Oren por mí: Mons. Acero Pérez en su ordenación episcopal
Durante la ceremonia de sus Consagración Episcopal, el nuevo Obispo Auxiliar aseguró que aprender a amar es nuestro objetivo todos los días, “por favor no lo desperdiciemos”.
Al ordenarse como nuevo Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, Monseñor Francisco Javier Acero pidió a los creyentes o alejados, que encomienden una oración por él para ser cercano al pueblo de Dios.
Durante la ceremonia de su Consagración Episcopal, el Obispo Acero recordó que Monseñor Luis María Martínez, arzobispo de la Ciudad de México, Luis María Martínez, señalaba que “para llegar a Dios hay que subir, pero la paradoja consiste en que el secreto para subir es bajar”.
“Por eso necesito oración, para ser cercano con todo el pueblo de Dios: hermanos, nos une el Evangelio, el compromiso de acompañar a los más vulnerables de la sociedad”, aseguró Monseñor Acero.
Luego de aceptar asumir su nuevo encargo, reconoció que al interior de la Arquidiócesis Primada de México hay buenos sacerdotes, religiosos y laicos que trabajan desde su propia opción vocacional y ayudan a crear una verdadera fraternidad y a buscar juntos soluciones en los diversos ambientes y culturas que tiene la Ciudad de México.
En este tenor, los convocó a que “sigamos caminando juntos, esperando y sembrando en vistas a resultados a largo plazo, viviendo la fraternidad”.
Agregó que es fundamental que en estos momentos seamos prójimos e impulsemos “la acercanza”, acción que ayuda a ir más allá de una proximidad física, a dar un paso para tener una proximidad afectiva. “Aprender a amar es el objetivo que tenemos todos los días, por favor no lo desperdiciemos”.
El Obispo Auxiliar comentó que hay testimonios de gran proximidad afectiva, de “acercanza” al pueblo de Dios: el Tata Vasco, s. Ezequiel Moreno, s. Rafael Guízar y Valencia, “ellos siguieron a Jesús desde el servicio atento y comprometido, a pesar de la difamación y las envidias, su único fin era estar cercano a los más débiles y lo consiguieron”.
“El amor desarmado y desarmante de Jesús me invita a acoger la misericordia y ser misericordioso con los más débiles de nuestra sociedad. Así lo comparto hoy, delante del pueblo santo y fiel de Dios, y ante la imagen de nuestra querida Virgen de Guadalupe: misericordia pido, misericordia quiero”, concluyó Monseñor Acero Pérez.
Por su parte, el Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, le recordó al nuevo Obispo Auxiliar que fue elegido entre los hombres y puesto al servicio de ellos entre las cosas de Dios.
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“El episcopado es un servicio, no un honor, por ello el Obispo debe, ante todo, vivir para los fieles y no solamente presidirlos; el que es mayor, según el mandato del Señor, debe aparecer como el más pequeño y el que preside, como el quien sirve”, señaló el Arzobispo al hacer su reflexión en torno a la palabra y el ministerio episcopal.
De la misma manera, lo convocó a proclamar la palabra del señor con ocasión y sin ella, y en el sacrificio eucarístico pedir abundancia y diversidad de gracias para que el pueblo que le fue encomendado participe de la plenitud de Cristo.
“Ama con amor de padre y de hermano a cuantos Dios pone bajo tu cuidado, especialmente a los presbíteros, diáconos, colaboradores en el ministerio sagrado, a los pobres, a los débiles, a los que no tienen hogar y a los inmigrantes. Exhorta a los fieles a trabajar contigo en la obra apostólica y procura siempre atenderlos y escucharlos. De aquellos que aún no están incorporados al rebaño de Cristo cuida sin desmayo, porque ellos también te han sido encomendados en el señor”, concluyó el Cardenal Aguiar Retes.
Mensaje de Acción de Gracias
Siempre que he llegado a esta querida Basílica ha sido para agradecer. Y hoy nuevamente lo hago con mi familia y con el pueblo de Dios que me hace vivir la fe de manera sencilla.
Tlazohocamti es una palabra nahúatl que indica “gratitud desde el alma”. Y así quiero expresarme ante nuestra Virgen de Guadalupe. Agradecido por la vida y el cuidado que me dieron mis padres, José Luis y Lourdes, y mis hermanos José Luis y Silvia, junto con mis cuñados y sobrinas. Gracias a su respeto y apoyo elegí ser agustino recoleto. Agradecido con el colegio san Agustín de mi tierra natal, con sus frailes y sus historias sobre las misiones de la orden, con los compañeros de aula, en este colegio me encontré con Jesús en mi primera comunión y allí inicié un proceso de formación que continua y ha sido esencial a lo largo de toda mi vida.
