Hace algunos años, en la Parroquia Magdalena de las Salinas de la Arquidiócesis de México, ocurrió un hecho que ha permitido catequizar a los fieles con relación a lo que los cristianos llamamos “muerte santa”, que es muy diferente al esqueleto vestido con túnica al que algunas personas le rinden culto y al que se le suele llamar de forma errónea “santa muerte”.
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Y es que en una ocasión, un feligrés se le acercó al sacerdote de la colonia para regalarle un antiguo cuadro, pues no sabía qué hacer con él.
Cuando el sacerdote lo vio, de inmediato se dio cuenta que se trataba de una verdadera catequesis sobre la muerte, pues representaba a San Camilo de Lelis ejerciendo su ministerio entre los enfermos y moribundos.
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Dirigido por San Felipe Neri, San Camilo estudió teología y fue ordenado sacerdote en 1575.
Fundador de la Comunidad de Siervos de los Enfermos -más tarde llamados Camilos- se dedicó por completo a los enfermos, especialmente a los agonizantes, concediéndoles auxilio espiritual y largos momentos de oración para que obtuvieran una santa muerte.
La devoción a San Camilo de Lelis ganó tanta fuerza que era casi imposible que no estuviera en los hogares católicos, o que algún enfermo moribundo no tuviera en su cabecera dicha imagen.
La imagen de San Camilo fue ampliamente difundida con el título de la “Muerte del pecador”, junto a una oración avalada por la Iglesia Católica que dio paso a decenas de modificaciones en la imagen.
@desdelafe Hasta hace unos años, este cuadro de José Guadalupe Posadas, titulado “La muerte del moribundo”, estaba en muchas casas. Ahora sirve para mostrar la diferencia entre el culto a la santa muerte, representado en una diabólica calavera, y lo que significa tener una muerte santa. Basta ver el cuadro con detenimiento. El Espíritu Santo, Cristo sosteniendo una cruz y Dios Padre con el cetro en su mano, es la representación del Juicio Divino que corona todo el cuadro. Flanqueando la Trinidad se encuentran el colegio de los apóstoles, un hombre con mitra que pudiera ser el Papa Pío V, quien estableció el verso final del Ave María: “Ora por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. También se encuentra Miguel Arcángel repeliendo a los demonios para cuidar el camino del alma al cielo, mientras San Juan Bautista presencia el ascenso del bautizado. En síntesis, este cuadro es una invitación a solicitar de Dios los auxilios espirituales en el último momento para tener una ‘santa muerte’ y llegar a Él limpios de pecado y santos en la fe. #cristo #sabiasque #hagamosviralajesus #god #history ♬ sonido original – Desde la Fe
El cuadro de viva dinámica se divide en dos partes:
El primer escenario muestra a un hombre enfermo que agoniza en su lecho; a los pies de la cama se observa a San Camilo de Lelis, de rodillas, elevando su oración al cielo, mientras otro sacerdote sostiene un crucifijo y un cirio encendido entre las manos del moribundo.
Se trata de elementos que antiguamente acompañaban el tránsito de un hombre que estaba a punto de morir: una cruz y la vela o cirio que había recibido el día de su Bautismo.
En la misma escena, cuatro demonios salen de la cama del agonizante, atemorizados por la oración y la presencia de un acetre con agua bendita colocado al pie del lecho. Precisamente, la escena explica que la muerte es un momento, un instante que abre paso al alma para continuar un nuevo camino, gracias al auxilio de la Iglesia y de los sacramentos recibidos de Cristo.
Sobre el rostro del moribundo inicia un camino de luz que proviene desde el cielo. Entre la luz se distingue a un niño de túnica blanca que sube hacia la Santísima Trinidad; también, entre el moribundo y el cielo, se observa a la Virgen María, intercediendo ante Dios a petición de San Camilo.
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La Virgen María es representada como la perfecta intercesora ante Dios. La Iglesia pide a María que, como Madre de Misericordia, ruegue por nosotros en vida y a la hora de nuestra muerte, acompañándonos como lo hizo al pie de la Cruz con su Hijo.
El Espíritu Santo en forma de paloma, Cristo sosteniendo una cruz y Dios Padre con el cetro en su mano, es la representación del Juicio Divino que corona todo el cuadro.
Flanqueando la Trinidad se encuentran dos cortes celestiales: por un lado el colegio de los apóstoles encabezados por San Pedro y San Pablo, pregoneros de la Vida en Cristo que vence a la muerte; San Andrés, que solicita “morir para vivir”; un hombre con mitra que pudiera ser el Papa Pío V, quien estableció el verso final del Ave María: “Ora por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. San Miguel Arcángel repeliendo a los demonios para cuidar el camino del alma al cielo, mientras San Juan Bautista presencia el ascenso del bautizado.
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Hoy más que nunca, es importante alentar a las personas a no confundirse e invitarlas a que soliciten de Dios los auxilios espirituales en el último momento para tener una ‘santa muerte’ y llegar a Él limpios de pecado y santos en la fe”.
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