alvarez, la comunidad eclesial debe acoger a las persona que vive con su pareja sin estar casado como hijos de Dios, sin negarles el acceso a la vida parroquial, y acompañarlas en un proceso de transformación, confiando en que es el Señor quien hace la conversión de los corazones.
¿Qué dijo el Papa Francisco sobre las parejas que viven juntas sin haberse casado?
Durante un encuentro que sostuvo con la Comunidad Académica del Pontificio Instituto Tecnológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, el Papa Francisco aseguró que la Iglesia no cierra la puerta a quienes se esfuerzan en el camino de la fe, incluidos a quienes viven con su pareja sin estar casados, sino que al contrario, las abre de par en par, porque todos “necesitan una atención pastoral misericordiosa y alentadora”.
“La lógica de la integración pastoral es clave para el acompañamiento pastoral de quienes conviven, posponiendo indefinidamente su compromiso matrimonial, y de las personas divorciadas y vueltas a casar. Están bautizados, son hermanos y hermanas, el Espíritu Santo infunde en ellos dones y carismas para el bien común: su presencia en la Iglesia da testimonio de la voluntad de perseverar en la fe, a pesar de las heridas de experiencias dolorosas”, puntualizó el Papa Francisco el 25 de noviembre de 2024.