La gratitud desde el alma viene también a mis abuelos, que siempre estuvieron ahí con su paciencia y amor enseñándome a caminar. Con ellos agradezco también todo lo que han hecho los padres mayores de esta arquidiócesis de México … y a los queridos religiosos mayores de la orden de agustinos recoeltos en México: fr. Jesús Pérez, fr. Rafael Arana y fr. Ricardo Jarauta. Hoy agradezco a todos los formadores, religiosos y sacerdotes, que durante mi proceso de formación inicial, el noviciado, los estudios de filosofía y teología, me ayudaron a seguir buscando a Jesús con pasión y en comunidad, al estilo de s. Agustín. Con ellos aprendí esa pequeña oración que me ha ayudado mucho en este año
“Toda mi esperanza descansa en tu gran misericordia, dame, Señor lo que mandas y manda lo que quieras” (Conf. Libro X, 29.40)
Siempre me he sentido apapachado en México. Apapacho es otra voz de origen náhuatl que tiene un profundo significado: “abrazar o acariciar con el alma”. Quiero hacer resonar esas palabras de la Virgen de: “¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy, yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?” Así nos sentimos todos los que trabajamos en esta arquidiócesis, apapachados por Nuestra Madre del Tepeyac, por los laicos que, con su convicción nos dan lecciones de sencillez y humildad: los que reparten la comunión en los hospitales, los que hacen retiros en las cárceles, los que se preocupan por hospedar al migrante, los jóvenes forofos de la Eucaristía. Estos laicos nos apapachan y nos hacen trasladar la mirada del centro a la periferia, nos obligan a ser mejores miembros de la Iglesia. Laicos que saben perdonar abusos de poder y modos a veces poco evangélicos de llevar adelante la Iglesia.
En los 23 años que llevo en México me he sentido acompañado por ellos y por un presbiterio con el que me he sentido hermano. Los pequeños detalles en la antigua V Vicaría Episcopal con Mons.
Diego Monroy, Mons. Luis Ernesto Reynoso, Mons. Fco. Clavel, y D. Carlos, tanto en Tlalnepantla como en la Ciudad de México.
Apapachado me he sentido en este regreso a Ciudad de México con el equipo responsable de gobierno de la arquidiócesis de México: los obispos auxiliares y el equipo de D. Carlos. No quisiera dejar de mencionar a mis hermanos agustinos recoletos que me siguen acariciando con el alma, siempre atentos a mi estado de ánimo, ayudando a que repose y serene mi corazón en esta nueva etapa. Frailes que danzan el baile de la vida con el pueblo de Dios. Hermanos de corazón que se desviven por crear comunión y unidad. Gracias a mi querida familia recoleta siempre presentes, siempre queridos.
Hoy en este día les pido oración para ser cercano al pueblo de Dios, creyente o alejado. Decía el siervo de Dios Mons. Luis María Martínez, arzobispo de esta Ciudad de México que “para llegar a
Dios hay que subir, pero la paradoja consiste en que el secreto para subir es bajar”. Por eso necesito
oración para ser cercano con todo el pueblo de Dios: hermanos, nos une el Evangelio, el compromiso de acompañar a los más vulnerables de la sociedad. En la arquidiócesis primada de México hay buenos sacerdotes, religiosos y laicos que trabajan desde su propia opción vocacional y ayudan a crear una verdadera fraternidad y a buscar soluciones juntos en los diversos ambientes y culturas que tiene esta ciudad. Sigamos caminando juntos, esperando y sembrando en vistas a resultados a largo plazo, viviendo la fraternidad.
Seamos prójimos. Hay un término que me gusta mucho y en algunos lugares de México se utiliza: la acercanza. Un término que nos ayuda a ir más allá de una proximidad física, a dar un paso para tener una proximidad afectiva. Aprender a amar es el objetivo que tenemos todos los días, por favor no lo desperdiciemos. Hay testimonios de gran proximidad afectiva, de acercanza al pueblo de Dios: el Tata Vasco, s. Ezequiel Moreno, s. Rafael Guízar y Valencia, ellos siguieron a Jesús desde el servicio atento y comprometido, a pesar de la difamación y las envidias, su único fin era estar cercano a los más débiles y lo consiguieron.
El amor desarmado y desarmante de Jesús me invita a acoger la misericordia y ser misericordioso con los más débiles de nuestra sociedad. Así lo comparto hoy delante del pueblo santo y fiel de Dios y ante la imagen de nuestra querida Virgen de Guadalupe: misericordia pido, misericordia quiero.