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¿Quién fue San Bernardo de Claraval y qué se le pide?

Noble y sabio, uno de los últimos Padres de la Iglesia nos invita a enamorarnos de Jesucristo, hacia cuyo amor fluyen alabanzas “como la miel”. Tras llamarnos a abrazar la dulce maternidad de María, la vida de Bernardo es un modelo de entrega a Dios, apuntalada en la fe y en el amor.

19 agosto, 2025
¿Quién fue San Bernardo de Claraval y qué se le pide?
San Bernardo de Claraval fue declarado Doctor de la Iglesia en el año 1830.

Enamorado de Jesús y de María, luchó con firmeza contra las graves herejías de su tiempo. Y a partir de una profunda fe en Dios, alimentada en la oración y la contemplación, construyó una íntima relación con el Señor. Hoy te contamos la fascinante vida y obra de san Bernardo de Claraval.

Nació en el año 1090 en Fontaine, Francia, en el seno de una familia numerosa. En sus años de juventud, estudió gramática, retórica y dialéctica. Lo hizo durante su formación en la escuela de los canónigos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine.

La decisión de abrazar la vida religiosa fue madurando poco a poco, como recordaría más tarde el papa Benedicto XIV al trazar algunas pinceladas sobre este singular santo de la Iglesia Católica.

Al alcanzar la mayoría de edad ingresó en el Císter, una orden monástica entonces reciente y reconocida por la rigurosidad con que vivía los consejos evangélicos. Apenas con 25 años, otro santo marcaría un giro decisivo en su camino: san Esteban Harding lo enviaría a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux).

Con esta misión, Bernardo consolidó su visión de la vida monástica, enriquecida por la disciplina de otros monasterios que había tomado como referencia espiritual.

El joven propuso un estilo de vida austero y equilibrado en múltiples aspectos: desde la mesa hasta la vestimenta, pasando por la arquitectura de los monasterios. Al mismo tiempo, recomendaba con ardor el cuidado de los pobres y la responsabilidad de asegurar la sustentación de la comunidad.

Sabiduría y liderazgo: la voz de Bernardo ante la Iglesia y la teología

En aquellos años, su sabiduría creció con rapidez y quedó plasmada en abundante correspondencia, sermones, tratados y sentencias. De esa labor nacerían también valiosas amistades, entre ellas la que sostuvo con dos célebres Guillermos: el abad de Saint-Thierry y su compañero de Champeaux.

Ya en torno a los 40 años, a partir de 1130, sus responsabilidades se ampliaron hacia asuntos directamente ligados al gobierno de la Iglesia. La Santa Sede le confió delicadas misiones que lo obligaron a salir con frecuencia de su monasterio, incrementando así su presencia en la vida pública de la cristiandad.

A lo largo de su camino, Bernardo fundó numerosos monasterios —también femeninos— y destacó por la sabiduría de sus intercambios epistolares y diálogos con grandes figuras de su tiempo, como Pedro el Venerable, abad de Cluny.

Hombre de convicciones firmes, no dudó en alzar la voz frente a lo que consideraba equivocado. Sus polémicos escritos contra Abelardo y su modo de hacer teología son un claro ejemplo: correcciones marcadas por la claridad de su pensamiento, expresadas con cortesía, pero también con una firmeza inquebrantable.

Entre la herejía y la defensa de los inocentes

Además, enfrentó con firmeza la herejía de los cátaros, también llamada albigense, una corriente teológica dualista que sostenía la existencia de dos principios opuestos: uno bueno y otro malo.

Según esta concepción equivocada, el mundo material —incluido el cuerpo humano— era obra del principio maligno, lo que lo hacía intrínsecamente malo. Esta visión chocaba frontalmente con la doctrina católica, que afirma que todo lo creado por Dios es bueno.

Otro rasgo destacado de la vida de san Bernardo fue su defensa de los judíos, demostrada públicamente al condenar los frecuentes brotes de antisemitismo, acción que le valió posteriormente un merecido reconocimiento.

Con el paso de los años y la disminución de sus fuerzas físicas, san Bernardo tuvo que reducir sus viajes. Sin embargo, no los detuvo por completo y aprovechó este tiempo para revisar y perfeccionar cuidadosamente sus numerosos escritos.

Un profundo amor por la Virgen María

También es patente el amor de san Bernardo de Claraval por la Virgen María, como se evidencia en sus sermones. Uno de ellos, escrito para la octava de la Asunción, describe en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. 

“¡Oh santa Madre, hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en intensidad los sufrimientos físicos del martirio”.

San Bernardo, dice Benedicto XVI, no tiene dudas: “Per Mariam ad Iesum”, a través de María somos llevados a Jesús. Y atestigua con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional.

No obstante, el cuerpo argumental de Bernardo le otorga un lugar privilegiado a la Virgen en la economía de la salvación, “dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo”.

¿Qué nos enseña san Bernardo de Claraval?

Con base en las Sagradas Escrituras y en los Padres de la Iglesia, san Bernardo nos enseña que “sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad”. Papa Benedicto XVI, miércoles 21 de octubre de 2009, (BXVI, 2009).



Autor

Ingeniero Mecánico y periodista. Ex editor de medios católicos con rica experiencia en el desarrollo de contenido SEO, branding y manejo estratégico de plataformas digitales.