Sagrado Triduo Pascual
Si bien desde el Domingo de Ramos meditamos la Pasión del Señor, en el Triduo Sagrado recordamos el paso de Cristo de la Muerte a la Vida.
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 24 de agosto de 2021. Es el primer obispo mexicano emanado del Camino Neocatecumenal.
Hemos iniciado la Semana Santa con el Domingo de Ramos, en que reflexionamos sobre la victoria de Jesucristo. Sin embargo, en esta reflexión descubrimos que dicha victoria pasa por la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor. Con las palmas y los ramos, que son signos de la victoria, se manifiesta la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, como el Mesías, como Rey, pero al mismo tiempo nos presenta la Pasión, es decir, nos muestra que el camino de la victoria es la cruz.
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En la tarde del Jueves Santo, con la Misa vespertina de la Cena del Señor, se entra en el Triduo Pascual, que comprende el Viernes, Sábado y Domingo. Si bien desde el Domingo de Ramos meditamos la Pasión del Señor, en el Triduo Sagrado recordamos el paso de Cristo de la Muerte a la Vida, Cristo que vence la Muerte con la Resurrección, que vence las tinieblas y nos conduce a la Luz. Estos tres días tienen una unidad particular, y ésta la da Cristo: el Crucificado, el mismo que Resucita, y que antes de subir a la Cruz, nos dejó la Eucaristía.
Ya no celebramos la liberación de la esclavitud de Egipto, ya no celebramos el paso del Pueblo de Israel por el mar Rojo, ya no celebramos que Dios dio el Maná a su pueblo en el desierto; ahora celebramos que Cristo se nos ha dado en alimento, en su Cuerpo y en su Sangre; ahora celebramos que nos libra de la esclavitud del pecado, ahora celebramos que nos resucita con Él para la vida eterna.
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Con la celebración del Jueves Santo, recordamos la institución de la Eucaristía, Cristo nos entrega la Eucaristía en la Última Cena, y prefigura la oblación que Él hará, en la que se entrega por nosotros. Por eso podemos decir que mira a la Cruz, pero al mismo tiempo muestra la Resurrección, porque es Él mismo el que se nos da como alimento para la vida eterna. En esta celebración, se hace el lavatorio de pies: rito que representa la humildad y el amor de Cristo a sus discípulos, la manifestación del Señor de que vino al mundo a servir y no a ser servido, y nos invita a servir a los demás del mismo modo.
En el Viernes Santo recordamos la Pasión del Señor. Este día y hasta la celebración de la Vigilia Pascual, la Iglesia omite por completo la celebración de los sacramentos, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos. En la fe de la Iglesia, la Pasión y Muerte del Señor, no representan el cuadro de un funeral, sino la muerte victoriosa de nuestro Señor, acontecimiento indispensable para la Resurrección. La celebración litúrgica del Viernes Santo contempla tres partes: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Comunión eucarística.
El Sábado Santo la Iglesia contempla a Cristo sepultado, pero al mismo tiempo está expectante. Cristo desciende al lugar de los muertos para liberarlos de las garras de la muerte, y resucitarlos con Él, y a nosotros nos prepara para entrar en la noche Santa, la noche de las noches.
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En la Vigilia Pascual no sólo celebramos la Resurrección del Señor, sino que la englobamos en el misterio Pascual, en unidad a la inmolación en la Cruz. Para que Cristo resucitara, primero tenía que padecer, Jesús asume nuestra muerte y nos resucita con Él a la vida eterna. Muriendo, destruyó nuestra muerte y, Resucitando, restauró nuestra vida.
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