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Dejadez

6 octubre, 2023
Dejadez
Alberto Quiroga

Beto compró un reloj con correa de caucho. La vendedora le recomendó que debía ponerle frecuentemente aceite de bebé para hidratarlo para que no se rompiera. Le gustaba mostrar el reloj, pero nunca le puso aceite.

Cuando se acordaba, se proponía hacerlo, pero pasaba el tiempo y nunca lo hacía. Una noche, al quitárselo, el caucho se partió, y entonces recordó todas las veces que tuvo la vana intención de ponerle
aceite, pero no lo hizo.

Se fue a dormir y soñó que tomaba una mota de algodón con aceite y la pasaba sobre la correa de su reloj nuevo, lo hacía una y otra vez, y con los años seguía flexible y brillante, pero de repente, en el mismo sueño, despertaba y veía el caucho grisáceo y roto. Y volvía a lamentar no haber hecho algo tan sencillo para cuidarlo.

Aún en sueños, sintió que la correa era su alma y el aceite la oración, ese diálogo con Dios que cada vez era más extraño en su vida. Su alma se estaba cuarteando, se secaba, pero parecía empecinado en no
hacer nada para evitarlo, simplemente tenía allí la botella del aceite a la mano, y no la quería usar. Su alma se cuarteaba y se partía, y no hacía nada por evitarlo. Se negaba, ya no a rezar un rosario, sino incluso una pequeña oración.

En su sueño sopló un fuerte viento que acabó por deshacer la correa, y con ella toda su vida. Despertó sudando y se dio cuenta que allí, junto a su cama, estaba el reloj dañado, pero en su pecho había un
dolor, no por la correa rota,
sino por la dejadez que lo había alejado tanto de Dios.



*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.





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